A Pere Portabella no lo veremos nunca en una gala de los Goya. Es posible incluso que muchos académicos, el propio Álex de la Iglesia incluido, no sepan ni siquiera quién es o no hayan visto nunca alguna sus películas (de Nocturno 29 a El silencio antes de Bach). Sin embargo, es gracias a cineastas extraterritoriales y libres como él por lo que aún apreciamos el cine español, aunque a Portabella lo de cineasta español no le acabe de encajar demasiado. Mañana, a las 20:00, como prólogo a la no menos maravillosa Singularidades de una chica rubia, de Manoel de Oliveira, la sigilosa Cinemateca de UGT nos acerca su última y pequeña obra maestra, un ensayo cinematográfico de apenas 17 minutos que contiene más cine, más música y más poesía también, que buena parte de esas cintas españolas de las que tanto se ha hablado estas semanas. Mudanza muestra el proceso de desmantelamiento y empaquetado de muebles, cuadros y otros objetos en la que fuera la casa natal de García Lorca en la granadina Huerta de San Vicente. La cámara, fija o móvil cuando la fijeza o el movimiento así lo requieren, documenta este proceso, ritual y minucioso, para trabajar alegóricamente sobre ese vacío que poco a poco va imponiendo un sentido en el que podemos palpar el paso del tiempo, la memoria viva de una casa cargada de significado para la historia de España. Este suave baile con el espacio y los objetos que desaparecen ante nuestros ojos es toda una lección magistral del cine como herramienta para restituir, a partir de la ausencia, el auténtico peso de la existencia.