El sueño de Europa
Colón | Crítica
Crítica publica una razonada, precisa y oportuna biografía de Cristóbal Colón, firmada por el americanista de la Universidad de Sevilla Esteban Mira Caballos
La ficha
Colón. El converso que cambió el mundo. Esteban Mira Caballos. Crítica. Barcelona, 2025. 576 págs. 24,90 €
Con la probidad conocida de anteriores obras, el profesor Esteban Mira Caballos compone en el presente estudio una figura verosímil de Cristóbal Colón; verosimilitud que alcanza no solo ni principalmente a los condicionantes biográficos del individuo; sino que llega, en primer término, a la reconstrucción del mundo (el mundo intelectual, pero también el mundo físico, el “mundo conocido” sobre el que obra y se desliza la inteligencia superior del almirante), sin cuya consignación cualquier esfuerzo resultaría infructuoso. A ello se añade la honradez propia al historiador, cuando advierte al lector sobre los hechos y las cuestiones opinables. Como es fácil suponer, entre la fuerte especulación suscitada por la vida del almirante, su lugar de origen ha sido una de las especulaciones más vivas e interesadas. La última hipótesis, también recogida en estas páginas, es la que postula, basándose en el ADN, un origen valenciano y converso para el navegante. Las pruebas en su contra son, sin embargo, abrumadoras. Como recuerda Mira Caballos en el apartado correspondiente, la naturaleza genovisca del Cristobal Colón está fuera de cualquier duda.
Mira Caballos nos ofrece el mundo en el que el hombre Colón y su hazaña náutica se hacen posibles
El año pasado se publicaban, en la excelente edición de Consuelo Varela y Juan Gil, los Textos y documentos completos, así como las Nuevas cartas de Cristóbal Colón, ambos en Athenaica. Es de esa evidencia documental, junto a otros testimonios de diverso orden, de donde emerge con seguridad el Cristóbal Colón aquí silueteado. Como ya se ha dicho, tanto como una caracteriología del almirante, tanto como una precisa enumeración de sus datos biográficos, lo que Mira Caballos ofrece a la curiosidad lectora es el mundo en el que el hombre Colón y su hazaña náutica se hacen posibles. Ello implica establecer los condicionantes políticos y económicos que invitaron a Europa, y en primer lugar a España, a mirar hacia el océano Atlántico (la caída de Constantinopla en 1452, sus efectos adversos sobre el comercio de especias, el predominio de la navegación portuguesa por la costa occidental africana...); e implica de igual modo restablecer los límites culturales en los que el almirante dispone su aventura. Dichos límites son tanto de carácter religioso, como histórico-geográficos y técnicos en su sentido más lato. Y será gracias a la conjunción de todos ellos como alcanzamos a vislumbrar las razones humanas y el acervo mítico desde el que se alza el mundo colombino. Quiere esto decir que sin una lectura atenta de la Biblia, sin la importancia del Génesis y la tradición hebrea, sin el mito del Jardín del Edén, no es posible comprender la actividad y los anhelos de Cristóbal Colón. Tampoco en lo que atañe a los pobladores del nuevo continente y a las leyes que, con posterioridad, promulgará la corona española.
Esta misma incomprensión es la que afectará, como ya advertía Juan Gil en sus Mitos y utopías del descubrimiento, y reitera Mira Caballos, a la avidez de oro que caracterizó al almirante y que, por modo convencional, se adjudicará a la tropa española trasplantada al Nuevo Mundo. En este entramado fabuloso y mitico -la tierra inhabitada de los trópicos, solo practicable para los monstruos marinos; la incertidumbre en cuanto a las islas que salpican el Mare Tenebrarum; el mito residual de la Atlántida...-, es donde debe disponerse la aventura colombina, atendiendo tanto a las exigencias de la religión, como a los límites de la cosmografía y a las muy parvas herramientas naúticas de que disponía un marino. De todo lo cual se inferirá la verdadera magnitud de lo alcanzado por Colón y del extraordinario cambio que introducirá el mundo.
A este respecto, Mira no dejará de recordar que fueron los errores derivados de la cosmografía de Toscanelli, que presumían una distancia menor a las Indias, los que facilitaron la hazaña colombina. También pertenece a este intrincado orbe de lo fabuloso la cuestión -fascinante cuestión- del “protonauta”. Vale decir, de aquel náufrago europeo, regresado milagrosamente al viejo mundo, que habría indicado a Colón el camino y la distancia a las Indias. Es el hecho mismo de tal presunción -la existencia y la exigencia de un protonauta- lo que nos indica lo inconcebible de la hazaña del hijo de un tejedor genovés, errante por las cortes de Europa, hasta que los reyes de España decidieron sufragar su improbable empresa. Una empresa que desaconsejaban los cosmógrafos más reputados y cuyo motor último acaso fuera la fe. Según destaca Mira en su preciso y razonado estudio, “el propio Colón escribió que la ciencia no le aprovechó y lo que movió a los soberanos fueron la fe y la constancia”.
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