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Un capítulo de la historia de Sevilla: el “teatro por horas” en el Duque

  • Juan Manuel Bermúdez Requena publica el libro 'José Luis Montoto de Sedas. Comediógrafo sevillano', semblanza de un autor que consiguió numerosos éxitos con la escritura de piezas cortas

Una tarjeta postal con la imagen del Teatro del Duque.

Una tarjeta postal con la imagen del Teatro del Duque. / D. S.

En el antiguo Teatro del Duque, situado en una esquina de la céntrica plaza del Duque de la Victoria, se implantó en 1883 el "teatro por horas", un sistema empresarial que se definía por ofrecer cuatro sesiones con piezas cortas, en horario continuo, a un precio asequible para el gran público. El Duque se convirtió en el espacio preferido por el auditorio popular frente al más elitista Teatro de San Fernando, tuvo compañía propia y venía a ser lo que el Apolo en Madrid, ambos activos difusores del género chico. Fue muy conocida la "cuarta" del Duque, a las doce menos cuarto de la noche, por sus pícaras piezas líricas, en las que brillaban las tiples. La alternancia diaria de los títulos en cartel deparó una enorme demanda de textos y los escritores se animaron a componer para la escena. José Luis Montoto de Sedas (Sevilla, 1879-1967) fue uno de ellos y, de hecho, el grueso de su producción encaja en ese sistema, donde obtuvo sonados éxitos.

Es apenas conocida la figura del primogénito de Luis Montoto y Rautenstrauch. Juan Manuel Bermúdez Requena ha tenido el acierto de recuperarlo y ha contado para ello con el archivo personal del autor, conservado por su hijo, Luis Montoto Martínez; un material valioso que reúne manuscritos, impresos, carteles, epistolario y fotografías. Bermúdez Requena reconstruye la biografía de José Luis Montoto, un enamorado del teatro desde su juventud que prefería leer a Zorrilla antes que estudiar Derecho, carrera que, por insistencia paterna, terminó.

Un mayor número de páginas del volumen las dedica Bermúdez Requena al comentario de la obra de Montoto, varias de carácter lírico, es decir, con música; juguetes cómicos, sainetes, pasos o zarzuelas chicas de entre 1893 y 1922, vistas en el Duque, el Cervantes o el Salón Imperial. A veces glosan versos de poetas del XIX, entre ellos Bécquer o Espronceda, y novelas, comedias o dramas antiguos, buscando la complicidad del espectador; estrategia muy del gusto de los Álvarez Quintero, cuyo influjo se percibe en los dobles sentidos humorísticos y en la atracción permanente por los cantes populares. Afirma Bermúdez Requena el rigor de Montoto en la estructura y el lenguaje de cada pieza, por lo común de ambiente andaluz, así como la "ausencia de humor zafio".

Este teatro recrea, con sabor casi realista, los corrales de vecinos, los cafés, calles y barrios de Sevilla, las costumbres y tradiciones de la ciudad. No en balde el autor era hijo de su padre, tenaz investigador del alma popular en la vena de Federico de Castro y Antonio Machado y Álvarez, Demófilo. Bermúdez Requena pone en relación su labor dramática con el "ideal andaluz" y defiende su valor crítico-social, mencionando a autores coetáneos como José María Izquierdo, Rafael Cansinos Assens o Manuel Chaves Nogales.

Cubierta del libro. Cubierta del libro.

Cubierta del libro. / D. S.

Montoto no abandonó su ciudad natal por Madrid –el camino más seguro para la ambición y la fama– y permaneció en sus tertulias y cafés, se dedicó al periodismo y estuvo entre los fundadores de la Asociación de la Prensa diaria de Sevilla, en 1909. Debutó en 1897 con La loca del tercero, en el Duque, y siguieron otros triunfos hasta su última tarea, la zarzuela El Café Novedades (1922), ambientada en el famoso café-teatro, brillante sede del cante y el baile flamenco. Uno de los títulos más celebrados fue la comedia Las guerreras, de 1901, compuesta al alimón con Pedro Muñoz Seca, camarada de estudios y amigo íntimo. En tercera sesión, a las diez y media de la noche, sus camaradas de la Facultad de Derecho acudieron al Duque para aplaudir a rabiar, como hicieron años atrás los alumnos del Instituto San Isidoro para apoyar a los jóvenes Quintero en el estreno de Esgrima y amor, justo enfrente de las aulas, en el Cervantes. Con Manuel Machado redactó después Montoto Amor al vuelo (1903).

Anécdotas, detalles y nombres reconstruyen un periodo olvidado de los escenarios sevillanos

Las numerosas anécdotas, detalles y nombres que aporta este libro ayudan a reconstruir un periodo olvidado de los escenarios sevillanos, atendiendo no solo a los textos, sino a las representaciones y los actores. La imagen de carteles y fotografías animan el retablo. Permite así entender por qué un tipo de teatro relegado en la historia de la literatura, en gran medida menospreciado, pudo levantar pasiones. El "teatro por horas" supone un modelo muy similar al más actual microteatro; las épocas de crisis deparan soluciones análogas, aunque adaptadas a la demanda de nuevos públicos.

Montoto tuvo que recurrir a las Leyes para subsistir y ejerció como fiscal y registrador en los juzgados de Sevilla; también fue representante de la Sociedad de Autores Españoles. En los años 20 se mudó al nuevo barrio del Cerro del Águila y, en los 30, se retiró de las tablas. El género teatral al que se había dedicado fue víctima de la irrupción del cinematógrafo y cayó bajo la dura piqueta del olvido, igual que el espacio donde tuvo su hogar en Sevilla, demolido en los 60. Contemplando desde aquí fotografías de su fachada y de los bellos palacios de su entorno, resulta casi imposible imaginar el apresurado deambular y el gesto animado del público que entre las ocho y las doce menos cuarto de la noche acudía a divertirse al teatro del Duque.

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