El cine entre la vida y el arte
A nuestros amigos | Crítica
Se proyecta hoy en un pase único (19:30h.) en los cines Avenida ‘A nuestros amigos’, el extraordinario nuevo filme de Adrián Orr sobre el paso de la adolescencia a la edad adulta

La ficha
**** 'A nuestros amigos'. Docu-ficción, España, 2024, 90 min. Dirección y fotografía: Adrián Orr. Guion: Samuel Martín, Celso Giménez, Adrián Orr. Intérpretes: Sara Toledo, Pedro Izquierdo, Paula Mirá, Manuel Cantelli, Itziar Manero
El cine de Adrián Orr trabaja con el tiempo y los materiales de lo real. Lo hacía pacientemente en aquella celebrada Niñato a propósito de un joven padre y rapero, y lo hace ahora, de nuevo a ras de mirada y espíritu de clase, siguiendo durante cuatro años, a través de un puñado escogido de situaciones y escenas, a una joven mulata de origen cubano del madrileño barrio de Carabanchel en su periplo post-adolescente desde los días previos a la Selectividad y sus correrías con los amigos de toda la vida, hasta su regreso a una boda desde Berlín donde ha ido a prolongar su formación como actriz.
A nuestros amigos trasciende el mero documento para trabajar su superficie y sus formas en una dimensión netamente ficcional, meta-ficcional incluso, planteando además una interesante puesta en abismo de sus propios elementos, quién sabe ya si reales o escritos, a partir de la representación, la narración en primera persona desde el presente y la interpretación entendidas como espejo, catarsis y proceso de construcción de la propia identidad.
Vemos a Sara (Sara Toledo) conversar o discutir con sus amigos del barrio en reuniones y escapadas nocturnas, la vemos también conocer al nuevo grupo de estudiantes con los que emprenderá su paulatina formación como actriz y su salida del barrio, encontrar a su nueva novia en un festival de verano, ensayar una obra de teatro de tintes autobiográficos e improvisados, la observamos en su vida cotidiana e íntima junto a su pareja, reflexionando en voz alta sobre sus dudas, encrucijadas y aspiraciones... Y siempre a su altura, a la de su forma de hablar, su lenguaje corporal, su energía arrolladora y su propio marco de acción y pensamiento nunca tutelado ni mejorado.
A nuestros amigos retrata así, al paso (suave, elíptico) de las estaciones y los años, un proceso de crecimiento y transformación con sus ilusiones, dudas, peajes y frustraciones, un proceso siempre fluido gracias a un extraordinario trabajo de montaje y a la distancia justa (en el doble sentido) que la cámara de Orr adopta ante sus personajes. Los temas emergen aquí sutilmente, sin forzamientos ni subrayados, desde la palabra y los gestos cotidianos, también de su puesta en escena, abriendo paso a una verdad generacional y compartida que nos recuerda de dónde venimos y a dónde podemos ir, también quiénes podemos ser, entre rituales colectivos de pertenencia o lealtad y un fuerte deseo de emancipación.
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