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ARTEFACTUM | CRÍTICA

Seriedad y alegría para la Cuaresma

Artefactum en vísperas de sus treinta cumpleaños.

Artefactum en vísperas de sus treinta cumpleaños. / Lolo Vasco

Salvo para los que han criticado el cartel de Salustiano, la Cuaresma y la Semana Santa sólo tienen sentido con el gozo de la Resurrección. Es el corolario místico de la Redención. De ahí el que, como en Sevilla, se pueda vivir el tiempo penitencial y el tiempo de la pasión con alegría, porque se sabe que al final la historia acaba felizmente.

Como era de esperar para cualquiera que conozca a este imprescindible grupo que cumple ya mismo treinta años de existencia (ahí es nada, tres décadas haciendo música medieval en Sevilla), la versión que nos ofrecieron del tiempo cuaresmal fue de todo menos triste y contrita. Y no ya por los siempre esperados comentarios de José Manuel Baquero (por otra parte impecable desde el organetto y la zanfoña) y sus juegos de palabras autorreferenciales, sino por la manera desenfadada y desprejuiciada (pero seria y respetuosa en lo musicológico) de abordar la música de los siglos XIII y XIV. Hasta las piezas más solemnes, como De la crudele morte de Cristo o Plangiamo quel cruedele basciare, se beneficiaron de la maestría del grupo a la hora de plantear colores instrumentales, ritmos animados y voces que, desde la naturalidad de la emisión, nos acercan a las prácticas de la religiosidad popular medieval.

En piezas como Ductias cada estrofa estuvo presentada con una disposición instrumental diferente, especialmente con los vientos de Gil y las precusiones de Garrido. Barea y Carazo prestaron sus voces dúctiles a versiones muy naturales, con especial espíritu meditativo en Plangiamo. Todos unieron sus voces para una brillante versión de las tres piezas polifónicas del Códice de las Huelgas, con melismas rítmicos a lo Escuela de Notre Dame en Homo miserabilis.

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