‘Arenas movedizas’, de Amie Siegel: la pobreza del lujo y la miseria del poder

Cultura

La artista estadounidense refleja en el CAAC el "lado oscuro" que esconden suntuosos edificios de Manhattan o las islas artificiales de Dubái, entre otros escenarios

La exposición podrá visitarse hasta el próximo 31 de agosto

Leygonier, la imagen del asombro

Yara Sonseca, comisaria de 'Arenas movedizas'. / Gabriel Hinojosa

Arenas movedizas es el título idóneo para resumir la primera retrospectiva de Amie Siegel en España, pues se trata de una exposición que nos mueve la conciencia, ofreciéndonos una aguda reflexión en torno al origen de diferentes escenarios vinculados al lujo –edificios sofisticados, materiales ostentosos, paisajes artificiales-. Un origen que la artista estadounidense sitúa en la explotación de los recursos naturales y en el cruel abuso de las condiciones laborales. De este modo, en la exposición se nos muestran elegantes pisos en Manhattan y suntuosas islas artificiales de Dubái que proceden de una mano de obra explotada y de una naturaleza devastada por la codicia del lucro.

En esta muestra de Amie Siegel –hasta el 31 de agosto en el CAAC- se cumple esa máxima de Rilke: la belleza es el principio de lo terrible. “Aquí vemos obras elegantes y atractivas en las que la artista revela el lado oscuro de esa belleza estética”, apunta Yara Sonseca, comisaria de Arenas movedizas. Esa idea se concreta en la película Asterisms, la cual se proyecta en la iglesia del antiguo monasterio de Santa María de las Cuevas. En esta “videoinstalación multicanal” –así se denomina a las pantallas que son soporte de la película- observamos cómo se construyen las islas artificiales de los Emiratos Árabes Unidos, e igualmente vemos, con curiosidad, cómo se trabaja el oro –para ser exactos en la descripción: unos lingotes de oro-. Para Amie Siegel, precisa la comisaria, “el oro no es un patrón económico, sino que representa las condiciones en las que trabajan los inmigrantes de la India y de Pakistán”.

En Asterisms, señala Sonseca, apreciamos cómo “el oro o el mármol esconden una serie de procesos que tienen que ver con la sociedad del capitalismo”. “En uno de los fragmentos de la película –continúa explicando la comisaria- vemos cómo se están construyendo, para el turismo, las islas artificiales de Dubái”. Estas construcciones tienen “consecuencias ecológicas, territoriales y, por supuesto, políticas”, pues degrada la naturaleza de un paisaje en aras del enriquecimiento de unos pocos, o del ocio de unos privilegiados que pueden permitirse viajar a estos países. La arena de estas islas, cuenta Sonseca, procede de Australia, ya que sólo en este país encontramos una arena con la suficiente consistencia como para resistir los edificios, carreteras o centros comerciales que se construyen sobre estas islas. La arena del desierto –de zonas próximas a Dubái- no resiste la construcción de una ciudad o de esos rascacielos que contienen tiendas de lujo y ocio caro. “Toda la exposición habla del poder. De esa tensión de convertir la naturaleza para crear riqueza”, resume la comisaria.

En la siguiente sala de la exposición, en la antigua sacristía del convento, se sitúa una “proyección panorámica flotante”, estructura similar al soporte en el que hemos visto la película de Amie Siegel. Si el oro y la arena eran los protagonistas de la sala anterior, en esta ocasión la artista, de nuevo desde lo audiovisual, se ocupa del mármol. En esta sala contemplamos una grabación de las canteras de Vermont -en los Estados Unidos-. De estas canteras se extrae el mármol que decora una promoción de lujosos edificios de Manhattan. Edificios en los que, sorpresa, nadie vive. “Estos pisos son falsos. Nadie vive en ellos. Son apartamentos que se construyen con el único fin de invitar a la compra”, revela la comisaria. Se repite por tanto la idea de un paisaje explotado con el único propósito de generar riqueza para unos pocos. “A Amie le interesa plantear imágenes que nos ayuden a poner en duda un sistema de creencias”, añade la comisaria.

Los desechos generados por el corte del mármol de las canteras de Vermont son utilizados en la serie Marble Dust Paintings. Un conjunto de pinturas en las que la artista nos sugiere la utilidad de aquello que consideramos un residuo, es decir, da la oportunidad de una nueva vida a aquello que consideramos descartado, inútil, inservible.

Una de las obras de Amy Siegel. / Gabriel Hinojosa

Estas salas –ejes de la exposición- se complementan con otras dos. En la primera nos topamos con una pequeña piedra, de mármol de color rosa, que proviene de la Torre Trump. La artista se hizo con esta pieza a través de una compra en eBay, en 2016. Expuesta en una vitrina, este mármol de la torre del actual presidente de los Estados Unidos es metáfora de la relación entre lujo y poder, aunque también se podría interpretar como la fragilidad del lujo y del poder –ambos efímeros, pasajeros, sujetos al deterioro del paso del tiempo-. Un mármol de un color similar al del patio del antiguo monasterio de Santa María de las Cuevas. Un ejemplo más de los “diálogos” de la exposición. Continuando por estas arenas movedizas llegamos hasta el capítulo titulado Surrogates, donde Siegel se detiene en las “fracturas y reparaciones” de diferentes esculturas clásicas del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. Un apartado que se podría entender como un testimonio más de la debilidad o fragilidad de la belleza, de lo sublime de una escultura clásica de mármol.

De cierre, Amie Siegel nos muestra una obra que ha sido creada para esta retrospectiva. Se trata de Relojes de arena. Aquí la artista regresa a la idea de la arena –de ese material de las islas artificiales de Dubái- para hablarnos del paso del tiempo y también de la fragilidad que sostiene nuestras vidas, y la belleza, y el poder. Un último capítulo que concluye la reflexión que vertebra esta muestra del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo: lo insignificante que, en el fondo, resulta la riqueza material. Y el terrible origen de esa luminosa belleza.

El refectorio del antiguo monasterio acoge ‘Cell (Arch of Hysteria)’, de Louise Bourgeois

Hasta el 16 de noviembre, aquellos que se acerquen al CAAC se encontrarán con la reconocida instalación de la artista francesa Louise Bourgeois, fallecida en Nueva York en 2010. La obra pertenece a la colección permanente del museo sevillano y es alegoría de la represión, del dolor y de la intimidad. Esta “celda” es representada a través de un cuerpo sin cabeza, arqueado sobre un “lecho metálico”, a cuyo lado se sitúa una sierra metálica. A la instalación se accede tras el hueco de una puerta que oculta la sugerente e inquietante escena. El CAAC, al ubicar la obra en el antiguo refectorio, tiene como propósito dotar de una nueva interpretación la “emblemática” obra de Bourgeois - que ha formado parte de exposiciones colectivas en el Museo Reina Sofía o en el Centro Galego de Arte Contemporáneo-. La instalación adquiere de este modo un nuevo significando y establece un “diálogo” –así lo define el CAAC- entre el patrimonio histórico y el arte contemporáneo.

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