“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.”

Este relato del capítulo 16 del Evangelio según san Mateo, nos invita a contemplar una destacada obra de devoción, trazada por Antón Pérez, maestro pintor de la catedral de Sevilla durante la segunda mitad del siglo XVI: El alma cristiana acepta su cruz. Este óleo sobre tabla que perteneció al retablo de las Reliquias para la Sacristía Mayor de nuestra seo, podremos admirarlo durante este tiempo de Cuaresma en una de las vitrinas del Trascoro ofreciendo un mensaje trascendental para todo cristiano. Jesús aparece en el centro cargando con su cruz, rodeado por una multitud que carga la suya propia. Realizada en 1548, forma parte de un grupo con un laborioso programa iconográfico, señalando la práctica de las virtudes como camino que conduce a la gloria eterna.

Nadie escapa a esos momentos de sufrimiento. Jesús nos convoca y nos alienta incesantemente a aceptar nuestra propia cruz para seguirle. De este modo, la Cuaresma es un período para la reflexión, la penitencia y la conversión espiritual con el fin de alcanzar esa salvación perpetua.

Estas representaciones de la Pasión tanto en pintura como en escultura tratan de conmover al espectador y lo predispone a la reflexión y, por último, a la conversión. Las expresiones de dolor, los gestos desesperados tratan de ser expresados a través del arte construyendo a los largo del tiempo todo un repertorio de formas y recursos artísticos que han dado estructura y soporte a la Historia del Arte occidental.

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