'A. D. N. Crónicas urbanas en alta fidelidad'

La difícil poética del cartel

  • Manolo Cuervo muestra una vez más su poderosa creatividad en la Casa de la Provincia, donde exhibe sus estupendos murales y sus diseños para la Macarena

Miles Davis y la Virgen de la Hiniesta conviven en una obra de Cuervo.

Miles Davis y la Virgen de la Hiniesta conviven en una obra de Cuervo.

Quizá esta historia comience cuando el teatro perdió protagonismo a favor del cabaret y aparecieron en la calle nuevos mitos: la cupletista o el cómico de sala de fiesta compitieron y superaron a los grandes de la escena. Medio decisivo de esta transformación fue el cartel que, en paralelo, llevó al arte de la galería a la calle. Son las claves de una sociedad capaz de vivir un tiempo precario sin renunciar por ello a la memoria. Quizá la fuerza del cartel se muestre en que puso en pie de igualdad a Sarah Bernhardt y a Mistinguett, dando a ambas, no el aura permanente del óleo sobre lienzo, sino la memoria intermitente de la estampa litográfica en la pared de la ciudad.

El siguiente episodio lo escriben los cubistas al incorporar al cuadro recortes de periódicos, folletos turísticos, reclamos publicitarios. El collage no es caprichoso: incorpora valores plásticos al cuadro pero busca sobre todo conectarlo con la experiencia cotidiana, para evitar que el arte ceda al purismo y huya del mundo para no contaminarse. Picasso lleva al extremo la vinculación a la experiencia en su Paisaje con carteles: la ciudad industrial se adivina al otro lado de una tapia donde los carteles superpuestos parecen sedimentos urbanos.

Homenaje a Joseph Beuys. Homenaje a Joseph Beuys.

Homenaje a Joseph Beuys.

Sedimentos que impresionan en los años cincuenta del siglo XX a los décollagistes: sus obras son carteles superpuestos y arrancados que sugieren la precariedad y fragmentación de la experiencia en la ciudad moderna, y también que tal experiencia nos viene dada por la imagen construida por medios mecánicos. Sobre esa imagen trabajará el arte pop: Warhol llevará a gran escala fotos de accidentes de tráfico y de modo más silencioso, tomará, no un retrato sino el fotograma de un filme, para, reproduciéndolo industrialmente, meditar sobre la muerte nunca aclarada de un mito erótico, Marilyn Monroe.

A este este rumbo se incorpora Manolo Cuervo (Isla Cristina, 1955) con una larga ejecutoria profesional. En ella cumple la doble exigencia de este tipo de arte: proponer una imagen poética, a partir de los medios propios de la imagen mecánica, y que esa imagen pueda llegar a ser referencia socialmente compartida.

Así ocurre en los cuatro carteles de la Macarena. De un lado, buscan el mejor encuadre de la escultura, subrayando los valores que más le interesan. Quizá por eso hace avanzar el rostro y deja en segundo plano corona y manto, cubriéndolos con una orla, una suerte de arabesco que recuerda a los perfiles de las esmeraldas que más abajo quedan muy a la vista. Fija así la imagen con vigor poético. Por otra parte, le añade el color: enérgica pincelada sobre la fecha, fondos azules o verdes y una valiente mancha anaranjada, casi un dripping, en la pieza más convincente. A este rasgo, típico del cartel, se añade que la imagen aparece pautada por sucesiones de formas verticales fragmentarias, paralelas entre sí. Esas pautas dan a la obra la humildad de la imagen de masas. Antes que objeto artístico o imagen de devoción, Cuervo convierte a la Macarena en signo social al que el cartel otorga memoria gráfica.

Cuervo juega con referencias de la ciudad. Cuervo juega con referencias de la ciudad.

Cuervo juega con referencias de la ciudad.

El cuerpo de la exposición lo forman, por lo demás, sucesivos murales en los que Cuervo hace coincidir figuras de su trabajo. Llaman la atención en primer lugar las imágenes que adquieren categoría de mito. Así, la chica con la cámara junto a la que un texto dice, La mirada indiscreta. El cuerpo de la mujer, flexible e inquieto, hace vibrar el espacio. Justifica de este modo el texto pero por otra parte subraya un aspecto generalmente olvidado de la percepción: su dimensión activa. Antes que dejarnos impresionar por el medio, lo exploramos: la mirada es desde el principio indiscreta. Otro símbolo fértil es Help: a la palabra, escueta, la acompaña una diana. No es una evocación de los Beatles sino una auténtica llamada de socorro, la de los diseñadores a quienes la crisis, en los años duros, llevó al límite de la desesperanza. Una tercera figura con calidad de mito es la del torero: el rostro inescrutable, la figura firme sobre un círculo que quizá no sea sino un fragmento del ruedo sobre el que la figura parece congelada. Finalmente, el potente símbolo del Jazz. Guitarras y grafía cooperan para despertar un compás que sólo capta la imaginación.

Cuervo también recrea su versión de mitos sociales ya hechos: Kate Moss, convertida en chica Playboy, Duchamp, Joseph Beuys. Pero más que esas recreaciones me interesa su uso del collage. Gracias a la inclusión de formas gratuitas o al enfrentamiento de las que se antojan heterogéneas se hace justicia a la quebrada experiencia contemporánea. Por eso, la inclusión del signo sanitario sobre Joseph Beuys (que tenía al arte como terapia) o el enfrentamiento de la potente silueta de Miles Davis con la Virgen de la Hiniesta me parecen logros al alcance solo de quienes saben qué es un cartel.

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