“Todo un reino dependía de que una mujer diera a luz”
Entrevista a la escritora Andrea D. Morales
Las traiciones, la política y el amor son los tres pilares de ‘La última sultana’, una novela que se ambienta en la Alhambra del último reino Nazarí
Experta en la Edad Media, más concretamente en Historia de género en al-Ándalus, esta sevillana de 26 años acaba de publicar, después de dedicarse a la literatura juvenil, su primera novela histórica: La última sultana. Desarrollada con una prosa concreta, su obra desgrana los entresijos políticos, las rivalidades y las conspiraciones familiares que se vivieron dentro de una Alhambra gobernada por Boabdil, el último sultán del reino nazarí de Granada. Todo ello, mientras los jardines y estancias de la ciudad palatina iban siendo testigos de los romances más pasionales que emergieron en el siglo XV.
–Aquello de “Llora como una mujer lo que no supiste defender como un hombre”, que la madre de Boabdil (Aisha) le dijo a su hijo cuando perdió Granada, ¿cuánta veracidad histórica tiene?
–Ninguna. Es del padre Echevarría en su obra Los paseos de Granada. Alguien se lo inventó hace mucho tiempo ys e quedó en el imaginario colectivo.
–La Aisha del libro podría haber dicho perfectamente esta frase.
–Yo quería hacer una Aisha que fuera dura y estricta pero que luego mostrara que tenía sentimientos, amor hacia los suyos y que era protectora, de modo que al final esa imagen de dureza no era más que la capa protectora que se tiene que poner para sobrevivir en el Harén, que es un sitio muy complicado.
–¿La madre de Morayma es un personaje ficticio? No existe biografía sobre ella.
–Se sabe del padre de Morayma, pero de la madre no se sabe absolutamente nada. Normalmente, de las mujeres del círculo del gobernante, las que han sido esposas oficiales, concubinas o esclavas sí que se tiene algo de información, pero es muy poco lo que se sabe de las mujeres que quedaron fuera de ese grueso poblacional.
–Usted la ha inventado y ha hecho de ella la “madre” como tal: la figura protectora, cariñosa, maternal, etc, cualidades que ha heredado la protagonista, Morayma.
–Sí, Morayma dice que su hermana menor, Aziza, heredó la gracia y rasgos físicos de la progenitora, pero que ella es la que recibió la parte de cariño, abnegación y sacrificio, lo que realmente importaba en aquella época.
–Dice: “Y yo, completamente enamorada, solo quería proteger al niño que fue y al hombre que era”. Ahí radica esa maternidad extenuada de Morayma.
–Claro, Boabdil vive un drama enorme, y hay que tener en cuenta que en aquellos momentos y en aquella sociedad, que era oriental-islámica, se tenía el concepto de mujer cuidadora como principal cualidad. Se esperaba que una mujer fuera servicial y que protegiera a su marido de sus miedos.
–Y, sin embargo, se le rebela.
–Claro, ella es un personaje con una gran evolución. Cuando llega a la Alhambra es una niña recién salida de la protección del hogar: es sumisa e ingenua, y no sabe muy bien de qué va el asunto. Conforme va pasando el tiempo y entiende las dinámicas de los juegos políticos, empieza a darse cuenta de que hay asuntos en los que ella debe tener voz. Se planta. Ella lo quiere y lo sigue a donde sea, pero aprende a poner su límite.
–Zoraida es un personaje que, pese a tener una sola escena, tiene la fuerza suficiente como para estar siempre presente. ¿Es la villana?
–Para la historia, desde luego, es la villana. Historiográficamente se ha considerado a Zoraida como la causante de la caída del reino nazarí de Granada, sobre ella recayó toda la culpa de que fueran expulsados. En esa única escena ella se justifica alegando que la culpa no es suya; que fue ella, sí, pero que podría haber sido cualquier mujer la que se metiera en el matrimonio entre Muley Hasan y Aisha.
–¿Es un libro feminista?
–No sé si es un libro feminista. Tiene muchas protagonistas femeninas, pero no sé si es feminista.
–La medicina/brujería tiene mucha importancia en la trama, tanto que es el hilo conductor para que suceda lo que tiene que suceder (la maternidad).
–Todo es verídico. Para Morayma, y para cualquier mujer que fuera esposa de gobernante, era muy importante poder dar a luz, y yo quería que eso se reflejara en el libro. Quería plasmar la maternidad, la importancia de que todo un reino dependía de que una mujer diera a luz, y para ello, la protagonista debía acogerse a esa medicina.
–“A Boabdil lo seguiría como las briznas de hierba que el viento arrastra en su soplar” es una clara referencia a “te sigo por el aire como una brizna de hierba” de García Lorca en Bodas de Sangre. ¿Cómo se gestiona la influencia de otros autores?
–García Lorca me gusta mucho, y esa frase especialmente. Que no te afecte la prosa de otros autores o que no te veas influenciada es prácticamente imposible. Deshacerte de la enorme influencia de otros artistas o autores es inalcanzable.
–En esta obra hay pederastia, violaciones y violencia, ¿cómo se escribe sobre el pasado sin juzgarlo con nuestros ojos?
–Hay que entender que no es ni tu sociedad ni tu tiempo. Lo que se escriba no se puede juzgar desde el ahora. Las niñas podían llegar a casarse con 10 años, aunque se esperaba más para que pudieran llegar a consumar el acto. A día de hoy, en nuestra sociedad, eso es impensable. No puedo hacer una reivindicación de esta situación ni lo pretendo, solo es un fiel reflejo de lo que hemos dejado atrás.
–Es su primera novela de carácter histórico, de hecho, del ámbito en el que se ha formado. Anteriormente había escrito la bilogía de las Crónicas del Mar y Las brujas de Tintagel, ambos literatura fantástica, y Bajo la luz del faro, una novela juvenil. ¿Ha sido mayor reto escribir sobre el terreno propio de estudio?
–Este libro ha sido muy difícil porque me coincidió con la investigación, pero luego lo escribí en tres meses. Lo que más tardé fue en documentarme. Cada obra tiene su tiempo, su proceso y sus dificultades. Yo, por ejemplo, paso muy mal la parte de las correcciones, pero una vez que están escritos me da igual qué libro sea –ríe–.
–¿Es mucha responsabilidad conformar voces de personajes históricos?
–Para mí lo ha sido, en especial porque todos los personajes que aparecen en este libro han sido muy maltratados por la historia. Boabdil siempre ha sido visto como el hombre débil que perdió Granada, el Rey Chico, el que es destronado, el que al final claudica. A Aisha siempre se la ha considerado como la mala madre, demasiado dura. A Morayma ni se la conoce. Zoraida ha pasado a la historia como la mujer que hizo caer el reino nazarí de Granada. Mi intención era limpiar un poco a estos personajes históricos de la mancha que les ha ido cubriendo a lo largo de los siglos y que pervive a día de hoy. No sé si lo he hecho bien, pero estoy contenta con el resultado.
–Hay un momento en el que la madre de Morayma apela a la pérdida generacional de valores: “(…) últimamente los jóvenes os dejáis enredar por sonrisas bonitas que acaban siendo colmillos afilados”. ¿Es esto una muestra de que siempre existe esa diferencia entre padres e hijos?
–Por supuesto, es innegable. Parece que es algo que se repite siempre a lo largo de los siglos: la evolución acompaña a las nuevas generaciones y las diferencias son más evidentes para los mayores. Esto pasa continuamente, incluso en 1479.
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