Kader Attia en el CAAC: un examen a Occidente
Exposiciones
El artista franco-argelino presenta ‘El paraíso perdido’, exposición en la que se reflexiona acerca de los problemas de la modernidad, tomando como referencia las “heridas” y traumas históricos de Occidente
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En una prodigiosa entrevista de Philip Roth a Milan Kundera, el segundo declara una frase sentenciosa y sin embargo cierta: “El mal está ya presente en lo bello”. El escritor checo, a propósito del horror del totalitarismo -que bien conoció-, situaba en cualquier “sueño del paraíso” el origen de todo “infierno”. La barbarie por tanto no nace del dolor ni del resentimiento ni de las envidias, no viene del “mal”, sino de esa frustración de ingenuos idealistas, de aquellos que un día les da por imaginar un mundo idílico que por supuesto es imposible trasladar a la realidad. Salvo que destruyamos esa realidad –como algunos han pretendido en una historia que nos pilla cerca-.
La cita de Kundera podría resumir los numerosos temas que aborda El paraíso perdido, primera exposición de Kader Attia en España –primera exposición en solitario-. El artista franco-argelino, premio Marcel Duchamp, premio de la Fundación Miró, presenta en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo un proyecto que reúne reconocidas obras –pasadas y recientes- de su original producción, lo que supone una muestra que funciona a modo de antología, de síntesis de la trayectoria del artista.
La propuesta se ocupa de las diferentes “heridas” de la historia, es decir, de los traumas colectivos, de los traumas históricos, y reflexiona acerca de la responsabilidad de Occidente en ese dolor, que es ajeno pero también es propio. “La fragilidad es umbral y posibilidad”, apuntó Jimena Blázquez, directora del museo y comisaria de la muestra, en la presentación de este trabajo a los medios.
Entre el catálogo de temas de El paraíso perdido habría que subrayar los siguientes: causas y efectos de la colonización, nuestra relación con la tecnología y sus repercusiones, las frenéticas dinámicas capitalistas y sus consecuencias, la imposición de un canon en la historia del arte –por supuesto occidental-. Son asuntos que afectan a nuestra actualidad, asuntos que están en nuestra cotidianeidad, y que se proyectan como importantes desafíos para el futuro. Son oportunos por tanto los debates. Son oportunas por tanto las respuestas. Unos debates y unas respuestas que deben venir –así lo considera Kader Attia- de los museos. Estos espacios, para el artista, ayudan a relacionarnos de manera presencial en un contexto en el que lo digital influye –una influencia notable- en nuestro trato con el prójimo. El museo es, de este modo, “una manera de impactar en un mundo en el que ya no escuchamos”, reflexiona Attia, El artista entiende esta exposición como un recurso para difundir su mensaje –un mensaje “comprometido”- en un tiempo en el que predomina el individualismo y la distracción digital.
Migración, consumismo desquiciado, supremacía occidental
En El paraíso perdido de Kader Attia vemos obras en diversos materiales como el mármol, el cristal, la madera, el papel maché o el acero. Un conjunto de piezas que proviene de colecciones privadas y de museos como el Brooklyn Museum of Art. Entre estas piezas destaca La Venus Dogón, por primera vez expuesta al público y una obra clave en el discurso de la muestra. Ubicada en el inicio del claustrón norte del CAAC, esta escultura consiste en una reinterpretación de la popular Venus de Milo, pues a la “base clásica grecorromana” se le añade “un tronco tallado que remite a las estéticas africanas tradicionales”. Kader Attia, con esta reinvención de la conocida escultura, cuestiona la supuesta supremacía del arte occidental, y nos invita a mirar más allá de esa historia del arte, falseada, reduccionista y la simplificada. En la escultura del artista franco-argelino también se hace patente esa dicotomía norte-sur, la cual está en sus raíces, y ha servido de inspiración para sus obras. En Attia conviven esas dos visiones del mundo, con todas las implicaciones –culturales, sociopolíticas- que esto supone.
Siguiendo el pasillo del museo observamos, en las paredes, una serie de collages que componen una serie titulada Siguiendo la genealogía moderna, donde Attia, desde la fragmentación, construye su discurso en torno a lo que significa la modernidad. Una modernidad de la que se muestra reacio, de la que sospecha; una modernidad que no le convence y a la que le atribuye buena parte de los problemas de nuestro tiempo. Tanto es así que el título de esta exposición proviene de Baudelaire, uno de los grandes disidentes de la idea de modernidad.
Las salas que acompañan al pasillo contienen propuestas como Fantasma, que consiste en una suma de personas agachadas, con las piernas y los brazos encogidos, en posición fetal. La inquietante multitud evoca los “cuerpos silenciados por la historia”. Mucho de evocación hay también en El gran espejo del mundo, donde el artista recrea esa fragmentación –de nuevo lo fragmentario- del mundo en el que vivimos, esa imagen que bien define nuestra época de agitación, ruido, información incesante, tiempo acelerado.
El paraíso perdido continúa con su crítica al “consumismo globalizado” en Halam Tawaaf, instalación que se construye a base de una recopilación de latas usadas; o con el impactante El mar muerto, donde ropas tiradas en el suelo son símbolo del “drama de las migraciones por el Mediterráneo”; o con la sugerente Conversación eterna, donde las protagonistas son una serie de calabazas secas, cosidas, que nos hablan del concepto de reparación; un concepto que para Attia no es sinónimo de “borrado” de la herida, sino una oportunidad de reflexionar acerca de nuestro pasado, de esos traumas históricos que toda sociedad ha vivido. Y que estos no se olviden en generaciones futuras.
La exposición El paraíso perdido podrá visitarse en el claustrón norte del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo hasta el 18 de enero de 2026.
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