Club de lectura para el exilio interior

La de Lolita en Teherán es la historia de la autora del libro que le da título, la profesora y escritora iraní Azar Nafisi, exiliada en Estados Unidos desde 1997 y protagonista de un relato confesional e íntimo sobre la experiencia de vivir bajo un régimen paulatinamente radicalizado en el islamismo desde la promesa de la Revolución de 1977 hasta hoy.

Ese es el arco temporal que abarca esta historia de resiliencia y refugio en la literatura donde nuestra profesora universitaria, interpretada por la siempre estupenda Golshifteh Farahani (Patterson, Un diván en Túnez), ve cómo las libertades y la democracia de un país que empezaba a respirar al unísono con Occidente se vieron pronto frustradas por el control social y la censura religiosa, la misoginia galopante y la pérdida paulatina de esperanza para toda una generación de iraníes, especialmente para sus mujeres.

Reunidas en torno a un club de lectura clandestino donde se lee y se comenta a Nabokov, Scott Fitzgerald o Henry James como fuga de una realidad gris y opresiva que casi siempre queda en off salvo un par de episodios dramáticos en la cárcel y la universidad, nuestras mujeres se dan el relevo en sus anhelos de libertad, amor o sexo mientras la propia Nafisi ve cómo sus ideales de resistencia interna tienen cada vez menos fuerza y apuntan inexorablemente al exilio como única salida.

También pierde fuerza poco a poco una película que, en sus saltos temporales o su academicismo formal, cortesía del israelí Eran Riklis, tampoco consigue insuflar nervio, cambios o modulaciones emocionales a su idea central, siempre insistente en esa melancolía del expatriado que mira con dolor el destino de su país y de sus gentes.