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PopCaac 2021 | crítica

Poderosos y conmovedores

  • Derby Motoreta's Burrito Kachimba puso un brillantísimo colofón al Festival PopCAAC 2021 en la noche del viernes

La cultura es segura. PopCAAC 2021

La cultura es segura. PopCAAC 2021 / Ángel Bernabéu

En el último artículo que escribí sobre un concierto de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba terminaba diciendo que no es una banda que se rebele contra el rock andaluz en que tantas veces les encierran, sino que existen aparte de él, haciendo música que suena como si viniera de las profundidades de la tierra, brotando en un magma que todo lo quema. La noche del viernes, en el concierto que cerraba el Festival PopCAAC 2021, el grupo volvió a dar una nueva muestra de ello, dejando bien patente su inconformismo y brillantez nada convencional, demostrando que con ellos se rompió el molde y han establecido un nuevo estándar para los espectáculos de rock en vivo, ya sea rock andaluz, progresivo, heavy…

La música desafiante, e incluso experimental, con la que nos sacudieron durante una hora y tres cuartos comenzó a sonar con The New Gizz después de la intro de KBMD, justo como empieza el primero de sus discos, ya tan incrustado en nuestra memoria colectiva que todos los espectadores se convirtieron en un coro, tómaloooo, siénteloooo, cuando Dandy Piranha, desde el borde del escenario, les ofreció el micrófono para cantar. Los cimientos eran sólidos. Y a partir de ellos comenzaron a elaborar la presentación de Hilo negro, su segundo disco.

Los arreglos sofisticados y la espontaneidad salvaje de los Motoreta’s se combinaron con el dominio y el virtuosismo instrumental que cada vez más demuestran Gringo, Bacca, Soni, Papi y Machete, que brilló especialmente con unos teclados que ocuparon el primer plano del sonido en muchas ocasiones, y con la sincronización perfecta de las letras de Dandy, para producir un ruido poderoso y conmovedor en el que se intercambiaban acentos de batería y bajo con lamidos melódicos de dos guitarras complementarias, para hacer que la cadena de siete eslabones de ese nuevo disco aplastase el duende flamenco, desde Porcelana teeth a Turbocamello, pasando por los que hicieron que el público comenzase a ponerse en pie, El valle, La gitana, aplacado por Dandy, que amablemente nos recordó a todos que debíamos facilitar el trabajo a los encargados de la seguridad del recinto, a la vez que nos protegíamos a nosotros mismos, quedándonos sentaditos, y de forma menos cortés luego, al defensor del pueblo andaluz, que la música no sobra en el CAAC. Una de las piezas más distintivas de la banda, Grecas, cortó el hilo y nos hizo saltar el corazón hacia otro sitio.

Gringo y Dandy, sentados en sillas de enea en un rincón del escenario imantaron todas nuestras miradas. Con el oído atento, auscultando el rumor que comenzaba a llegarnos desde una Fender Jazzmaster imbuida, ahora sí, de duende flamenco y un cantaó atrapado en la distorsión sicodélica, sentimos emerger notas armoniosas de una fuente lírica, muy diferente a las que hasta ahora habíamos escuchado. Era la primera parte de Somnium Igni, la honda, la que precedió a la segunda parte, una en cada disco, que suena más a golpe seco de martillo y se funde con el Aliento de dragón purpurado, de garras floridas.

Una nueva frescura y vigor, insuflados a las dos canciones que quedaban por interpretar del segundo disco, Dámela y 13 monos, remarcaron la soberbia de una pieza tan imponente como Samrkanda, que marcó el final del set hasta que volvieron poco después para acallar el dron que dejaron sonando, con los versos de Lorca que glorificó Camarón, la Nana del caballo grande, que ellos transfiguran haciéndolo cabalgar de forma trepidante. La banda reinventó el flamenco en la misma forma que reinventó a Black Sabbath en los primeros bestiales acordes de La piedra de Sharon, para terminar definitivamente, canalizando el espíritu de los 1.600 espectadores que había frente a ellos, con esas misteriosas palabras de sig na geg no sig nag nag sé que todos corean con El salto del gitano y que por muchos artículos que redacte sobre los Motoreta’s no voy a saber nunca ni qué significan ni cómo se escriben.

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