Fue hace tres años. Yo acababa de llegar a casa por las vacaciones de Navidad y en la radio estábamos preparando un programa especial sobre el Mercado de Belenistas.

Aquella fatídica primicia nos hizo cambiar el rumbo de la retransmisión. No importaba que él trabajase en otra emisora, muchos le sentían como un referente y era un compañero. Compañero y cofrade. Nunca llegué a conocerle, pero recuerdo la desazón entre quienes le habían frecuentado y compartido micrófonos con él. José Luis Jurado Pepón, era parte del ideario cofrade y cultural de cuantos sevillanos se acercaban a las ondas nacionales.

Quizás fuese porque sabía que en la radio, como en el jazz, hay que dejarse llevar por lo que uno siente.

Poco después, entré en Radio Nacional como becaria y, con la nostalgia e insensatez que sólo da la distancia, me propuse participar en todos aquellos espacios que trataban sobre Semana Santa. En cierto modo, todos llevaban ese año el recuerdo de Pepón en sus voces. Todos compartían conmigo la añoranza y melancolía por Sevilla. "Te habría encantado conocerle", era algo que me repetían todos los redactores veteranos.

Digamos que la vida, o alguien que entiende mi locura, me ha tendido una mano con un micrófono granate para estos días. Con un cetro de la ciudad como el suyo.

A Pepón me gustaría decirle que me disculpe por lo que me toca este año. Anhelo contarle, entre la inquietud y la admiración, mis desvelos en estas noches. Las crónicas entre cirios, incienso y flores. Me gustaría pedirle consejo, fuerzas y temple.

No sé si soy digna, Pepón, de compartir estas retransmisiones contigo. Pero te aseguro, que esta semana, estés donde estés, te intentaré acercar el Paraíso.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios