Teatro barroco con pulso humano

Accademia del Piacere | Crítica

Academia del Piacere  en el Espacio Turina
Academia del Piacere en el Espacio Turina / Alejandro Verdugo (Festival de Ópera de Sevilla)

La ficha

ACCADEMIA DEL PIACERE

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I Festival de Ópera de Sevilla. Solistas: Lucía Martín-Cartón, soprano; Juan Sancho, tenor. Accademia del Piacere: Leonardo Rossi, violín; Johanna Rose, viola da gamba bajo; Rami Alqhai, violone; Carles Blanch, tiorba; Javier Núñez, clave y órgano; Fahmi Alqhai, violas da gamba soprano y bajo y director.

Programa: Il Gran Teatro del mondo

Salamone Rossi (c.1570-1630): Sinfonía Grave

Claudio Monteverdi (1567-1643): “Duri e penosi” de Il ritorno d’Ulisse in patria

Biagio Marini (1594-1663): Passacaglia

Claudio Monteverdi: “Illustratevi, o Cieli” de Il ritorno d’Ulisse in patria

Gaspar Sanz (1640-1710) / Fahmi Alqhai (1976): Pavana

Juan Hidalgo (1614-1685): Recitado: Rompa el aire en Suspiros / Peynándose estaba un olmo / La noche tenebrosa

Gaspar Sanz / Fahmi Alqhai: Marionas & Canarios

Juan Hidalgo: Trompicávalas Amor

Sebastián Durón (1660-1716): “Animoso denuedo” de La Guerra de los Gigantes

Luigi Rossi: “Lasciate Averno” de Orfeo

José de Nebra (1702-1768): “Adiós, prenda de mi amor” de Amor aumenta el valor / “Tempestad grande, amigo” de Vendado es amor, no es ciego

Lugar: Espacio Turina. Fecha: Domingo, 5 de octubre. Aforo: Casi lleno.

Bajo el título Il Gran Teatro del mondo, Fahmi Alqhai propuso un recorrido que enlazaba las primeras experiencias escénicas venecianas con el teatro cantado español del siglo XVII, territorio en el que la palabra y la danza, el gesto y la declamación convivieron con naturalidad justo cuando la ópera italiana empezaba a enfilar el estilo belcantista. El itinerario culminaba con dos piezas de José de Nebra, representante de un barroco español ya asentado y muy italianizado, pero que aún conservaba el perfume del siglo anterior.

La sección inicial remitía a la primera ópera veneciana y su inmediatez expresiva. Tras la Sinfonía grave de Salamone Rossi, de noble carácter instrumental, llegaron las páginas de Il ritorno d’Ulisse in patria, con dos dúos de Monteverdi –el de Eurímaco y Melanto y el de Penélope y Ulises– que ofrecieron un marco idóneo para el lucimiento de los dos solistas. Lucía Martín-Cartón comenzó algo distante, con una línea pulcra pero inexpresiva en su primera intervención. La ornamentación, en ocasiones, no fluyó con toda la naturalidad deseable. Fue necesaria la presencia y el empuje de Juan Sancho para que el diálogo ganara temperatura. El tenor, dueño de un instrumento maduro y poderoso, abordó el estilo monteverdiano con una naturalidad que pocas veces se escucha: sin afectación, con libertad rítmica y un control impecable de los ornamentos. La voz, algo nasal todavía, se proyectó con plenitud y flexibilidad. La réplica entre ambos en el dúo final, ya en un clima más contenido, ofreció un cierre de mayor equilibrio expresivo, aunque sin alcanzar una verdadera tensión dramática.

El bloque central del programa trasladó la atención a la música española del XVII, con Gaspar Sanz, Juan Hidalgo y Sebastián Durón como protagonistas. Aquí se produjo el cambio de atmósfera y también, en cierta medida, de temperamento vocal. Lucía Martín-Cartón pareció encontrarse más cómoda en este repertorio: su voz cobró frescura y soltura, se volvió más expresiva, más comunicativa incluso en los pasajes ligeros. Peinándose estaba un olmo tuvo la gracia y la atención a la prosodia y al texto precisos y en Trompicábalas Amor la compenetración con Sancho fue estupenda (pese al error textual del final, que no afectó para nada al impacto de la pieza). El tenor sevillano había mostrado también su gran momento en un, estupendamente dicho, recitado (Rompa el aire en suspiros), de prosodia impecable, y en una La noche tenebrosa verdaderamente deliciosa por el uso de reguladores y la profundidad expresiva conseguida. Sancho canta ahora con una serenidad técnica que le permite desplegar toda la expresividad sin rigidez. Su voz se sitúa con precisión, sin forzar, y encuentra el equilibrio justo entre claridad y energía. En el dúo de Durón, ambos cantantes se impusieron sin alharacas, con elegancia y fuerza comunicativa.

Para el bloque final hubo una mínima vuelta a la música italiana, el impactante Lasciate averno del Orfeo de Luigi Rossi, acaso el momento más bajo del tenor sevillano. Todo bien dicho, pero el estribillo sonó siempre igual, y el personaje está transformándose mientras canta el aria. Me dio la impresión de que si las otras piezas del programa las ha cantado muchas veces, esta quizá la tiene menos trabajada y eso se notó, no en lo técnico, pero sí en lo expresivo. Rossi introdujo a Nebra: un aria de Amor aumenta el valor que Lucía Martín-Cartón cantó espléndidamente por línea y fraseo. Luego el dúo cómico de Vendado es amor, no es ciego consiguió el mismo tipo de triunfo que el Trompicábalas Amor. Son piezas hechas para el clamor del público y Alqhai sabe adornarlas y colocarlas en el sitio justo del programa.

En esto, en la organización interna del repertorio, el violagambista sevillano se mostró unaz vez más como un auténtico maestro. Además, su Accademia del Piacere ofreció un acompañamiento de enorme refinamiento, atento siempre a los matices de la palabra y a servir a los cantantes. Son todos solistas de primer nivel, pero saben escucharse y trabajar en equipo. El conjunto se movió con flexibilidad estilística entre las secciones italianas y las españolas, y brilló, por supuesto, en las intervenciones puramente instrumentales. Las Marionas y los Canarios de Sanz, reelaborados por Alqhai, fueron un ejemplo de equilibrio entre virtuosismo y sentido estructural: el progresivo incremento de la intensidad condujo a un clímax vibrante, de enorme efecto en la sala. Era lo buscado. El público, que llenó casi por completo el Turina, acogió con entusiasmo la propuesta.

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