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Maligno | Crítica

James Wan en formato de cámara

Una imagen de 'Maligno', el nuevo filme de James Wan, moderno 'rey midas' del cine de terror.

Una imagen de 'Maligno', el nuevo filme de James Wan, moderno 'rey midas' del cine de terror. / D. S.

El malayo-australiano James Wan es una indiscutible figura mundial del terror que con su primera película, Saw, reventó las taquillas y dio origen a una larga y rentable franquicia que suponía una más sangrienta y sádica vuelta de tuerca del cine de terror en su evolución del gore, el splatter o del slasher al torture porn. Nunca encontré interesantes estas películas, pero millones de congéneres sí lo hicieron.

A partir de ahí su carrera como director –paralela a la igualmente triunfal de productor– se dividió, con la excepción de Sentencia de muerte, entre cintas de terror (Dead Silence, Insidious, Expediente Warren: The Conjuring, Expediente Warren: El caso Enfield) y en menor medida de acción (Fast and Furious 7) y fantasía (Aquaman).

Maligno se apunta al primer bloque adornando su habitual blood festival con explícitos homenajes al giallo (palabra que a lo largo del tiempo ha cambiado su significado de novela negra –por la serie amarilla de la editorial italiana Mondadori–, como en Francia será llamada negra por la Serie Noire de Gallimard) con visibles ecos de Mario Bava y Dario Argento –hasta en el cartel de la película– y sus posteriores recreaciones por Brian de Palma en estilo neo-cutre, Lynch en neo-barroco, Tarantino en cine-collage y unos cuantos otros.

La protagonista está asediada por atroces visiones que multiplican su horror al replicarse en la realidad. Colorines setenteros y ochenteros, decorados de cierta sugestión post-gótica, desmadres de cámara... Y poco más. Puede que en sus equilibrios entre suspense y terror, consciente e inconsciente y realidad y fantasía, y en su retorno a un formato más modesto, no entusiasme a los fans de Wan, salvo a los incondicionales de los maestros de aquel cine italiano de los 70 y 80 a la vez hortera, cutre e interesante (hasta que empezó a ser apreciado por la crítica y se tomó a sí mismo en serio).

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