DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

Juanma Moreno, en la sesión de control en el Parlamento.

Juanma Moreno, en la sesión de control en el Parlamento. / Raúl Caro / efe

De aquí a las elecciones andaluzas, el PSOE va a tener un mantra haciéndose cruces, como aquel ¡penitenciagite! de Salvatore en El nombre de la rosa... y va a ser Vox, Vox, Vox, Vox. Tal vez no sea una gran opción, pero seguramente es su mejor opción. Para un partido al que no le acaban de funcionar sus apuestas de desgaste desde la oposición, por el contragolpe de la herencia recibida, como les ha sucedido incluso con la sanidad, el pacto castellanoleonés con Vox tiene metralla.

Cada vez que se crucen con el micrófono de un periodista, Juan Espadas o cualquiera de sus portavoces van a repetir: “Exigimos a Moreno Bonilla que aclare si va a pactar con Vox” o “Exigimos a Moreno Bonilla que explique si va a ceder derechos de las mujeres”. Si se le pregunta por la financiación, dirán “Exigimos a Moreno Bonilla que aclare si va a pactar con Vox”. Si se les pregunta por la sentencia de los ERE, repetirán “Exigimos a Moreno Bonilla que explique si va a ceder derechos de las mujeres”. Desde la derecha se percutió mucho contra el PSOE por el Pacto del Insomnio con Podemos y con Esquerra o Bildu –en definitiva el pack comunista, populista, secesionista y abertzale de la mayoría cerrada con Pablo Iglesias, Rufián y Otegi– y es lógico que ahora la letanía de la extrema derecha vaya a sonar 24/7.

Cuestión distinta es: ¿Funcionará?

Una veterana corresponsal parlamentaria muy respetada, Lourdes Lucio, planteaba que “hay dudas ahora mismo de que eso funcione: el gran mérito de Moreno ha sido naturalizar la derecha, en todas sus gamas, y los socialistas arrastran un gran déficit de credibilidad”. Esa es la cuestión. Pero Juan Espadas se la tiene que jugar ahí, con toda la retórica altisonante del pacto de la vergüenza. Hay incluso quien ha llegado a exclamar que el pacto castellanoleonés marca el peor día desde la muerte de Franco. No es necesario llegar a esas ridiculeces, pero sin duda es un hito crítico.

No parece que esto, en efecto, vaya a socavar mucho al electorado de Juanma Moreno. Por demás, el presidente andaluz ha marcado de nuevo distancia: “Yo salgo con una aspiración. alcanzar una mayoría suficiente que me permita gobernar en solitario. Castilla y León es Castilla y León, y Andalucía es Andalucía. Por tanto, que nadie piense que lo que ocurre en una comunidad autónoma va a marcar a otra comunidad”. Y ha resumido así sus líneas rojas: el Estatuto de Autonomía. Entre esas líneas, la violencia machista. Pero es verosímil que la campaña del PSOE sí sirva para movilizar al electorado socialista, desmovilizado desde 2018 en todas las elecciones y encuestas.

El PSOE va a martillear con ¡Que viene la ultraderecha!, como antes exclamaba ¡Que viene la derecha! Tiene sentido. Eso sí, no deja de resultar irónica esa piel fina en quienes gobiernan con Unidas Podemos, un partido que reúne una populista de extrema izquierda junto a comunistas ortodoxos, en una mayoría que incluye a independentistas y abertzales. Es obvio que el PP va a usar esa réplica, como ya sucedió en la sesión de control:

Ángeles Ferriz: “Yo le pregunto, en un momento en el que los andaluces, dentro de mucho o poco tendrán que elegir, llegado el caso, estaría usted dispuesto como el señor Mañueco a meter en el gobierno a la extrema derecha y convertir Andalucía en una tierra sin igualdad gobernada contra las mujeres”.

–Juanma Moreno: “Me puede explicar a mí qué hemos canjeado los andaluces para que su partido pacte con la ERC independentista y herederos de Bildu. Me quiere decir qué hemos canjeado los andaluces, qué hemos canjeado los españoles, para que un partido heredero de ETA...”.

El PSOE ya tiene la respuesta a la pregunta que hace insistentemente al presidente andaluz, pero seguirá haciendo la pregunta: ¿Van a pactar con Vox? Esto no va de tener la respuesta sino de mantener el marco. Y es una apuesta lógica, aunque con debilidades. De hecho, llevan años llamando extrema derecha al PP e incluso a Ciudadanos, así que el argumento llega con la pólvora algo mojada. Y por añadidura en Andalucía no ha cambiado la política de igualdad, ni ha habido pin parental o alguna otra medida estrella de Vox. A lo sumo pueden exhibir algún detalle más cosmético y gestual como la seguridad en los centros de menores, las subvenciones en fosas o evitar el desdoblamiento de género llamado inclusivo en los libros de texto, o sea, como recomienda la Real Academia. Mucho más ruido que nueces, pero es tiempo de ruido.

Previsiblemente el PP acabará defendiendo, como Pedro Sánchez, que la clave no es con quién se pacta para sumar una mayoría –una necesidad parlamentaria– sino qué se pacta. El PSOE, que convirtió el “no es no” en una seña de identidad, y el PP no están dispuestos a ayudarse mutuamente, al modo de las grossen koalitonen no sólo alemanas sino habituales en Europa, de modo que ambos han de ir a los extremos a pactar. Y así será hasta que no regresen a la lógica de la centralidad.

La actitud de Vox sobre inmigrantes o mujeres es detestable, pero está por ver que esos fetiches ideológicos vayan a considerarse más peligrosos que pactar con quienes refutan la constitución del 78, han actuado ilegalmente contra la unidad de España en la mayor crisis constitucional o con quienes han dado cobertura al terrorismo sin acabar de condenarlo. A pesar de todo, aunque no será fácil, parece inevitable que la estrategia vaya por ahí. Eso sí, de ida y vuelta.

“La única manera de que Vox no entre en el gobierno de la Junta es votar al PSOE”, repite el candidato socialista, situando a Macarena Olona junto al PP.

Esto anticipa que se oirá también que la única manera de que comunistas, chavistas, nacionalistas y radicales antisistema no entren en el gobierno de la Junta es el PP, porque Espadas gobernaría con el arco que va de IU y Podemos a los adelantes de Teresa Rodríguez y Kichi.

¿Es éste el terreno embarrado en el que les interesa plantear la campaña? Y la respuesta es sí.

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