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Ivan Pivotti: "En el Sevilla Swing! conviven dos almas: la música para escuchar y para bailar"

XIII FESTIVAL SEVILLA SWING!

El festival celebra desde mañana su edición número 13 con una programación por la que pasarán el Debi Botos Quartet, el David Hermlin Trio y The Swing Rascals, entre otros

Reivindicación y experimento como bases de la diversión

Ivan Pivotti. Director del festival

03 de abril 2025 - 06:00

Con más de una década de historia, el Festival Sevilla Swing! ha sabido mantener intacta su esencia participativa y abierta, mientras crecía en ambición, calidad y proyección. Ahora, en su 13ª edición, promovida por el Ayuntamiento de Sevilla y dirigida por Ivan Pivotti desde la agencia Marmaduke, el festival redobla su apuesta: una programación que entrelaza talento internacional, formación de alto nivel, espacios para el baile social y vibrantes encuentros al aire libre. Una edición que no solo consolida lo construido, sino que sigue soñando hacia adelante, con el ritmo como brújula y el swing como bandera.

El festival, para el que pueden adquirirse las entradas en la web del ICAS, alzará el telón mañana viernes en el Teatro Alameda con la elegancia del Debi Botos Quartet. El sábado, en el mismo escenario, el David Hermlin Trio tomará el testigo con su espectáculo We Got Rhythm, un tributo deslumbrante al swing americano de los años 30. Pero la jornada del sábado va mucho más allá: en el CICUS, el festival desplegará su faceta más social y participativa con la actuación de los electrizantes Padilla Siblings, clases de baile para todos los niveles, en el que el más avanzado cuenta con las prestigiosas bailarinas Claudia Fonte y Colina Abril, desde Cataluña y Francia, y un animado cabaret en el que las escuelas locales demostrarán su talento y creatividad. La noche, como dicta la tradición, continuará en el Metropol de las Setas, donde las fiestas y sesiones mantendrán el pulso vibrante hasta el amanecer.

El cierre será el domingo en el Parque de los Perdigones, que se convertirá en un escenario al aire libre donde la música, la comunidad y la celebración se fundirán en una sola esencia. Allí, con un concierto gratuito de The Swing Rascals, el festival se despedirá con el mejor espíritu festivo, reafirmando su compromiso con la excelencia musical, la participación ciudadana y la reinvención de un legado que sigue conquistando nuevas generaciones. Si la lluvia hiciese su aparición, la fiesta se trasladaría al interior del Teatro Alameda.

David Hermlin Trio / Uwe Hauth

Con Pivotti, el alma tras la organización, conversamos sobre lo que nos aguarda en esta edición, sobre la memoria de lo vivido y sobre el futuro que el festival sigue soñando.

Pregunta.-Siendo este un festival de iniciativa privada, que nació de la inquietud de un grupo de personas que se juntaron para dar el primer paso, vemos que este año la organización principal es pública.

Respuesta.-Menos mal que el Ayuntamiento ha respondido este año y ha venido, en cierta medida, al rescate del festival. Esperemos que en las próximas ediciones se recupere la subvención europea que teníamos o, al menos, que el consistorio mantenga el mismo compromiso que ha demostrado en esta ocasión. A fin de cuentas, estamos celebrando nuestra decimotercera edición, lo que nos convierte en el festival de iniciativa privada más longevo de Sevilla, ahora que ya no existe el Nocturama. Creo que, al final, este festival es un patrimonio de la ciudad. Surgió casi por casualidad, como una broma entre amigos, y hoy se ha consolidado como un evento con público fiel, alejado de los circuitos comerciales. Aquí suelen actuar artistas que, en la mayoría de los casos, no solo no han tocado antes en Sevilla, sino que a menudo es incluso su primera vez en España. Es una propuesta que enriquece tanto a la ciudad como a la escena musical en general, y creo que es importante preservarla; siempre y claro, con ayuda institucional, porque solos no podemos.

P.-Hablemos de los valientes del principio; a los que hay que alabar, además, porque todavía siguen siendo los mismos.

R.-Somos diez. Están los seis componentes de O Síster!; Samuel Rigal, que llegó desde Cuba y fundó la primera escuela de baile cuando aquí el lindy hop aún era desconocido; Lavique y Marilene, las dos sastras alemanas que se instalaron en la ciudad dedicándose al diseño de moda vintage, rescatando los estilos olvidados del siglo pasado, y yo, que por entonces empezaba a colaborar con O Síster! desde Marmaduke, mi agencia de booking y management. Diez personas, un mismo equipo desde el principio. Es algo muy especial; seguimos reuniéndonos, somos amigos de toda la vida y cada uno sabe exactamente qué papel desempeña. Eso tiene sus luces y sombras. Por un lado, es fácil; con los años, el festival funciona casi solo, porque todos tenemos automatizado nuestro trabajo. Pero, por otro, se pierde parte de esa esencia inicial, de la emoción de los comienzos, cuando la incertidumbre te ponía los nervios de punta y todo era una aventura.

No buscamos grandes multitudes, sino preservar este proyecto de nicho que enriquece la cultura"

P.-Echo de menos este año en la gestión del festival al Ayuntamiento de Gines.

R.-Claro, ahí está el detalle; con la intervención del Ayuntamiento de Sevilla, las reglas han cambiado. Llevamos años celebrando el cierre del festival en Gines, en un parque que se adapta perfectamente a nuestras necesidades; tiene un escenario de obra, una pista de baile ideal, espacio amplio y hasta un ambigú. Es un lugar con encanto y funcionalidad. Pero el Ayuntamiento de Sevilla nos ha dejado claro que, si aparece como organizador oficial, no puede realizar actividades fuera de la ciudad. Es comprensible, y así se lo hemos explicado también al Ayuntamiento de Gines. Pero, la verdad, tanto el festival como Gines nos hemos quedado con cierta sensación de orfandad. Sin embargo, hemos encontrado una solución, porque el domingo 25 de mayo organizaremos una fiesta swing en Gines. Reuniremos a todos los bailarines y contaremos con la actuación especial de O Sister!, que tocará como gesto de agradecimiento hacia ese ayuntamiento. Será una manera de mantener vivo ese vínculo que tanto valoramos.

P.-Me ha dicho que este año ya no cuentan con la financiación de la Comisión Europea. Explíqueme también por qué la tenían todos estos años anteriores y ahora no.

R.-En 2016, cuando el festival cumplía cuatro años, trabajaba conmigo en Marmaduke una compañera experta en gestión de proyectos y financiación europea. Observando la escena del swing, que por entonces estaba, y en algunos aspectos sigue estando, en estado embrionario, veía yo el contraste con mi experiencia previa en el jazz contemporáneo, un género con una tradición consolidada tanto artística como profesionalmente en Europa y América. Durante mis frecuentes visitas al festival de Bremen, epicentro del jazz europeo, notaba la ausencia de una red similar para el swing. Este resurgimiento cultural era reciente, apenas 20 años, y carecía de estructura. Así nació la idea: ¿Por qué no crear una red europea de pequeños festivales de swing? Presentamos un proyecto a la Comisión Europea en 2017 con socios de Italia, Francia y Bulgaria encontrados online, lo que es reflejo de aquella fase inicial. Nos aprobaron un plan piloto de dos años. Para 2019, ya éramos cinco socios. Habíamos ampliado el enfoque; aunque veníamos de la música en vivo, incorporamos el baile al ver su relevancia en otros festivales. Para 2021 y 22, la escena había crecido exponencialmente. Presentamos un proyecto a gran escala con 13 festivales y dos millones de euros de presupuesto. Incluía conferencias, ruedas de prensa y mayor visibilidad, siguiendo el modelo del European Jazz Network que agrupa a gigantes como Montreux o San Sebastián. Este proyecto ha durado desde 2022 hasta el 31 de marzo pasado. No creo que renovemos con algo similar, porque la Comisión Europea valora innovación, no repeticiones. Probablemente nos centraremos en aspectos concretos, como las residencias artísticas al estilo de la que hicimos de Las Flappers el año pasado con tanto éxito; con menos socios, pero mayor especialización. La financiación europea ha cubierto el 60 % de nuestro presupuesto, que es de 50.000 euros, en esta década, permitiéndonos programar con dignidad. Nuestro aforo ideal son 400 personas y queremos mantener esta escala íntima. El festival sigue siendo viable, pero necesita apoyo para mantener su calidad actual. No aspiramos a masas, pero sí a preservar este proyecto de nicho que tanto aporta a la cultura. Ahora, ante la incertidumbre financiera se podría hacer con menos, claro; sería como volver a la esencia, a aquellos primeros años donde bastaban O Síster! y algunos grupos locales, pero no es el camino a seguir.

The Swing Rascals

P.-La principal consecuencia de este recorte presupuestario es que en el Teatro Alameda no haya este año sesiones dobles, sino una banda cada día. ¿Qué criterios han guiado la selección de los artistas de esta edición? Deme también claves de lo que nos vamos a encontrar en sus conciertos.

R.-Pues mire, el Sevilla Swing! tiene una personalidad muy especial dentro del circuito europeo. Lo que nos hace diferentes es el equilibrio que siempre hemos buscado entre la música para escuchar y la música para bailar. Tenemos como dos almas conviviendo: por un lado, los que vienen a disfrutar del concierto sentados, y por otro los bailarines…

P.-…el año pasado fue gracioso porque en un momento determinado había más gente bailando delante del escenario que sentada en las gradas.

R.-(Entre risas) Claro, es que pasa eso. Pero es que para nosotros el aspecto musical es fundamental, nos importa mucho la calidad de los grupos, cómo suenan en directo. Por eso desde el principio hemos mantenido un espacio para el swing manouche, ese estilo gitano de Django Reinhardt. Es el único swing con raíces europeas, ¿sabe? Hay festivales que son solo de manouche, como los que hay en Francia o el de Barcelona, pero nosotros queremos que quepa todo. El swing es amplio y nos gusta verlo de una manera muy holística, desde lo más tradicional hasta las fusiones con el house y el hip hop que vimos el año pasado. Este año, con menos presupuesto, hemos tenido que ser muy estratégicos. Al final serán tres grupos. El viernes en el Alameda traemos a Debi Botos, una guitarrista manouche húngara que debuta en España. Ella se ha criado en Toronto, pero como le gustaba tocar manouche y allí no tenía con quien hacerlo, se volvió a Budapest hace un año y desde ahí se está moviendo por todos los festivales europeos. ¡Es toda una rareza! Una mujer gitana tocando este estilo, que suele ser cosa de hombres. Tiene solo 28 años y mezcla el manouche con folk húngaro, algo muy lírico y melancólico. Vendrá con un cuarteto estupendo que consta de Aurore Voilque, violinista, también de manouche, y otros dos músicos franceses, Mathieu Chatelain, a la guitarra y Marcello Marella, al bajo. El sábado, para contentar a los bailarines, viene David Hermlin desde Berlín. Este músico, de ascendencia africana, también muy joven, es un espectáculo en sí mismo; toca la batería con un bombo de 24 pulgadas, algo rarísimo en jazz, canta y baila claqué. Su trío, con el clarinetista Lorenzo Baldasso y el pianista Sascha Kommer, recrea el sonido de Benny Goodman en los años 20 y 30 del siglo pasado, pero con energía moderna. Es la primera vez que viene a Sevilla, aunque es muy conocido en Europa. Y el domingo, el picnic swing de mediodía en el Parque de los Perdigones con The Swing Rascals, una big band que viene de Madrid, pero con nueve músicos argentinos, italianos, polacos y de medio mundo. La creó el trombonista italiano Giorgio Gallina, junto a la cantante argentina Ornella Marconi, y tocan ese swing clásico de Fats Waller y Count Basie que tanto gusta a los bailarines. Si llueve, lo haremos dentro del Teatro Alameda. La verdad es que con solo tres grupos hemos tenido que apretarnos el cinturón, pero cada elección ha sido meditada. El Ayuntamiento prefirió dos días en el teatro más el picnic, antes que concentrar todo en un día. Al final seguimos buscando ese equilibrio difícil con el que contentar a los puristas de la música, a los bailarines más exigentes y al público que quiere descubrir cosas nuevas. Es lo que hace especial al Sevilla Swing!.

Debi Botos

P.-Me ha dicho usted que Debi Botos mezcla jazz manouche con swing europeo. ¿Tienen preferencias personales por artistas que reinventen el género, como ella, o prefieren la fidelidad al sonido clásico?

R.-Es que al ser diez, tenemos diez almas distintas, cada una con su sensibilidad. Mire, la dirección artística de los grupos que traemos se la dejamos a O Síster!, porque al fin y al cabo todo esto nació de ellos. Son los que me van sugiriendo bandas y músicos que les interesan, y luego yo me encargo de la negociación, los contratos y toda la parte organizativa. Pero aquí viene lo divertido: O Síster! son seis, y cada uno es un mundo. Pablo Cabra viene de la escena de Maga y Sr. Chinarro, Matías Comino es un purista de Django Reinhardt, Paula Padilla a veces viene del pop, Helena Amado se va por la copla... ¡Ponerlos de acuerdo es un espectáculo! Siempre pasa lo mismo; cuando a uno le encanta una propuesta, hay otro que pone el grito en el cielo. Pero bueno, al final siempre encontramos el punto medio, porque todos compartimos esa visión amplia del swing. Para nosotros el swing es como un río que nunca para de crecer. A O Síster! el swing les ha marcado, pero hacen la música que hacen precisamente porque vienen de otros lugares. Si escucha su último disco, verá que tiene mucho menos swing puro que los primeros. Y eso nos parece bien, porque el jazz y el swing siempre han vivido de la mezcla. No hace falta recordar que tienen raíces afroamericanas, y esa esencia mestiza es lo que los mantiene vivos. Lo que vimos el año pasado fue la prueba, esa fusión con el hip hop que a algunos sorprendió, pero que al final encajó perfectamente. Al fin y al cabo, ¿no viene el hip hop de la misma raíz que el swing? Son como primos lejanos que al final se reconocen. Por eso nos gusta mantener el festival abierto, que quepan desde el manouche más tradicional hasta las mezclas más arriesgadas. Es bonito ver cómo todo acaba conectando.

P.-El festival se ha convertido en un referente nacional e internacional. ¿Han notado un aumento en la asistencia de público extranjero y del interés de los artistas de fuera por participar?

R.-Lo hemos notado muchísimo. Hace años que lo venimos viendo. Nos llegan mensajes de grupos de Nueva Orleans, de Nueva York, que nos dicen: Oye, nos han hablado de vuestro festival y queremos participar. Imagínese, que en esas ciudades se hable del Sevilla Swing! ¡Hasta hace sonreír a los que decían que aquí no pintábamos nada! Pero es bonito, ¿no? Significa que aquella semilla que plantamos ha echado raíces y ha crecido. Y no solo eso; grupos que han tocado aquí nos piden volver, otros se han formado después de pasar por el festival. Eso no es nada común; aquí el músico que viene se encuentra con un festival organizado por músicos, y eso se nota. A veces surge esa chispa creativa entre los de aquí y los de fuera. Como el año pasado, con los dos músicos franceses de manouche que vinieron, Hugo Guezbar y Esteban Félix, que se juntaron con Matías y Pablo, se metieron en el estudio de Happy Place y grabaron unos temas de Django. Al año siguiente volvieron para presentarlos en el festival. ¡Eso es muy bonito! Este año, en la jam de la fiesta inaugural del jueves puede que participe Debi Botos, llegada el día antes para ensayar con Matías. Son esas conexiones las que hacen que el festival tenga ya su trayectoria, su nombre. Y no solo artísticamente, también en el público. La mayoría son de Sevilla y alrededores, pero vienen autobuses de Algeciras y Málaga, sobre todo el domingo del picnic. Y no es una cantidad masiva, pero cada año aparecen algunos estadounidenses que ya son fijos. ¡El año pasado hasta vino una pareja de China! Los vi bailando en la fiesta de presentación y les pregunté: ¿Estáis de turismo?. ¡No, vinimos al festival!, me dijeron. En un mundo como este, esas cosas ya no son tan raras, pero... ¡qué alegría, ¿no?! Son pequeñas cosas que hacen que todo valga la pena.

El festival es el escaparate, lo que sale en los periódicos, pero el trabajo de verdad está en las salas. Sin esos locales, la escena no respiraría"

P.-El festival ha contribuido también a construir una escena cultural sólida en Sevilla. ¿Cómo hacen ustedes partícipes del festival a esta comunidad?

R.-Bueno, al final el festival nació de la comunidad local de swing. Éramos los primeros que estábamos en esto y es normal que la escena se haya ido reforzando gracias al evento. Aunque ahora tenga proyección internacional, nunca perdemos de vista lo nuestro. En cada edición miramos hacia la escena local, porque es la que nos alimenta, tanto de público como de artistas. Mire, ahora mismo se acaba de parar aquí con nosotros Rafa Torres, camino del local de ensayo. Él y Paul Laborda, al que llamaban el Django de Dos Hermanas, fueron de los pioneros. Cuando hicimos el primer festival, ¿a quién llamamos? A ellos, a O Síster!, a Jazz de Marras... la escena era minúscula. Pero mire ahora. O Síster! ha sido clave, pero además Matías, Paula y los demás han ido creando sus propios proyectos según sus intereses. Todos esos grupos nuevos han debutado en el festival. Este año, por ejemplo, estrenamos a Padilla Sibling, el proyecto de los dos hermanos, Paula y Marcos Padilla, con Rafa al contrabajo y Nacho Botonero al clarinete. Y no solo la música. El baile ha explotado; al principio solo estaba Samuel con su escuela y cuatro alumnos. ¡Ahora hay siete escuelas en Sevilla! Sus alumnos han montado las suyas propias, cada una especializada en un estilo. Antes iban los martes al Pumarejo, ahora llenan San Julián. Es impresionante ver cómo ha crecido. Por eso el festival siempre ha querido dar visibilidad y cancha a las pequeñas salas y locales. Al fin y al cabo, ellos son nuestra raíz. Lo internacional mola, pero sin lo nuestro, esto no sería lo mismo.

P.-Ya veo que el festival no solo ofrece conciertos, sino también espacios de convivencia y baile. Las salas son imprescindibles para fomentar la participación activa de los sevillanos.

R.-Los bares y locales de música en directo han sido claves para nosotros. Siempre los hemos apoyado porque lo suyo es una batalla constante: contra restricciones, administraciones, quejas de vecinos... ya sabe cómo va esto. Y encima con los cierres de la pandemia, muchos no pudieron aguantar. Nosotros siempre hemos tenido buena relación con ellos, porque son los lugares donde todo empieza. ¿Se acuerda del Naima? Era un sitio emblemático, pero al final tuvo que echar el cierre. Luego está el Gallo Rojo, que sigue siendo como nuestra casa; algunos días van los bailarines, otros hay jam sessions de swing. Y ahora se ha sumado el Allegro Ma Non Troppo, en la calle Parras, un espacio precioso que está haciendo una labor increíble. Hay que tener mucho valor para montar un local de música en directo hoy en día. Te llueven problemas por todos lados y el beneficio es mínimo, la verdad. Pero la gente que lo mantiene lo hace por pura pasión. Y eso es lo que hay que fomentar, porque son los que mantienen viva la escena día a día. El festival es el escaparate, lo que sale en los periódicos, pero el trabajo de verdad está en esos martes de jam session en el Gallo Rojo o los jueves de baile en el Allegro. Sin esos locales, la escena no respiraría.

O le damos espacio a las mezclas que están surgiendo ahora, o nos convertimos en un museo. Si voy a un festival quiero sorpresas, no solo recreaciones del pasado"

P.-¿Tienen objetivos concretos para futuras ediciones?

R.-Hay varios factores en juego. El primero es el presupuesto; este festival necesita cierta holgura económica. Volver a los orígenes, a ese formato local de llamar a los amigos, no nos interesa después de 13 años. No sería lo mismo sin aquel entusiasmo inicial. Ahora el reto es mirar hacia adelante: o mantenemos cierta ambición, o no tiene sentido. El año pasado dimos un giro consciente y ampliamos el abanico estilístico. No podemos quedarnos eternamente reproduciendo la música de los años 20 y 30. Es maravillosa, claro, pero la música evoluciona. O le damos espacio a esas mezclas que están surgiendo ahora, o nos convertimos en un museo. Y eso, personalmente, me interesa poco. Yo escucho de todo, desde el mainstream hasta la vanguardia. Pero si voy a un festival de jazz, quiero sorpresas, no solo recreaciones del pasado. Durante la pandemia lo demostramos, no cancelamos ni siquiera esa edición. Como no se podía bailar, nos lanzamos a programar grupos como Mastretta o Racalmuto, que rozaban el swing, pero iban mucho más allá. ¡Y el público respondió! Es bonito ver cómo la gente viene sin saber qué escuchará; a veces acierta, otras no. Hasta nosotros tenemos nuestros años flojos. Pero esa incertidumbre es la vida del festival. Por otra parte, también le digo: no nos ha mandado el médico hacer un festival; si algún día dejara de tener sentido, lo dejaremos y ya está. No es cuestión de vida o muerte. Pero mientras siga siendo este espacio vivo donde caben Django Reinhardt, el hip hop y lo que surja, seguiremos aquí.

P.-Hablando de futuro. ¿Valoran reforzar en futuras ediciones un formato híbrido como el streaming para llegar a más público? ¿Han considerado crear una escuela o archivo para documentar la historia del swing en Sevilla vinculada al festival?

R.-Lo del streaming es curioso. Llevamos años retransmitiendo los conciertos, aunque no lo hayamos publicitado mucho, porque también necesitábamos vender entradas, claro -risas-. La Comisión Europea lo requería al principio, y en pandemia fue casi obligatorio. Pero le soy sincero, a mí personalmente no me convence. Soy de los que escuchan mucha música en casa, pero casi nunca conciertos en streaming. Prefiero el vinilo, los discos; ver un directo en pantalla no me engancha. Para mí, lo mágico de la música en vivo está en el ambiente, el sudor de los músicos, cómo interactúan, esa energía que solo se capta estando allí. No digo que no tenga valor; hay quien lo hace genial y seguro que a mucha gente le encanta, pero no es lo nuestro. Y creo que mis compañeros piensan igual. Lo del archivo sí que daría juego. No lo hemos organizado nunca, pero el material existe; tenemos a Juan Luis Morilla fotografiando cada edición desde el principio, a Gonzalo Posada grabando los vídeos, los carteles de Neus Caamaño; somos un equipo fiel. Incluso Paula guarda hasta el último recorte de prensa de O Síster!. En la web están todos los carteles y vídeos, las fotos no caben, pero falta alguien que lo ordene todo como archivo histórico. Sería un trabajazo, claro. Quizá dentro de diez años algún estudiante haga una tesis con esto. El material está ahí, esperando.

Con Meschiya Lake perdimos la virginidad como festival. Nos enseñó a no tener miedo al espectáculo puro, a lo impredecible. Después de ella, todo cambió"

P.-Y al hilo del archivo. ¿Alguna experiencia inesperada o momento mágico en ediciones anteriores que defina el espíritu del Sevilla Swing!?

R.-Hubo un momento clave que lo cambió todo; el año que trajimos a Meschiya Lake en 2016. Esa cantante de Nueva Orleans fue una fuerza de la naturaleza, una tremenda artista y personaje, que nos dio la vuelta al festival... y a nosotros mismos. Hasta entonces habíamos programado grupos locales, algunos de Barcelona o Madrid, incluso franceses, pero nunca habíamos traído a nadie directamente de Estados Unidos. Surgió casi por casualidad; ella estaba en Europa con los Dizzy Birds, una gran banda de Berlín, tocando en Montreux, y nos pareció el momento perfecto. Además, fue increíblemente fácil; hablamos con ella directamente, una mujer sin filtros, aceptó un caché razonable y dijo que venía. Llegó hecha polvo. Venía del festival suizo, donde había hecho frío, llovido, la trataron mal, se cayó del escenario y se abrió la cabeza... El avión se retrasó y apareció en Sevilla a las 3 de la madrugada, recién salida de una ruptura, pero con un nuevo novio que acababa de conocer. Y entonces Sevilla la transformó: Abril, los naranjos en flor, un sol espléndido, no como ahora... al día siguiente, cuando fui a buscarla, ya estaba renovada, feliz, besuqueándose con el novio en un bar -curiosamente, este mismo en el que estamos ahora-, llena de energía. Y entonces me soltó: Oye, me gusta tocar en la calle. ¿Te importa si nos lanzamos? Claro, el festival tenía sus horarios, el sábado tocaba en el Alameda y el domingo en Gines, pero yo le dije: Toca donde te dé la gana. Y así fue. Se plantó con su voz poderosa y sus tatuajes por toda la ciudad, improvisando en la calle Tetuán, en Sierpes, en cualquier esquina... La gente no sabía de dónde salía aquella mujer desatada. Luego, en los conciertos oficiales, fue espectacular: botellines en el escenario, el blues crudo a voz en grito... Hay un vídeo en la web del festival donde se la ve quitándose el micrófono para cantar a capela, con esa fuerza que te estremecía. Fue mágico. Ese año perdimos la virginidad como festival. Meschiya nos enseñó a no tener miedo al espectáculo puro, a lo impredecible. Después de ella, todo cambió; nos atrevimos a programar cosas más arriesgadas, a confiar en ese poderío escénico que enamora al público y a nosotros mismos. Fue un antes y un después.

P.-La organización del festival será ardua, pero con su agencia trabajará en más cosas durante todo el año…

R.-Precisamente ahora además del festival estamos metidos en otro proyecto que nos quema la cabeza, Soundroutes. Empezó hace tres años como un programa de integración de migrantes a través de la música, pero con el tiempo se ha ido enfocando en el hip hop. Y mire, justo del 19 al 23 de mayo vamos a liar algo gordo en Sevilla, un International Bootcamp con raperos emergentes de Bélgica, Italia y Grecia. Será una semana de locos: convivencia, residencia artística, talleres de co-creación, hasta graffiti. Todo muy orgánico, muy enraizado en la cultura hip hop sevillana. Y se cerrará con broche de oro en la Sala 2 con un showcase donde actuarán la campeona europea femenina Masta Quba, que viene expresamente para esto, y el colectivo HH34, una mezcla explosiva de migrantes y raperos locales que se ha ido cocinando estos años. Es bonito ver cómo este proyecto ha ido mutando. Al principio era pura integración; ahora es un hervidero de rimas, beats e historias cruzadas. Como el swing, pero con flow.

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