Análisis

carmen pérez

Universidad de Sevilla

Stop al alza de los rendimientos

La reunión del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo de esta semana se presentaba calentita. Lleva tiempo presidiendo el ambiente el miedo a que se reavive la candela de la inflación. La soplan vientos del oeste, de EEUU, derivados de la posibilidad de que su economía experimente una reactivación fuerte. Y en este contexto, ayer jueves, el BCE tenía que pronunciarse. Es posible imaginar a su presidenta, Christine Lagarde, y a su equipo estresados, sopesando qué decisiones tomar y cómo trasmitirlas a un mercado pendiente de cada una de las palabras que emiten, del orden que escogen para ellas y hasta del tono en que las pronuncien.

El miedo ante la expectativa de un repunte de la inflación ha llevado a los inversores a ponerse manos a la obra y vender bonos europeos, que consecuentemente han subido los rendimientos (recordemos la relación inversa en la renta fija entre precio y rendimiento). Lo peor es que esos aumentos en los rendimientos no son derivados de mejores perspectivas económicas en Europa sino por simple contagio de las subidas de los bonos americanos. Mantenerlos bajos es un compromiso del BCE. Sus miembros se esfuerzan en cada comparecencia en trasmitir que "mantendrán unas condiciones de financiación favorables". Si Estados, empresas y familias ven incrementados sus costes financieros, esto perjudicaría la recuperación en Europa, que ya de por sí se desarrolla de una forma frágil y lenta.

Los bonos soberanos europeos han aumentado su rendimiento, sí, pero todavía están en niveles extraordinariamente bajos. Sin embargo, el mercado, nervioso, quiere claridad: ¿exactamente hasta qué nivel van a aguantarse las alzas? Los inversores saben que con el enorme programa de compras de activos por la pandemia, PEPP, se puede bajar el rendimiento en un pispás, sólo es cuestión de darle más marcha a esas compras, o de asegurar que se va a consumir íntegro. Pero no les basta con su potencialidad, quieren verlo en acto.

El comunicado de ayer aborda estas inquietudes directamente, en su inicio, de forma abrupta: "el ritmo de las compras en el marco del PEPP durante el próximo trimestre será significativamente más elevado que en los primeros meses de este año". Además, afirma que la dotación del programa puede recalibrarse -léase, elevarse- si es necesario. Y vuelve a subrayar la flexibilidad del programa en cuanto a activos y jurisdicciones.

El BCE fue contundente, desde luego, pero deja el plan abierto, no como otros bancos centrales, que han cerrado posiciones: la Reserva Federal, permitiendo que la inflación pueda superar el objetivo sin tocar tipos; o Japón o Australia, asegurando que mantendrán el coste de la deuda soberana en el 0%. No es de extrañar. Los del BCE tienen que librar además de esta batalla externa, una interna. De un lado, miembros como Fabio Panetta, que declaró hace unos días que las políticas de estímulo debían ser, emulando el título de la canción del grupo francés de música electrónica, Daft Punk, Harder, better, faster, stronger. De otro, el alemán o el holandés, que no consienten, y con razón, que el control de los rendimientos de los bonos soberanos se convierta en el objetivo primero.

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