España juega al Jenga

Las elecciones en Galicia, País Vasco, las europeas y probablemente las catalanas adelantadas van a marcar un año en el que todos los partidos se juegan algo y pondrán a prueba la estabilidad de los apoyos del Gobierno

Miriam Nogueras, portavoz de Junts en el Congreso, posa junto a un cartel de Puigdemont

Miriam Nogueras, portavoz de Junts en el Congreso, posa junto a un cartel de Puigdemont / E. P.

EL año 2024 empieza en campaña y será un rompepiernas. Encabalgar hasta cuatro elecciones en menos de un año volverá a dejar un paisaje entre lo apocalíptico y lo colérico –véase el remedo de ajusticiamiento de un muñecote representando a Pedro Sánchez en Ferraz la noche de año viejo– y alejará cualquier posibilidad de entendimiento entre el PSOE y el PP. La palabra polarización cotiza ya, transcurrida una nueva semana del nuevo año, como candidata a repetir como vocablo de 2024.

Y todo lo que ocurra influirá decididamente en la estabilidad del Gobierno y en sus posibilidades de supervivencia. Los hilos frágiles que cosen la mayoría parlamentaria operan a favor solo coyunturalmente. Se la juega Sánchez, que aspira a mantener cohesionada una mayoría alambicada en la que suman para la mayoría los votos de una izquierda dividida y francamente enemistada; y todos los partidos nacionalistas e independentistas, cada uno de los cuales se va a examinar en su propio territorio durante este año. Si se trataba de añadir riesgos y drama a la ya de por sí complicada legislatura pues ya están servidos. España juega al Jenga, ese juego que desafía el equilibrio y la habilidad sumando bloques de madera a la torre. Hasta que se cae.

Montero, la dos de todo

Sánchez afronta el año con María Jesús Montero como la número dos del Gobierno –ya lo era del partido– tras la miniremodelación por la salida de Calviño al BEI. Montero, hábil negociadora, estajanovista, más empática en sus relaciones que Calviño y conocedora de sus números y competencias al dedillo, tiene en sus manos parte de la legislatura. Tendrá que negociar de lado a lado del mapa parlamentario, tratar de cerrar un acuerdo para la financiación autonómica, incluyendo las quitas, y evitar que las cesiones a los independentistas se conviertan en un agravio sin retorno. Sin olvidar la elaboración de unos presupuestos que le dé gasolina al mandato. Tiene experiencia de sobra, aunque el reto es mayúsculo.

Galicia popular

La estrategia evidente del Alberto Núñez Feijóo es monotemática: agitar el árbol a ver si cae el Ejecutivo. La estrategia frontal e inmisericorde contra el Gobierno apoyado en la amnistía, el engaño y la venta de España a los intereses de sus enemigos, pretende mantener las opciones del PP en el ciclo electoral, a la espera, de que la coalición que sostiene Sánchez se quiebre, a la vez que captar votos de Vox por la vía del discurso duro, llevado al límite donde se difuminan las fronteras con las cosas que dicen los de Abascal. El 18 de febrero habrá elecciones en Galicia. Se celebrarán, como pretendía el PP, con el debate sobre la amnistía aun a fuego vivo. Caldo de cultivo para fijar a los suyos y demostrar con votos reales y no con encuestas que los españoles le dan la espalda a Sánchez. El único hándicap es que si el candidato Alfonso Rueda no lograra la absoluta –parece difícil dada la división de la izquierda– además de suponer un serio tropiezo para su prestigio, sería demostrativo de una transición interna en el PP gallego que no ha funcionado, cuestionaría de nuevo el papel de Feijoo al frente del PP y se quedaría sin el señuelo mágico y multiuso de que la amnistía todo lo tumba. Otra piedra de toque para el PP gallego es la posible candidatura de Vox. En las generales sacó 80.000 votos y le costó al PP algún escaño. Abascal, con escasas posiblidades de obtener representación en la cámara gallega, está coqueteando con la idea de presentar de candidato al nieto de Manuel Fraga, asesor del grupo europeo que agrupa a los partidos ultras. No es fácil que el PP tropiece en Galicia, pero Feijoo también se la juega en cierta medida, aunque menos. Y a nadie se le oculta que el PP de Madrid con Ayuso a la cabeza está guardando armas tras la garita.

Enfrente, Sumar y Podemos se están vistiendo de luto mutua y cariñosamente y perdiendo opciones a obtener representación, un seguro de vida para los intereses del PP y un aviso para los navegantes de Moncloa sobre esos cinco diputados de Podemos sin orbitar. Según las encuestas, el PSG sigue con la tensión baja, con pocas opciones y perdiendo fuelle frente al BNG, que posiblemente sea la segunda fuerza de nuevo, tras PP.

Calvario judicial genovés

A Feijóo le va a tocar administrar un año en el que se va a juzgar buena parte de la corrupción de su partido en etapas precedentes. Hasta 30 casos tienen ya la instrucción cerrada y van a empezar a juzgarse este año en los tribunales. Cuatro causas vinculadas a la Gürtel, un entramado corrupto en torno al PP que pudrió al partido hace cinco años y que aún sigue vivo en los tribunales; la Lezo –desvío de fondos del Canal de Isabel II en Madrid–; la Púnica –que revisó la adjudicación de 250 millones de euros en servicios públicos y las comisiones cobradas por políticos del PP–; la operación Erial -el caso que afecta a Zaplana o a Juan Cotino, ex director de la Policía-; o la Operación Taula, la Tándem y así hasta treinta casos pendientes, entre ellos los que afectan a los ex ministros Rato y Zaplana, quienes afrontan elevadas penas de prisión. Hasta cierto punto, el PP da por amortizada esa etapa y sus consecuencias electorales, pero para el PSOE supone una herramienta de primer uso político. Es más, es de las pocas palancas en las que va a poder apoyarse –más allá de la gestión, que va a ser lenta y dificultosa– para contrarrestar los ataques del PP.

País Vasco, relevo generacional y veremos si cambio de ciclo

En el País Vasco se la juega Sánchez aun sin tener opciones de ganar. Las elecciones serían el 12 de julio pero con las europeas señaladas para el 9 de junio la lógica política indica que se adelantarán. Con Urkullu descabalgado y Bildu escalando en las encuestas, marzo podría ser el mes, casi pegadas a las gallegas. Por primera vez hay encuestas que sitúan a Bildu como primera fuerza electoral en el País Vasco, por delante del PNV. Aupados por la recuperación de votos que en su día fueron a Podemos; maquillados por su perfil moderado en Madrid, donde han evitado las políticas identitarias y los asuntos espinosos; y beneficiados por el deterioro ocasionado por la larga permanencia del PNV al frente de todas las instituciones, con el lógico hartazgo y agotamiento de la marca, los abertzales tienen opciones reales por primera vez.

También le ayuda el relevo de las candidaturas. El PNV se ha sacudido a Urkullu, un pragmático posibilista que ha pilotado el barco con eficiencia, y ha colocado a Imanol Pradales, una cara nueva y desconocida, sin más tirón que el que le presta su poderosa marca partidista. Otegi también se retira de los carteles y han colocado a Pello Otxandiano, el responsable de los programas de Bildu. Ambos candidatos representan un relevo generacional, son más jóvenes y con menos espinas que sus predecesores. A Sánchez un triunfo de Bildu le comprometerá más de lo que quisiera. Ya ha dicho que no le dará el gobierno a los abertzales si necesitan sus votos para gobernar el País Vasco. Sánchez no tiene, lamentablemente, un currículo creíble en materia de promesas cumplidas. Pasará cualquier cosa, pero será toxico para los socialistas verse en la coyuntura de tener que apoyar o no a Bildu, como han hecho en Pamplona. Dicho eso, no tiene por qué implicar una ruptura en Madrid: a Bildu le interesará cualquier partido en el gobierno antes que el PP. Las elecciones vascas vienen muy cargadas y con consecuencias extramuros de Euskadi.

Cataluña siempre llama dos veces

Las elecciones catalanas serán criticas para la política nacional, como es habitual, pero un poco más. En principio tocan en febrero de 2025, pero hay diferentes motivos que convierten esa fecha en imposible. Pere Aragonés llega exhausto a enero de 2024. Sin mayoría parlamentaria –solo tiene 33 de los 135 parlamentarios–, enfrentado a Junts, sin posibilidad alguna de aprobar un presupuesto y con dos crisis relevantes que terminan por agrietar la fachada de su gobierno: los deficientes datos del Informe Pisa sobre educación que sitúa a los alumnos catalanes por debajo de la media española en matemáticas, comprensión lectora y ciencias; y la sequía, un asunto mal manejado y peor percibido por la opinión publica.

En esas circunstancias, se verá abocado a convocar elecciones tras las europeas, posiblemente en el otoño. Es importante recordar por dónde va la bola en Cataluña: el PSC con Salvador Illa ha ganado las tres últimas elecciones: autonómicas, municipales y legislativas, con un resultado aplastante. El propio CEO –el CIS catalán– de noviembre volvía a concederle una victoria amplia. Le concede hasta 45 escaños, nueve más que a ERC y casi el doble que a Junts. Si se sustancia un resultado semejante, y se supone que para entonces con la amnistía cerrada, la pregunta será ¿qué se les ha perdido a los independentistas en Madrid? Un resultado así podría certificar el fin de los apoyos parlamentarios de Junts y ERC en el Congreso, si es que no los retiran antes.

Puigdemont ya está amagando y la legislatura solo lleva unos meses: la introducción en la ley ómnibus de la modificación del artículo 53 de la Ley de enjuiciamiento civil para las cuestiones prejudiciales que puedan presentar los jueces ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europa al considerar que una ley puede ser incompatible con el derecho comunitario ha encendido todas las alarmas, paradójicamente, en Bruselas, donde a Puigdemont no se le ve precisamente inquieto por ahormar el derecho comunitario y dotarlo de cohesión y coherencia política. La ley ómnibus –que incluye muchas y variadas materias, desde las de carácter fiscal hasta asuntos laborales– es la primera piedra de toque con el frente bruselense y los cinco diputados de Podemos.

Las europeas

Para que no falte de nada en 2024, el 9 de junio hay elecciones europeas. En el último reajuste, a España le han correspondido dos eurodiputados más. Son unas elecciones domésticas, no se olvide, y con incidencia directa en las políticas nacionales. Según datos de la propia UE, el 57% de los europeos ya están interesados en las próximas elecciones, cifra similar a la de España. En nuestro país, el 78% de los ciudadanos sigue considerando que España se ha beneficiado de pertenecer a la UE. En una coyuntura marcada por la guerra de Ucrania y el debate sobre la inmigración, se observa con preocupación el crecimiento de los ultras de las derechas radicales, que pueden llegar a amenazar el predominio de las dos grandes familias ideológicas: socialdemócratas y los demócratas-cristianos. Las encuestas señalan que los conservadores ganarán las elecciones pero igual ni suman con los progresistas para elegir al presidente y tendrán que tirar del apoyo de Los Verdes o los liberales. La presidenta del europarlamento, Roberta Metsola, ha lanzado una admonición cargada de inquietud: “La democracia nunca puede darse por sentada. Debemos protegerla y preservarla votando”.

Y el resto del mundo

Fuera de las fronteras de la UE, la actividad electoral va a ser incesante. El 5 de noviembre se elige presidente en EEUU. Las encuestas colocan a Trump como favorito, aunque aún queda por conocer las limitaciones legales que tendrá o incluso su posible inhabilitación como candidato. El impacto de lo que ocurra en EEUU se percibirá en el resto del planeta. En Rusia habrá elecciones y difícilmente ocurrirá algo diferente a un triunfo de Putin. En Reino Unido, los laboristas tendrían que hacer mucho el tonto para no ganar tras las crisis y los fracasos encadenados por los conservadores. Y señalemos al menos otras tres citas relevantes: México, donde sale de la presidencia el siempre polémico López Obrador y deja un país sin transformar y con los problemas de seguridad, migración y corrupción pendientes, aunque logró subir el salario mínimo un 20%. El Salvador: muy interesante de observar por la doctrina de Bukele de militarizar la vida pública y arrasar a las maras ignorando los derechos humanos o la presunción de inocencia pero con gran reconocimiento de la población (ha llegado al 91% de apoyo) y aún pendientes de saber si logrará ser reelegido de nuevo pese a que la Constitución impide que aspire a otro mandato, pero anda en mil subterfugios –como una renuncia de seis meses a la presidencia– y controlando jueces del Constitucional para lograrlo. Y Venezuela, un país más aliviado económicamente desde que Estados Unidos –que necesitó comprarle petróleo por la guerra de Ucrania– le relajó las sanciones a los hidrocarburos, tendrá elecciones en las que veremos si María Corina Machado tiene opciones reales y si las elecciones reciben el visto bueno internacional.

Mientras, sintámomos alertados con el aviso de Freedom House, cuyo último índice optimista sobre el avance de las democracias en el mundo es de 2005. Desde entonces, todo es caer. Avisan que hay un deterioro continuado que puede convertir a 2024 en el gran pandemónium autoritario.

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