Eduardo Guerrero: “Si solo acudimos al teatro a que nos entretengan vamos mal”

El bailaor gaditano recala en el Teatro de la Maestranza este domingo con Debajo de los pies, una ambiciosa propuesta en la que expone su recorrido profesional y humano desde la tradición a la vanguardia.

Eduardo Guerrero en un momento de 'Debajo de los pies' / Javier Enrique Fernández

Lo arcaico y lo contemporáneo, lo individual y lo colectivo, lo masculino y lo fememenino…En el baile de Eduardo Guerrero (Cádiz, 1983) se combinan, chocan, cuestionan y expanden las dualidades que le definen. Con Debajo de los pies, estrenada en el Festival de Jerez hace tres años, el coreógrafo toma el pulso a su momento actual, combinando la confesión personal con un mensaje que se opone al individualismo imperante. Una pieza de danza que este domingo en el Maestranza pretende alterar las conciencias y subir al escenario la versión más estilizada del flamenco actual.

Pregunta.Con ese título es imposible no preguntarle en qué terreno pisa actualmente.

Respuesta.El título surgió leyendo a Pessoa, agarré esas metáforas del caminar porque me sirven para explicar cuánto he avanzado en mi carrera y qué queda debajo de mis pies, es decir, en qué momento me encuentro ahora. Quería reflejar ese viaje y esa evolución que he realizado del mismo modo que el flamenco, desde lo más primitivo hasta lo más vanguardista.

P.Antes de su estreno, definió este montaje como el más personal de su carrera, ¿qué se estaba guardando?

R.Desde que estrené esta obra hace tres años, es cierto que resultó un punto de inflexión. Lo que lo diferencia es que marca una nueva etapa. Esta pieza es donde más transito entre la tradición y la contemporaneidad. Para abordar desde otro lugar las piezas que trabajo acudí a un director, Mateo Feijó, y recurrí a la mirada externa de Rocío Molina, el espacio sonoro y visual de Los Voluble, para que la pieza gane en singularidad y obligarme a salir de esa zona de confort. Aquí no ha sucedido nada de repente, las etapas se han completado lentamente hasta hacer sólo lo que me apetece ahora, es una necesidad personal y artística.

P.Quienes han visto la obra admiranun trabajo en equipo, un mensaje universal: ¿combate el individualismo que define nuestra época?

R.Los artistas tenemos un altavoz, y solemos reproducir comportamientos extendidos en la sociedad. Si asimilamos el individualismo que define el mundo de hoy vamos mal. Tenemos en cambio que gritar en contra de eso. Los artistas debemos abrir el tarro y dejar de mirarnos el ombligo. Para mí esa apertura hace el proyecto más brillante, el trabajo en equipo hace que se descubran más cosas de ti mismo y de tu mundo.

Sin amor no se puede estar en el escenario

P.¿Llega un momento en que vanguardia y contemporaneidad se tocan?

R.Nosotros no tratamos de desvincularnos de nuestras raíces, pero lo que nos gusta presentar es cómo vivimos el flamenco hoy en día. Sin evolución no hay crecimiento. Eso es lo que hicieron nuestros precedentes: Paco de Lucía, Camarón, Morente…se guiaron por su propia vanguardia, que lo mejor que tiene es que nos dejó mucho espacio para seguir proponiendo cosas. Tenemos que seguir sumando para las siguientes generaciones tengan donde cimentar su época.

P.Usted contribuye en el proceso de diluir los roles masculino y femenino que definían el flamenco tradicional, ¿qué progresos observa en ese sentido?

R.Los asuntos de género están mucho más desarrollados en la sociedad que tal y como los mostramos en escena. Hay que empezar a entender que el flamenco recoge los cambios que se producen en la sociedad. Antes había que ceñirse a los roles de género, pero la mayoría de artistas referentes de este momento no tenemos esa barrera, y sería un error condicionarnos con eso. La dramaturgia te lleva hacia una emoción, y que yo sepa las emociones no entienden de masculino ni fememnino.

P.En 2025, ¿sigue siendo el amor el gran tema?

R.El amor es lo más apegado a un artista: si no amas, no puedes hacer arte. Tienes que amar el flamenco, de otro modo no te devuelve nada. El artista sufre tanto por él que es capaz de dejar su tierra, su familia, una relación y hasta a sí mismo. Sin amor no se puede estar en el escenario. Con los compañeros pasa igual, tenemos que mimar lo que hacemos en conjunto. El trabajo se devuelve de un modo distinto incluso de cómo lo aplaude el público. Yo he intentado plasmar el amor en escena no sólo desde lo masculino y femenino, ni siquiera por lo meramente físico, sino narrar el amor que siento por la música del guitarrista, por ejemplo, hacer de ese sentimiento un lenguaje no verbal.

P.Hay un mensaje político en lo que hace, no muchos flamencos se atreven a ello, ¿no le da reparo?

R.No tengo miedo a posicionarme, mis miedos son de otro tipo, mucho más internos. Yo llevo mis convencimientos al escenario, hay que ser consecuente. Si digo no al consumismo, en consecuencia llevo una ropa usada al escenario. Si trabajo en equipo es porque detesto el individualismo. Si muestro los muros que nos separan es por qué no lo entiendo y lo denuncio. Si hablo de la guerra lo hago muy patente con un casco militar que simboliza la destrucción…Los mensajes están ahí para lanzar preguntas. Sé que es incómodo venir a un teatro a divertirse y que te planteen cuestiones de ese calibre, pero la incomodidad es parte de ser público, y si solo acudimos al teatro a que nos entretengan vamos mal.

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