Como si la pintura quisiera acariciar este mundo

‘Flores, vigilia y mesas parlantes: iluminaciones en torno a una vela’ es la primera exposición individual de José Luis Valverde en Sevilla.

Paco Lara traslada su estudio a la galería Birimbao

Vista general de la exposición
Vista general de la exposición / D.S.
Guillermo Amaya Brenes

20 de mayo 2025 - 18:00

La ficha

'Flores, vigilia y mesas parlantes: iluminaciones en torno a una vela'. José Luis Valverde. Galería Barrera Baldán (Calle Boteros 4, Sevilla). Hasta el 31 de mayo.

Tras la exposición dual que realizó junto a su hermano Javier en la galería DOMO (ahora Untagged Art DOMO) en la primavera de 2023, José Luis Valverde (Málaga, 1987) expone en solitario en la galería Barrera Baldán (antes Berlín), como ya lo hiciera Javier en la galería Birimbao hace apenas unos meses. Flores, vigilia y mesas parlantes: iluminaciones en torno a una vela se podrá visitar hasta el 31 de mayo.

En la pintura de José Luis Valverde, técnica y narrativa se articulan entre sí para engendrar un lenguaje que, desde lo simbólico y lo poético, transita ese territorio donde conviven lo bello y lo tétrico. Apunta Patricia Bueno del Río en el texto de sala: “Los temas que aborda son amplios y los significados infinitos. Descontextualizando y haciendo uso de una simbología certera en su pintura podemos encontrar constantes alusiones religiosas, profanas, supersticiosas, folklóricas, litúrgicas, místicas o hagiográficas”. Así, la profundidad narrativa y simbólica se ve reforzada por el volumen casi escultórico que generan los trazos gestuales y el óleo aplicado directamente desde el tubo, sin pincel. Un abismo al que asomarse y observar cómo la pintura saca sus dedos y su lengua, como queriendo acariciar y lamer este mundo.

'L,arnaqueur à la recherche d,une opportunité (d,aprés Redon)'
'L,arnaqueur à la recherche d,une opportunité (d,aprés Redon)' / D.S.

Cada obra supone una suerte de vanitas en la que se puede intuir el surrealismo existencialista de Kafka, la decadencia y el simbolismo de Baudelaire, Rimbaud o Mallarmé, el dramatismo de Goya, el delirio de Bacon o la crudeza de la pintura barroca. Sí, hay algo en la obra de Valverde que evoca a la oscuridad. Precisamente en esa oscuridad, es donde la belleza más pura y caprichosa se revela y es capaz de trascender, de imponerse a todo lo demás. Esa belleza primitiva que pervive en el dulzor de la flor marchita o en la fisonomía democrática de la calavera.

Esta belleza que revela José Luis Valverde es el signo de una sociedad en decadencia donde la percepción e identidad del individuo queda sumergida en la liquidez e inestabilidad de las que hablaba Zygmunt Bauman en su análisis sobre el mundo actual. Pero no, esta belleza no nos es desconocida. Es una belleza propia de etapas de colapso o crisis estructurales, como fue para Sevilla la segunda mitad del siglo XVII y principios del siglo XVIII y que queda reflejada en las obras de Valdés Leal In ictu oculi y Finis Gloriae Mundi, en el Hospital de la Caridad o en los cráneos, reliquias y hornacinas repletas de huesos, flores y restos marinos presentes en la iglesia de San Luis de los Franceses.

Las obras 'Visión de San Pedro' y 'Flores y cruces'
Las obras 'Visión de San Pedro' y 'Flores y cruces' / D.S.

No obstante, al igual que estas obras del barroco, la pintura de Valverde no se reduce a una idea decadente y dramática de la vida. Este memento mori presente en las vanitas suele encerrar una intención aleccionadora, planteando la vida terrenal como banal y fugaz en contraposición a la vida eterna. Pero también, viendo esas vanitas, es fácil acordarse de aquel refrán que decía: lo que se coman los gusanos, que lo disfruten los cristianos. Ambas lecturas tienen presente la muerte y reconocen la fugacidad de la vida terrenal, pero claro, difieren en cómo ha de ser vivida.

Cuando nos asomamos al abismo que nos propone, también nos asomamos a un espejo. Nos enfrentamos a nuestro propio reflejo.

Así, ante el aleteo tenaz y atroz de la muerte, Valverde no aparta la mirada, pero tampoco renuncia a observar a su alrededor, hacia la naturaleza. No como un modo de evadir la muerte, sino como una vía de escape de los complejos y decadentes engranajes sociales y políticos. Una mirada que rehuye lo artificioso y que se dirige a la esencia, a la que habita tanto dentro como fuera del ser humano y que persiste a pesar de lo perverso y agotado del sistema. De este modo, esa belleza última que surge entre la oscuridad, se revela y se manifiesta en cada hueso, en cada insecto, en cada brizna de hierba, en cada flor, viva o muerta. El color convive con la oscuridad del mismo modo que lo hace la mariposa con el cráneo, la flor con la cucaracha, el arcoiris con la cruz, lo romántico con lo barroco.

'El beso'
'El beso' / D.S.

Y no, de la obra de José Luis Valverde no se debe extraer un mensaje atormentado o afligido. En su pintura hay algo de esperanzador que tiene que ver con la belleza. Con cómo miramos a través de esa belleza última, pura y caprichosa. Y cuando miramos su obra, lo hacemos a través de esa belleza, que no es sencilla, que está cargada con una simbología de la que no es fácil apropiarse del todo. Una obra que requiere de quietud para ser observada, para examinar sus relieves, sus luces y sus sombras. Y que cuando nos asomamos al abismo que nos propone, también nos asomamos a un espejo. Nos enfrentamos a nuestro propio reflejo.

stats