Exuberante demostración de claridad de Plasson
Tras su doble actuación de la temporada pasada (en la muy triste Romeo y Julieta de Gounod y en un programa sinfónico), volvió Michel Plasson (París, 1933) a Sevilla, y lo hizo para llevarse, al frente de la ROSS, un nuevo triunfo con el repertorio con el que más le identifican los aficionados.
Lo primero que admira del maestro francés es su vitalidad, que le llevó a dirigir todo el programa con una gestualidad de extraordinaria expresividad (que por momentos parece casi espasmódica) y llegar al final (¡nada menos que con La valse de Ravel!) casi saltando sobre el podio.
Musicalmente, en sus versiones domina por encima de todo la claridad: diáfana es su forma de marcar, transparente el sonido que obtiene de la orquesta, con segundas voces y detalles que a veces pasan desapercibidos y aquí son elevados a categoría de absolutos protagonistas. La polifonía de El mar de Debussy refulge en esas condiciones de forma extraordinaria, apoyada además en una estupenda planificación de los clímax (en especial en los tiempos extremos). Acaso La valse habría requerido algo más de rigor rítmico, mayor atención a lo global que al detalle y un poco de más contención en los fortissimi. Osorio fue un solista más ágil que variado en un muy articulado concierto raveliano.
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