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Análisis

Fátima Díaz helena arriaza

Ese bolso de la reina Letizia

Primer plano de Doña Letizia, durante la bienvenida oficial a los Reyes en Estocolmo.

Primer plano de Doña Letizia, durante la bienvenida oficial a los Reyes en Estocolmo. / Europa Press

CADA paso de lo que hace la reina Letizia es noticia. Más allá de lo monárquico, es uno de los rostros conocidos más analizados por diferentes cuestiones. Entre sus últimos episodios destacados está el momento en el que se le cayó el bolso al suelo durante uno de los actos a los que asistió durante su viaje a Suecia. Con naturalidad, la mujer de Felipe VI se agachó y recogió su teléfono móvil y su pintalabios para meterlos de nuevo en el bolso.

Desde ese momento, las críticas hicieron aparición. Entre las más sonadas están las que han hecho desde el país anfitrión. Desde allí han tachado este momento de "error, conmoción y pánico". ¿Hasta dónde vamos a llegar? Letizia puede gustar más o menos, pero el hecho de llegar a criticar que se le haya caído el bolso es un sinsentido. Primero, porque es de agradecer que este tipo de personajes públicos se vean en situaciones tan comunes como esta, en las que no les queda más remedio que sacar su lado más natural. Que se agache, que se vea que lo que lleva en el bolso es lo mismo que llevan muchas mujeres y que luego continúe su trabajo con naturalidad pese a lo que estuviera pasando por su cabeza, es una forma de bajarla de ese pedestal.

Pero esto hace pensar más allá. Situaciones como las que vivió la reina Letizia con la caída de su bolso le pasan a diario a todo el mundo. Y lo triste es que por las reacciones de los que son testigos de la situación, momentos de apuro por contratiempos tan comunes como este pueden provocar un fomento de la inseguridad increíble. A quien le ocurre esto se suele convertir en objeto de miradas y de comentarios esté donde esté. Se convierte en protagonista involuntario y su forma de resolver la situación le va a marcar durante un buen tiempo.

Porque lejos de ver estas situaciones como sinónimo de naturalidad, espontaneidad y considerarlas como una anécdota sin más, lo que hace la mayoría es considerar como errores esos instantes que deberían servir para empatizar, para acercarnos, para ser conscientes de que todos somos más iguales de lo que pensamos.

Y eso es lo que se debería aplaudir, que la normalidad esté presente. Porque qué importante es tener al lado a esas personas que vean los contratiempos, las meteduras de pata y los momentos de apuro como una forma de acercarse más a ti. Y que te ayuden. Porque lo realmente relevante debería ser que nadie hizo el amago de agacharse para echar una mano a la reina Letizia.

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