DAMAS & RIVERA & RUIBÉRRIZ | CRÍTICA

La hora más exquisita

Rafael Ruibérriz, Alain Damas y Diego Rivera

Rafael Ruibérriz, Alain Damas y Diego Rivera / DS

Al músico, como artista, la sensibilidad se le presupone. Pero a menudo la inteligencia marcha por caminos diferentes y no siempre se acompasa con la sensibilidad. Por eso es siempre un placer no siempre frecuente salir al encuentro de músicos sensibles e inteligentes. Y la inteligencia se demuestra, entre otras cosas, en la manera en que configuran los programas de sus conciertos y recitales, tan a menudo cajones de sastre donde cabe de todo sin ton ni son.

Todo lo contrario del soberbio concierto ofrecido anoche por el Labradores por este trío de ases que diseñaron un programa lleno de sensibilidad, de coherencia, de variedad y de ritmo interno, sin altibajos y con una sucesión de bellezas encadenadas. Música francesa para piano, voz y flauta entre 1840 y 1960 caracterizada por ese élan de sutilezas y de belleza contenida dentro de unos límites formales nunca rígidos. Pero, sobre todo, una música servida con la acumulación exponencial de las sensibilidades y la maestría técnica de estos tres artistas.

Rivera tuvo que zafarse con el bello piano Gaveau de 1911 que ya no pasa por sus mejores momentos, pero aún así extrajo de él sonidos delicados y juegos de colores toda la velada. Damas estaba en el repertorio ideal para su voz lírica, perfectamente proyectada, clara, dueña de todos sus recursos técnicos y capaz de seducir con un susurro como en esos dos momentos para el recuerdo que fueron las dos canciones de Hahn. Y Ruibérriz acarició su flauta con un sonido lleno de matices y de arabescos, trenzando su voz con la del tenor y el piano.

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