Marta Barrio. Escritora

“La literatura es un ejercicio de empatía que nos acerca a los otros”

  • La autora recoge el Premio Almudena Grandes que convoca el Ayuntamiento de Sevilla por su novela 'Leña menuda', en un acto con el que se inaugura la nueva edición de la Feria del Libro

Marta Barrio, la ganadora del Premio Almudena Grandes, con el alcalde de Sevilla Antonio Muñoz.

Marta Barrio, la ganadora del Premio Almudena Grandes, con el alcalde de Sevilla Antonio Muñoz. / Juan Carlos Muñoz

La Feria del Libro de Sevilla inauguró este jueves una nueva edición con un acto que sustituía el habitual pregón de otros años por un homenaje a la desaparecida Almudena Grandes, en el que se entregó el premio de novela que lleva su nombre –convocado por el Ayuntamiento de Sevilla– a Marta Barrio y su Leña menuda (Tusquets). El alcalde Antonio Muñoz, los periodistas Mercedes de Pablos y Manuel Pedraz, la científica Clara Grima, la filóloga y poeta Pilar Alcalá, la cineasta Laura Hojman y la cantaora Rocío Márquez, entre otros, leyeron textos de la autora de los Episodios de una guerra interminable y acompañaron a Elisa García Grandes, hija de la escritora. Antes de recoger el galardón, Marta Barrio (New Haven, 1986) habló con este periódico sobre una novela que ya se alzó en 2021 con el Premio Tusquets y que narra con austeridad e inteligencia el drama de una mujer embarazada a la que comunican que hay algo anómalo en las ecografías que se ha hecho.

–Es casi una obligación empezar preguntándole por Almudena Grandes.

–Con ella tengo una historia muy graciosa, de cuando yo empezaba a leer libros, digamos, para adultos. Era verano, yo me había llevado un montón de novelas pero ya me las había acabado, y empecé con las que mi madre había traído consigo para las vacaciones. Me dijo: ‘Puedes leerte cualquiera, todas menos ésta’. Esa obra prohibida, claro, era Las edades de Lulú. Una noche que mis padres fueron a cenar me lo leí entero. Cuando volvió mi madre no se lo podía creer, pero vetarle algo a una niña de 12 años es, al fin y al cabo, la mejor invitación a la lectura. En casa, desde entonces, siempre tuvimos esta broma privada. Con el tiempo, Almudena se convirtió en un referente. Siempre estaba ahí, como una matriarca de las letras. Ella abrió caminos y estuvo en algunos sitios antes que nosotras, las escritoras que le seguimos, y en mi caso de manera literal. Yo trabajo en el mismo edificio donde trabajaba ella y sus antiguos compañeros se reconocen todavía en Atlas de geografía humana. Yo fui la última ganadora del Premio Tusquets con ella de jurado, y ser la primera de un galardón que lleva su nombre es muy emocionante. Cuando gané el Tusquets, mi madre me dijo que por fin le íbamos a contar lo que nos pasó con Las edades de Lulú. Pero no pudo ser.

"Hay mujeres que no son felices con el embarazo. No todas disfrutan del proceso como nos venden"

–Las bases del Premio Almudena Grandes destacaban no sólo el valor literario de la obra, también su compromiso social. Usted, ¿busca en la escritura dar una respuesta a su tiempo?

–Es inevitable, uno escribe desde una posición lo quiera o no. En el caso de este libro, también del anterior [Los gatos salvajes de Kerguelen], sí hay un compromiso, un intento de que la literatura pueda servir para conmover o para iluminar ciertas zonas de sombra. Esta novela nació de la confesión de una amiga, que me contó una cosa que no debía compartir con nadie. Ahora en mi pandilla se ríen y dicen que no pueden confiarme un secreto, pero mi amiga está orgullosa, porque se vio obligada de algún modo a guardar un silencio por la cuestión social, y que se haya roto ese tabú aunque sea por persona interpuesta le ha supuesto una especie de catarsis. Fue muy curioso, porque al hilo de esta novela un montón de mujeres que yo conocía se me acercaron, gente con la que había trabajado o que consideraba muy próxima a mí, y me desvelaron historias que habían vivido y de las que yo no tenía ni idea. Que perdieron a un hijo, que fueron a Londres a abortar... Todas las semanas alguien me llegaba con un relato así. Me di cuenta de que había levantado una alfombra y había mirado debajo. Eso fue lo más bonito de este libro, y me confirmó algo en lo que creo: que la literatura puede ser un motor de cambio, porque es un ejercicio de empatía, el modo de ponerse en otras pieles, de adoptar otros puntos de vista que nunca te habías planteado.

–Incluso antes de conocer el diagnóstico, su protagonista se rebela con esa imagen del embarazo como un momento dulce, dichoso.

–Sí, el Disfrútalo, esta imposición de la felicidad y del optimismo. Pues igual hay mujeres que no lo sienten de esa manera y no pasa nada, no todo el mundo tiene que transitar por la vida como si fuera un campo de margaritas. Si tú lo vives de otra manera, oye, también es lícito que lo percibas así. Los miedos no hay que negarlos, están ahí, y están ahí por algo. Puede ser una experiencia traumática un embarazo, claro que sí. Que se puede superar, también. Pero no hay que taparlo, eso me daba rabia. Como esas frases que se le dicen a quienes han sufrido una pérdida. ‘Venga, no lo pienses más’. Pues no, se necesita un proceso, un duelo. Esa mujer necesita pensarlo, necesita quejarse, que parece que nos han quitado la posibilidad de la queja.

–En el libro se cuenta que Mary Shelley escribió Frankenstein estando embarazada.

–Acaban de salir sus diarios en castellano, y son muy interesantes en ese sentido. Ella perdió niños, estuvo a punto de morir de una hemorragia... No fue precisamente para ella un campo de rosas la maternidad, más bien de espinas, y según los críticos eso se trasluce en su obra. Es normal que tuviese miedo a engendrar algo monstruoso. Yo siempre pensaba en el embarazo que qué pena que la tripa no fuese transparente para poder comprobar así que el niño estaba bien. Me parecía importante incluir en la novela, que se puede adscribir al realismo, los sueños, los temores, las pesadillas, porque también pueden ser reales para nosotros. También nos definen esas alucinaciones.

Elisa García Grandes asistió al acto de inauguración. Elisa García Grandes asistió al acto de inauguración.

Elisa García Grandes asistió al acto de inauguración. / Juan Carlos Muñoz

Leña menuda incluye varias citas de Yerma. La obra de Lorca sigue manteniendo su fuerza...

–Cuando mi amiga me contó su historia, me dije: ‘Yo tengo que escribir esto, porque no lo he leído’. Trabajo como editora, y me topo con muchas historias que se repiten, y no pasa nada, que la originalidad puede estar sobrevalorada. Pero es cierto que vi en ese testimonio un terreno que podía explorar, que no se había tratado demasiado. Me puse a investigar y Lorca no hablaba de lo mismo exactamente, pero sí del dolor de la infertilidad, que es una historia muy vieja. En el libro quise incorporar una guía de lectura. Como quien pega en su carpeta del instituto las fotos de sus ídolos, de las estrellas del pop que le gustan, yo hice un homenaje a los autores que habían pensado o escrito antes sobre el tema. En Voces de Chernóbil, Svetlana Alexiévich recoge el testimonio de una madre a la que su hija le dice despreocupada que va a tener un bebé mutante y que lo va a querer, para el estupor de la madre. Leí aquello hace años y se me quedó la imagen. El lema de la Feria del Libro es Libros que dejan huella, y yo mencioné esas lecturas que me marcaron y que tenían alguna relación con lo que contaba en el libro.

–Muchos lectores se acercarán al libro creyendo que es su historia, una autoficción en la que se enfrenta a sus fantasmas, pero narra, como ha dicho antes, la experiencia que vivió una amiga.

–Con todas las novelas firmas un pacto de credulidad con el lector. Si vas a plantear una historia en la que aparecen dragones, tienes que trabajar para que el lector entre en ese juego. En mi obra no hay dragones, pero sí un falso diario, lo que vertebra de algún modo el relato. Lo que cuento no me ocurrió a mí, pero eso no impide que haya volcado en este libro inquietudes, temores, sentimientos. Aquí estoy yo también, de otro modo.

"Almudena Grandes era una matriarca de las letras, una mujer que abrió caminos a las que vinimos tras ella”

–Entre los fragmentos que componen el libro hay una carta de apostasía. Era inevitable que asomase la Iglesia en un libro sobre la interrupción de un embarazo.

–La religión no debería condicionarnos tanto: habría que pensar de otra manera la medicina, habría que tener un enfoque más preventivo. Hay análisis genéticos que te pueden hacer al principio del embarazo, que en otros países son gratis, y que podrían prevenir un montón de problemas, y ahorrarles mucho dolor a las familias.

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