Hastío en la Riviera

Bonjour tristesse | Estreno en Filmin

Claes Bang, Lily McInerny y Chloe Sevigny en una imagen del filme.

La ficha

** 'Bonjour tristesse'. Drama, Canadá-Alemania, 2024, 110 min. Dirección y guion: Durga Chew-Bose. Fotografía: Maximilian Pittner. Música: Lesley Barber. Intérpretes: Lily McInerny, Claes Bang, Chloe Sevigny, Nailia Harzoune, Aliocha Schneider.

La novela Bonjour tristesse se convirtió en un acontecimiento desde el momento de su publicación en 1954. Françoise Sagan, por entonces con apenas 18 años, escandalizaba a la crítica literaria y a la sociedad más conservadoras de la época al tiempo en que se convertía en best seller con su historia de iniciación e intimidad femenina, celos y veraneo chic en la Riviera protagonizada por una joven, su padre, su amante y las dos mujeres entre las que éste se debate por mediación de la primera. Otto Preminger amplificó el éxito con su adaptación cinematográfica de 1958 protagonizada por Jean Seberg y David Niven, que se convirtió también en filme de culto rodeado de cierta polémica en su desafío a la moral hollywoodiense de la época.

67 años más tarde y otras adaptaciones mediante, la canadiense Durga Chew-Bose acomete una nueva y respetuosa lectura de la novela trayéndose al presente y a unas mismas localizaciones a ese grupo de personajes (ahora protagonizados por Lily McInerny, Claes Bang, Chloe Sevigny y Nailia Harzoune) que disfrutan de la buena vida, el tiempo libre, la lectura, las conversaciones y los baños de mar sin más perspectiva que la de mirarse el ombligo de su propio confort burgués levemente atravesado por la melancolía y las pequeñas estrategias de seducción.

El problema es que, en su distanciamiento formal de la materia narrativa en búsqueda de unas ciertas cualidades atmosféricas e impresionistas, a Chew-Bose se le queda en el tintero la intensidad o la carne dramática que sí se ponía en juego en la novela y su primera adaptación. Esta Bonjour tristesse se abandona a una cierta contemplación del tiempo muerto, el paisaje, el diseño y la arquitectura hasta el punto de desinteresarse por esas emociones que, aunque ocultas y enfriadas tras el juego de las apariencias, queman en el interior de los personajes.

La operación nos recuerda a lo que hizo Guadagnino en Cegados por el sol con otro clásico como La piscina, con ese plus arty y amanerado que luce bien en pantalla pero que opaca a los personajes y sus motivaciones y deja muy al fondo las cuestiones edípicas o los roles de género que aquí, ya en pleno siglo XXI, son bastante diferentes a los de aquellos años cincuenta.

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