Proyecciones de un amor profundo

David Morales estrenó en el Villamarta 'Lorca muerto de amor', una propuesta coreográfica sobre la última relación del poeta granadino

El característico braceo de David Morales durante el estreno de 'Lorca muerto de amor'.
Fran Pereira Jerez

30 de junio 2014 - 05:00

A veces, cuando los artistas flamencos intentan llevar cualquier relato o acontecimiento literario a la escena suelen caer en una subjetividad tan mayúscula que acaban por confundir al espectador hasta el punto de no saber qué es lo que realmente se quiere explicar. No es el caso de David Morales, que el viernes estrenó en el Teatro Villamarta de Jerez Lorca muerto de amor. Asumiendo el papel de Federico y representando los últimos años de su vida y su relación amorosa con Juan Ramírez de Lucas, el bailaor linense demostró su facilidad creativa y su tacto para abordar una temática tan complicada.

Lo hizo con un espectáculo de lo más actual, cimentado en una escenografía minimalista basada en las proyecciones y con una banda sonora excepcional en la que la guitarra de Daniel Casares, la voz de Esperanza León y el violín de David Moreira llevaron siempre el timón.

A lo largo de la hora y quince minutos exactos que duró el espectáculo, Morales evidenció un trabajo de producción previa profundo, que se aprecia no sólo a la hora de adaptar los textos de García Lorca a determinados cantes sino en el exquisito tratamiento de asuntos más controvertidos sobre política y sexualidad. Además, no le tembló el pulso cuando se tuvo que enfrentar solo al público, como lo demostraron los más de quince minutos de baile con los que empezó el espectáculo.

Posiblmente David Morales no sea un bailaor mayúsculo pero sobre las tablas conoce sus limitaciones y atesora experiencia, dos directrices que maneja a la perfección y que en términos globales hacen de Lorca muerto de amor una creación contundente que en todo momento mantiene la tensión del público.

A veces sorprenden las proyecciones, casi como si estuviésemos asistiendo a un espectáculo en tres dimensiones, y otras una coreografía llamativa, como el paso a dos que interpreta Morales con el bailarín Iván Amaya. Hay momentos para las individualidades como cuando Clara Montes, artista invitada, pone voz al poema Romance del rubio o la bailaora Noelia Sabarea asume el papel de las dos Españas a través de un mantón y una bata de cola, que maneja con fuerza, mientras suena una adaptación impecable del Suspiros de España.

Siempre bajo un hilo argumental y apoyándose en el flamenco (sólo lo vemos alejarse de él en momentos concretos pero con sutileza, sin desentonar), David Morales recurre a determinados cantes para expresar estados de ánimo y situaciones, como los tientos, la rumba coplera En el último minuto de Rafael de León, la bulería, los fandangos (impregnados de fuerza en las voces de los jóvenes Kiko Peña y José Montoya) e incluso una versión del Romance de los Peregrinitos, que Lorca grabó con La Argentinita allá por 1931.

Los últimos días de Federico pasan de las alegrías con letras alusivas a Falla -otro de los nombres propios de la vida del poeta- a la petenera (ejecutada con gusto por Esperanza León) que alumbra la llegada de la muerte tras una lucha fratricida con el sistema. Como no podía ser de otra manera, también encontramos versiones del Anda jaleo y, por desgracia, aquellos disparos que manchan el escenario de sangre y que dan paso al Réquiem por Federico de Rafael de León que recita majestuosamente Esperanza León y que culmina un montaje correctísimo.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último