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Literatura

El obituario de los puntos suspensivos

  • 'El hereje', la monumental novela publicada en 1998, se convirtió en el punto y final de la producción literaria de Delibes

"Aunque viví hasta el año dos mil..., el escritor Miguel Delibes murió en Madrid el 21 de mayo de 1998, en la mesa de operaciones de la clínica La Luz. Esto es, los últimos años literarios no le sirvieron de nada". Miguel Delibes dejó escrito este obituario entre las páginas del primer tomo de sus obras completas definitivas, publicado en octubre de 2007.

El escritor castellano, fallecido hoy, confirmó en aquel texto sincero y descarnado lo que ya temían sus lectores: El hereje, la monumental novela que publicó en 1998, era el punto y final de su producción literaria. "En el quirófano entró un hombre inteligente y salió un lerdo", aseguró Delibes en el preámbulo escrito en mayo de 2007 para sus obras completas, un proyecto del que Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg y Destino han publicado hasta la fecha los tres primeros volúmenes.

Los cirujanos lograron impedir con esa operación que el cáncer acabara en aquel momento con la vida de Delibes, que nueve años después se preguntaba "quién fue el vencedor" de aquella batalla. "Terminé como siempre había imaginado: incapaz de abatir una perdiz roja ni de escribir una cuartilla con profesionalidad".

Puede que Delibes no volviera a cazar, pero aún le alcanzó para escribir con maestría sus últimos textos. En diciembre del pasado año se editaron los volúmenes segundo y tercero de sus obras completas, que abarcan veinticinco años de su trayectoria literaria (1953-1978), y el escritor castellano volvió a tomar la pluma brevemente para despedirse de sus personajes. "Los protagonistas de mis relatos son invariablemente perdedores, aplastados por la sociedad, la ignorancia, la política, la organización o el dinero, es decir, aquellos recursos de que se vale el dictador para imponer su dominio", explicó Delibes en uno de los prólogos que escribió para la ocasión.

En aquellas notas certificó que "los personajes de una novela, una vez que cogen confianza, tiran por donde les da la real gana". Delibes se refería en concreto a Lorenzo, su personaje más entrañable, que pasó de cazador a emigrante y jubilado en una serie de novelas que protagonizó a lo largo de cuarenta años. "Con Lorenzo, el cazador, creí descubrir un héroe distinto de los que proporcionaba la época, un hombre original, para quien la felicidad no radicaba en el dinero ni en el sexo", es decir, "un mirlo blanco", que con la edad "pegó el cambiazo", escribió su creador en octubre de 2007.

En estos textos finales, Delibes constata que el final de sus días como escritor han llegado y que su vida no tardará en acabar. Pero que nadie busque quejas. "Otros tuvieron menos tiempo. Al fin y al cabo, setenta y ocho años (la edad que tenía cuando fue operado de cáncer) son bastantes para realizar una obra", dejó escrito.

Pero, volvamos al comienzo del texto: "Aunque viví hasta el año dos mil..." En esos puntos suspensivos dejó su rastro el alma de un viejo periodista que deja preparada la necrológica, a falta de los últimos detalles, que se añadirán cuando la muerte del personaje se haya producido. Los supersticiosos deben saber que en algunas redacciones se afirma que basta tener preparada una necrológica para que la vida del personaje en cuestión se prolongue de manera inesperada. Hoy llegó el día de rellenar la línea de puntos de ese obituario que Delibes escribió como preámbulo de su obra reunida, que late, espléndida y profunda, a vuelta de página.

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