Presentación a la italiana
Undécima edición del ciclo 'Noches en los Jardines del Real Alcázar'. Componentes: Tamar Lalo, flautas dulces; Daniel Zapico, tiorba y guitarra barroca; Josetxu Obregón, violonchelo. Director: Josetxu Obregón. Programa: 'Hispaniae Musica: al servicio de reyes y nobles'. Lugar: Jardines del Real Alcázar. Fecha: Martes 13 de julio. Aforo: Lleno.
Si mis datos y mi memoria no me fallan, era la primera visita a Sevilla de Josetxu Obregón (Bilbao, 1979), brillante y versátil violonchelista, que vino en versión barroca, como líder del conjunto La Ritirata, para ofrecer un programa que, a pesar de su título, supuso básicamente un recorrido por la música italiana de los siglos XVI y XVII. Y es que, aparte Murcia y Sanz, guitarristas ya bastante tardíos, tanto el toledano Diego Ortiz como el (quizás) madrileño Bartolomé de Selma y Salaverde trabajaron en Italia y allí publicaron sus obras. Italianos fueron también Andrea Falconieri, aunque buena parte de su vida la pasara al servicio de la corte española de Nápoles, y por supuesto Domenico Gabrielli, iniciador de la gran escuela violonchelística boloñesa.
Obregón llegó acompañado de la flautista Tamar Lalo y del tiorbista y guitarrista Daniel Zapico, tres estupendos representantes de las nuevas y pujantes generaciones de la música antigua española. Su recital se fundamentó en una espléndida fusión de virtuosismo técnico, rigor estilístico y libertad artística. Sin excesos ni alharacas, todo sonó con fluidez, elegancia y hondura musical, con líneas sinuosas bien articuladas y acentos vigorosos. El sonido limpísimo de Tamar Lalo sirvió admirablemente a la jovial ligereza de las danzas de Falconieri como a las recercadas de Diego Ortiz o a las deliciosas variaciones sobre Vestiva i colli de Selma y Salaverde. Seguramente Selma pensaba en un bajón o una viola da gamba cuando escribió su Fantasía para bajo solo, pero la pieza sonó espectacular en el violonchelo de Obregón, que mostró una agilidad soberbia en los pasajes disminuidos y se atrevió a fundirla con un Ricercare de Gabrielli, escrito en un estilo más grave. Llamó la atención oír las Marionas de Sanz en una tiorba, que Zapico tocó toda la noche con refinadísima transparencia. Bravo.
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