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Magistral Aguilera | Crítica

Las tres vertientes de Don Miguel

  • La Casa de la Provincia acoge una provechosa muestra sobre Pérez Aguilera, excelente dibujante e impenitente indagador del color y maestro inolvidable con el que tuvieron la suerte de tropezar sucesivas generaciones de artistas, diseñadores y profesores de dibujo

'Vista del río' (1975).

'Vista del río' (1975). / D. S.

Excelente dibujante e impenitente indagador del color, Don Miguel Pérez Aguilera (Linares, Jaén, 1915) fue sobre todo profesor, un maestro con el que tuvieron la suerte de tropezar sucesivas generaciones de artistas, diseñadores y profesores de dibujo. Esta muestra hace justicia a las tres vertientes de su personalidad.

Pérez Aguilera vivió una infancia y adolescencia nómadas, dada la profesión de su padre, guardia civil. La familia se asienta en Granada en 1931. Miguel, ya perito industrial, trabaja en la eléctrica Mengemor y asiste a la Escuela de Artes y Oficios. Desde sus estudios medios, un profesor llamado Urías le despertó la inquietud por el dibujo y la pintura. Pero sólo al finalizar la Guerra Civil decide estudiar Bellas Artes. Lo hace en Madrid, en la Escuela Superior San Fernando, mientras trabaja para ganarse la vida. Conoce la obra de Vázquez Díaz, Gutiérrez Solana, Ortega Muñoz y Benjamín Palencia. Hay ecos de estos autores en el Autorretrato (1941) que puede verse en la exposición. En él ya se advierte la idea de la necesaria unidad del cuadro o el dibujo. No son una anécdota llamativa o habilidosa, sino una construcción con la que el pintor transforma la geometría del rectángulo y la materia del lienzo y el pigmento. Una idea que también se rastrea en los dibujos fechados en Madrid, colgados en la muestra.

Dibujo con el que ganó la cátedra en Sevilla en 1945. Dibujo con el que ganó la cátedra en Sevilla en 1945.

Dibujo con el que ganó la cátedra en Sevilla en 1945. / D. S.

En 1945 visita su estudio Karl Buhholz. Aunque se le recuerda por la espléndida librería de Recoletos, Buhholz era sobre todo experto en arte moderno. Nacido en 1901, siendo muy joven abrió una galería en Berlín. Más tarde le cupo el dudoso honor de ser uno de los cuatro marchantes autorizados por el Tercer Reich para vender obras de arte degenerado (y tal vez de otras procedentes de colecciones expropiadas), en alguno de los tres países neutrales, Portugal, España y Suiza. Buhholz quiso inaugurar una sala anexa a la librería con una exposición de jóvenes prometedores: selecciona a Pérez Aguilera, José Guerrero, Pablo Palazuelo y Álvaro Delgado, entre otros. Pero más importante que esa muestra, inaugurada el 21 de naoviembre, fue para Don Miguel el nombramiento, fechado el 13 de diciembre: catedrático de dibujo del natural en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sevilla. Tomará posesión el 11 de enero de 1946. Su sueldo, 7.200 pesetas al año. El dibujo con que concurrió a la oposición también aparece en la muestra.

'Autorretrato' (1941) de Pérez Aguilera. 'Autorretrato' (1941) de Pérez Aguilera.

'Autorretrato' (1941) de Pérez Aguilera. / D. S.

En 1947, hace su primera exposición individual en Sevilla y recibe de la Delegación de la República Francesa en España una bolsa de estudios en París. Partirá en noviembre y vivirá en la ciudad durante 1948. Allí estudiar directamente la obra de Picasso, Braque, Modigliani, Vlaminck, Dufy y Dubuffet. Le sorprende el expresionismo de Soutine, admira el uso del color en Cézanne y descubre que los impresionistas franceses empleaban el color con una libertad y una riqueza de matices que los impresionistas españoles ignoraban.

José Guerrero y Pablo Palazuelo obtuvieron análogas bolsas de estudios. Palazuelo se permanecerá en París y Guerrero viajará a Italia y después a Nueva York. Pérez Aguilera regresa a Sevilla, Será el profesor de muchas generaciones.

Sbra sin título, perteneciente a su etapa abstracta. Sbra sin título, perteneciente a su etapa abstracta.

Sbra sin título, perteneciente a su etapa abstracta. / D. S.

No abandona la pintura. La exposición da cuenta de su trabajo sobre el color: los severos paisajes de los primeros años, los luminosos óleos sobre papel de los niños y las vistas del Guadalquivir en las que el color, más brillante y más audaz, anticipa sus cuadros abstractos. La muestra los reúne con acierto en una silenciosa sala. Es una obra que resiste a la clasificación. El espectador debe medirse con ella: con algo tan básico (y tan difícil) como el color, la luz y las texturas.

Más allá de ese trabajo, lo mejor de su obra, los alumnos. Para ellos, Pérez Aguilera fue guía e iniciador en la práctica del dibujo, en el modo de entender la pintura y sobre todo en el valor y sentido del arte. La muestra reúne la obra de numerosos alumnos: un buen paisaje de Mauri, un excelente bodegón de Teresa Duclós, el Armario rojo de Carmen Laffón, una ascética obra de Roberto Reina, trabajos pequeños de Gordillo y Joaquín Sáenz (fueron a las clases de Pérez Aguilera en calidad de libre oyente), de Santiago del Campo un retrato de Don Miguel. Son un homenaje al profesor que rinden de buena gana autores tan como Cristóbal Aguilar, Magdalena Bachiller, Manolo Cuervo, Javier Buzón y Ricardo Cadenas entre otros muchos. Faltan algunos. Se echa de menos a Cuadrado, entusiasta alumno de Don Miguel, Cortijo y Rolando Campos (no terminó los estudios pero mantuvo el fuego sagrado del dibujo). Tal vez la premura de tiempo o la falta de espacio motivó estas ausencias que hubieran completado satisfactoriamente una exposición que merece la pena visitar.

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