Teatro

‘Esperando a Godot’: el hombre ante su destino

El reparto de 'Esperando a Godot'.

El reparto de 'Esperando a Godot'. / José Ángel García

A pesar de las más de cuatro décadas de trayectoria, un recorrido avalado por el Premio Nacional de Teatro y el respaldo de crítica y público, Atalaya apenas había llevado a escena –salvo por una Nana que presentó en Madrid en 1999 y que era "un ejercicio más que un espectáculo"– a uno de los dramaturgos fundamentales del siglo XX, Samuel Beckett, una figura que sin embargo habían analizado con un entusiasmo concienzudo en sus talleres. Ahora, la compañía salda esa deuda con Esperando a Godot, que se representa el sábado y domingo en el Centro TNT –aunque el montaje estaba programado inicialmente dentro de la temporada 23/24 del Lope de Vega, cerrado por obras– y que desde la fidelidad al original resalta las vetas de ternura y comedia que esconde el texto, ese certero retrato con el que Beckett captó la vulnerabilidad del hombre ante su arbitrario e inexplicable destino.

Ricardo Iniesta, que codirige la pieza junto a Sario Téllez, asegura que con este proyecto "ha pasado algo mágico, porque en las propuestas de Atalaya siempre destacan las escenografías, las coreografías, los coros cantados... Eso es como un ADN de la compañía, y sin embargo aquí no hay nada de eso. En cierto modo es como un espectáculo anti-Atalaya, pero por otro lado tiene algo muy importante en nuestros trabajos, la poética, la poética del texto, la poética de las acciones", comenta el director, que ha planteado un espacio escénico en el que, además del árbol en que Vladimir y Estragón fantasean con poner fin a sus días, se agolpan montañas de calzado. Una imagen que remite a la obra –ya en la primera acotación uno de los personajes intenta descalzarse– y que a Iniesta le inspiró una visita a Auschwitz, donde le impresionó descubrir una habitación llena de zapatos de las víctimas del genocidio.

El director Ricardo Iniesta. El director Ricardo Iniesta.

El director Ricardo Iniesta. / José Ángel García

Iniesta explica que uno de los motivos de la larga espera para abordar Esperando a Godot fue el querer contar con los intérpretes en la edad idónea. "Era necesario que tuvieran la impronta del tiempo en sus rostros, en sus cuerpos", dice sobre un reparto que congrega a viejos aliados, actores y pedagogos que "suman entre los cuatro más de cien años en Atalaya". Jerónimo Arenal (Vladimir), Manuel Asensio (Estragón), Marga Reyes (Pozzo) y Aurora Casado (Lucky) tienen "no sólo el poso de haber trabajado en tantos montajes de la compañía, sino un físico que va en sintonía con un teatro aparentemente decadente, desvencijado. Ahora tenemos actores jóvenes, una generación emergente a la que llamamos de broma Atalayoung, pero no habría tenido sentido hacer Godot con ellos".

Los responsables del espectáculo presumen de haber imprimido a la obra un "ritmo vivo", y de alejarse de las visiones "demasiado densas y oscuras" que han encarado anteriormente el mismo material. "Hay gente que tras la función nos ha dicho: Yo no sabía que era una tragicomedia", señala Iniesta al respecto. "¡Y claro que lo es! Hay muchos momentos de sonrisa, no de carcajada. Y mucha ternura. El director de una compañía de Murcia comentaba que daban ganas de subir al escenario a abrazar a los protagonistas. A pesar de que los personajes no son nada románticos, pueden ser incluso sórdidos, pero es que el texto es una maravilla, tiene muchas capas", observa el director, que confiesa haberse "aburrido" como espectador de algunas versiones "que se acercaban a Beckett desde una óptica naturalista, y eso no funciona. Nosotros venimos de hacer Así que pasen cinco años y El público de Lorca, otros textos hipnóticos, y eso ayuda".

“Vladimir y Estragón no distan de un joven que espera que le den un ‘like’ en las redes”, opina Ricardo Iniesta

Más allá de su interés en el absurdo, en el que resuenan la desesperanza y el existencialismo de la posguerra, Esperando a Godot habla entre líneas, aunque se estrenara hace ya 70 años, de asuntos que nos afectan hoy, como "la soledad o la permanente espera en la que vivimos. Vladimir y Estragón no están tan lejos de los jóvenes que hoy dependen de los likes, que aguardan con ansia y preocupación que alguien les muestre su apoyo en las redes sociales o en un whatsapp", considera Iniesta. Para los actores, Beckett refleja con lucidez el hastío que a veces puede provocar la vida –"todos podemos reconocernos en ese cansancio"– y el desamparo que sufren los marginados. "Ahora que estamos trabajando en la obra, te encuentras con Vladimir, o con Estragón, por todas partes. Hay mucha gente desasistida en nuestra sociedad", lamenta Aurora Casado.

En Esperando a Godot, desde Atalaya recurren a un imaginario en el que abundan los referentes familiares para el espectador. "El Chaplin de La quimera del oro, esa escena encantadora en la que se come el zapato, no podía faltar aquí", apunta Iniesta sobre las influencias de este montaje, entre las que también están Buster Keaton o Stan Laurel y Oliver Hardy. Tadeusz Kantor, uno de los popes que ha guiado la andadura de Atalaya, también asoma por este Godot que, como sostiene su equipo, reivindica a través de sus personajes que "el ser humano, aún en situaciones muy difíciles, es capaz de levantarse".

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