Aniversarios musicales franceses
MARIAROSARIA D'APRILE & TOMMASO COGATO | CRÍTICA
La ficha
****Noches en los jardines del Real Alcázar. Programa: ‘Pavane pour une infante défunte’, Sonata para violín y piano nº 2 en Sol mayor; ‘Vocalise-étude en forme de habanera’, de M. Ravel; ‘Gnossiennes’ nº 5, 3 y 1, de E. Satie; ‘Carmen Fantasie’, de G. Bizet/F. Waxman. Violín: Mariarosaria D’Aprile. Piano: Tommaso Cogato. Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Viernes, 19 de septiembre. Aforo: Lleno.
Ravel (ciento cincuenta años de su nacimiento), Satie (cien años de su fallecimiento) y Bizet (ciento cincuenta años de su muerte y del estreno de Carmen) centran las principales efemérides musicales de este año y a ellas estuvo dedicado este concierto que, como era de esperar conociendo a estos grandes músicos afincados por voluntad propia en Sevilla, resultó todo un triunfo.
No empezó bien del todo el concierto, con una Pavana para una infanta difunta en la que al violín le costó conseguir un sonido definido y limpio, con un ataque inicial desvaído y un fraseo sobrado de amaneramiento por culpa de portamentos y excesivo vibrato. Todo se enmendó para el resto del concierto con la sonata de Ravel, en la que D’Aprile sacó a relucir una amplia paleta de colores, desde los más densos a los más sutiles en el primer movimiento y con un soberbio control del sonido, como se evidenció en la tirada de trémolos de intensidad regulada con fluidez y continuidad de la línea, mientras que Cogato daba sentido al sonido percusivo y entrecortado de su mano izquierda. El final de este movimiento fue en ambos un dechado de sutilidad extrema en la resolución del diminuendo. Para el ‘Blues’ del segundo tiempo recurrieron ambos a ritmos entrecortados, diversos grados de staccato en el piano y nítidos pizzicati en el violín, para desembocar en un trepidante ’Perpetuum mobile’ en el que la violinista derrochó agilidades, precisión y sentido de la continuidad en medio de un discurso casi delirante.
Cogato abordó en solitario tres de las famosas Gnossiennes de Satie, cuyas partituras, sin barras de compás, dan carta blanca al intérprete para jugar con el tempo y el ritmo. Música descarnada de todo artificio, reducida a la mínima expresión melódica y a la que Cogato, mediante gradaciones de rubato y de dinámicas, dio personalidad y variedad en las múltiples repeticiones, consiguiendo en las de aire más orientalizante un efecto casi hipnótico. Violín y piano volvieron con la famosa vocalización en forma de habanera de Ravel con ese deje lánguido y arrastrado de su ritmo, con unos glissandi muy expresivos en el violín. Y el estallido final: la fantasía escrita sobre temas de Carmen por Franz Waxman para la banda sonora de la película Humoresque de Jean Negulescu en 1946. Aquí D’Aprile se desmelenó simbólicamente hablando con toda una batería de recursos virtuosísticos, con dobles y triples cuerdas, pizzicati en la mano izquierda, bariolages, diversos efectos de rebote de arco; pero también con musicalidad y profundidad expresiva en la línea cantable del aria de las cartas, con registro grave cargado de dramatismo.
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