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SAMUEL MARIÑO | CRÍTICA

Cuando el canto es lo de menos

Samuel Mariño y el brilli-brilli.

Samuel Mariño y el brilli-brilli. / Luis Ollero

Una buena mercadotecnia ha conseguido hacer de Samuel Mariño un fenómeno mediático. Jugando con el morbo de la peculiaridad de una voz de soprano masculino “natural” que no recurre al falsete; con la seducción que genera en el público general la referencia a los castrati; con cierto grado de victimismo queer de fácil lágrima; y con la atracción por unos outfits muy llamativos, con todo ello, se consiguió llenar la sala de un público entregado desde antes de que Mariño abriese la boca, porque lo musical era quizá secundario en el evento.

Otra cosa fue cuando el cantante venezolano atacó la famosa aria “Agitata da due venti” de Vivaldi. Se pudo comprobar entonces que estábamos ante una voz infantil, corta de armónicos, de limitada potencia y estrecha de tesitura. Las notas centrales y graves se perdían, mientras que las superiores iban tomando tonalidades metálicas y chirriantes conforme subían en la escala. Eso sí, la pirotecnia vocal estaba allí muy presente en la voz y en los gestos coram populo. Fueron brillantes las largas tiradas de notas atacadas en staccato y en martellato, las series de trinos entrelazados en “Torbido, irato e nero” y los gorjeos de “Quell’ augelin che canta”. En las arias más sentimentales o patéticas se degustó una delicada línea de canto sólo emborronada por el abuso de portamentos que amaneraban el fraseo (“Vedrò con mio diletto” quedó arruinada en este sentido). Y en materia de afinación no siempre estaba todo en su sitio, sobre todo por arriba.

Claro que para desafinar y sonar a chirriante lo de los violines. Sólo Aldo Mata ofreció en su violonchelo un sonido redondo, corpóreo y afinado junto al contrabajo (curioso, era un instrumento moderno, sin trastes y con cuerdas metálicas) de Luca Cola. Marcello Di Lisa quería imprimir garra en la acentuación de las arias más agitadas, pero el sonido del escueto conjunto apenas si remontaba el vuelo, lastrado por unos violines de sonido canijo y por una viola inaudible.

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