Sitcom de reeducación

Espejo, espejo | Crítica

Toni Acosta y Santi Millán en una imagen del filme.

Ficha

** 'Espejo, espejo'. Comedia, España, 2022, 80 min. Dirección y guion: Marc Crehuet. Fotografía: Pol Orpinell. Música: Guillermo Martorell. Intérpretes: Malena Alterio, Santi Millán, Natalia de Molina, Carlos Areces, Carlos Bardem, Betsy Túrnez, María Adánez, Toni Acosta, Loles León, Verónica Forqué.

Ya en su primer largo, El rey tuerto, el también dramaturgo Marc Crehuet jugaba con los materiales y las formas teatrales, ruptura de la cuarta pared incluida, a propósito del duelo a la mesa entre un policía antidisturbios y una de sus víctimas en una manifestación, un filme que cogía la actualidad política casi al vuelo para adentrarse en el terreno de la sátira y el humor negro.

En Espejo, espejo, un filme ya de más clara vocación comercial, el teatro sigue estando presente aunque es ahora la sitcom televisiva y sus formas aseadas y escenográficas el molde sobre el que trabajar las relaciones y conflictos de un grupo de personajes, empleados de una empresa de cosmética venida a menos y peleados con su propia imagen en el espejo, que les devuelve un particular y esquizofrénico retrato de identidades a punto de desmoronarse: del jefe macho alfa (Millán) a la mujer que se siente hombre (Alterio), de la becaria insegura (de Molina) al empleado gris e invisible (Areces), de la conserje pirómana (Túrnez) a una psicoanalista de dudosa ética profesional (León), pasando por una madre sobreprotectora a la que Verónica Forqué presta su talento en el que ha sido su último papel en el cine.

Un microcosmos con el que Crehuet aspira a contar el mundo contemporáneo, sus peajes de hipocresía y corrección política, y que no termina de funcionar en su propio mecanismo discursivo a pesar de las buenas prestaciones del elenco, lastrada por una puesta en escena incapaz de distanciarse paródicamente del formato de origen, por esa idea recurrente del espejo o la desaparición de los reflejos y esa condensación espacio-temporal que hace de la oficina el decorado para las idas y venidas que han de transformar y reeducar a cada uno en su verdadera condición. Demasiado didactismo y repliegue a la postre cuando lo que realmente hubiéramos deseado es más desenfreno, más mordacidad y algo más de mala leche.

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