La intriga de quiénes somos
Fernando J. López plantea en 'El sonido de los cuerpos' una novela negra con personajes que se buscan a sí mismos y una reflexión sobre la identidad y las máscaras del ser humano.
El sonido de los cuerpos. Fernando J. López. Dos Bigotes. Madrid, 2016. 296 páginas. 18,95 euros
Mario, un compositor de bandas sonoras, descubre de manera abrupta que desconocía qué sombras habitaban en el corazón de su pareja: Jorge, un director de cine de trayectoria prometedora, ha muerto, según parece, tras lanzarse desde la planta novena de un hotel. Mario no halla el consuelo de una carta que explique una decisión tan súbita y desesperada: sólo encuentra unas enigmáticas notas que el cineasta ha dejado sobre un posible proyecto, unas líneas en las que no se esboza un argumento pero sí se perfila un escurridizo personaje que responde al literario nombre de Dante. En su investigación de los motivos que pudieron conducir a la muerte de su compañero, la policía y una periodista, Alma Cuéllar, informan a Mario de unos crímenes con los que Jorge puede tener algún vínculo: uno de los asesinados se llama, precisamente, como el autor de la Divina Comedia.
El sonido de los cuerpos,la última novela negra del dramaturgo y narrador Fernando J. López, publicada por la editorial Dos Bigotes, arranca asomándose a los abismos de la incertidumbre. "A través de Mario, la historia interroga al lector hasta qué punto podemos pretender que conocemos a nuestra pareja cuando apenas nos conocemos a nosotros mismos", explica su autor. Así se inicia un relato complejo en el que la trama gira sobre la identidad y sus búsquedas, que se divide en tres partes (Ruido, Música, Silencio) y está contado por cuatro de los personajes: Mario; Cris -la hermana de Jorge-, Alma y Saúl -un amante de Mario-. "Todos son narradores interesados, es el lector el que tiene que decidir lo que es verdad. En esta obra, los personajes se muestran no sólo por lo que dicen sino también por lo que callan", señala López, finalista del Premio Nadal por otra novela negra, La edad de la ira. Pese a los secretos que guardan los protagonistas, prosigue el escritor, "en este libro hay mucha necesidad de contar. A mí me interesaba explorar por qué cada uno de ellos habla".
Uno de los asuntos que aborda El sonido de los cuerpos y que investiga Alma es la trata de menores, "un problema muy grave que en España tiene unas cifras alarmantes", denuncia López, un drama que no empieza a interesar a la periodista de la novela hasta que se identifica con una de las víctimas debido a una situación personal. "Alma simboliza la responsabilidad social del periodismo, pero también la responsabilidad de todos. Ella, como nos ocurre a los demás, no presta atención a ese tema hasta que llama a su puerta de una manera muy evidente. Con Alma quería plantearme cómo nos hemos insensibilizado ante el dolor", afirma López, que reivindica la novela negra como un espejo en el que reflejar "las aristas más sórdidas de la sociedad. Cuando uno lee a clásicos como Chandler o Hammett, está entrando en un tiempo, en unas costumbres; al final tan importante como los hechos que se cuentan es el entorno que se retrata", considera el narrador.
Esa situación personal que desestabiliza a la periodista es la transformación de quien antes era su hija, Helena, en un chaval que responde al nombre de Diego. "No quieres que se convierta en una víctima", cuenta Alma en uno de los fragmentos. "Y le hablas del orgullo. Y buscas materiales. Libros, series, películas... (...) Buscas algo donde la identidad no conlleve dolor, pero no lo encuentras. No hay cuentos de hadas trans. No hay nada que le explique a alguien de trece años que elegir el nombre, elegir la vida no será doloroso", se lee en las páginas de El sonido de los cuerpos.
"Diego nació como personaje secundario, pero acabó devorando gran parte de la novela porque me interesó mucho su historia", confiesa López, que colabora en un taller con adolescentes "que han atravesado situaciones muy complicadas y que están en un hospital intentando superarlas; intentamos que la literatura y la palabra les ayuden a reconducir sus vidas". De ellos tomó para el personaje de Diego "esas heridas, pero también las ganas de salir adelante. Con él no quería contar sólo la realidad de un chico transexual, que es muy dura, sino la realidad ya de por sí difícil de los adolescentes: seas como seas es complicado decidir quién eres", dice un creador que ha publicado varias novelas destinadas al público juvenil como Los nombres del fuego o El reino de las tres lunas y que cree que "ese período de la vida, el de la adolescencia, está muy poco tratado en nuestra ficción".
Para López, todos nos preguntamos, de un modo u otro, por nuestra identidad. "Uno decide ser sociable o romántico, y así muchos de nuestros rasgos no son más que imposiciones que nos hemos hecho. Por eso Diego es un símbolo: a menudo tenemos que escucharnos para saber quiénes somos, aunque ese trance sea doloroso".
También indaga en sus propias contradicciones Saúl, otra de las voces de esta novela polifónica que su autor presentó recientemente en Sevilla, en la librería La ExtraVagante. "Con él quería hablar de otro tema, de cómo cuando pierdes tu autoestima pierdes también tu identidad, y cómo hoy, con las redes sociales corremos un mayor peligro de medir nuestra valía dependiendo de lo que piensen los demás de uno. Con los likes, los comentarios en los blogs y esa parafernalia, estamos poniéndonos todo el tiempo máscaras. Nos inventamos el yo del Facebook, el de Instagram, y a veces es difícil diferenciar a la persona del personaje". Un desdoblamiento que pesa particularmente en Saúl, que persigue "relaciones más sinceras en ese entorno tecnológico de hoy".
López, que el pasado año estrenó como dramaturgo en el Festival de Teatro de Málaga Los amores diversos, se muestra partidario de que sus obras desentrañen el momento en el que fueron escritas. "Me gusta que mis novelas traten temas de hoy. Creo que la literatura tiene una gran capacidad para ser testimonio. A veces el mercado literario se refugia en el ayer o en lo distópico, pero a mí me falta el compromiso con el presente".
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