Análisis

José María Fernández-Palacios

La formación de la calle Circo, una vía urbana excepcional en Sevilla

El autor reflexiona sobre la conformación espacial y la histórica de esta céntrica calle que delimita con la plaza de toros de la Maestranza y que se cierra con una cancela

La calle Circo, una vía urbana excepcional en Sevilla.
La calle Circo, una vía urbana excepcional en Sevilla. / Antonio Pizarro

14 de julio 2022 - 05:02

UN curioso manojo de documentos conservados en el Archivo Municipal de Sevilla (AMS, C.A. 669. 24/1841) nos descubre la formación de una de las vías urbanas más originales de la ciudad: la conocida calle Circo, el pasaje que ciñe y delimita el inmueble correspondiente a la plaza de toros de la Maestranza. Al igual que son raras, casi una invención, las cuestas sevillanas, aún son menos frecuentes los viales de trazado curvilíneo como este. En su caso no deriva de un diseño de proyecto urbanístico, a modo de los crescent británicos del urbanismo georgiano que tienen en el de Bath su paradigma más cumplido. No, Sevilla es muy diferente: la calle Circo o calle del Circo surge como trasunto urbano, como proyección exterior en la vía pública de uno de los edificios más singulares y característicos de la urbe, la plaza de toros, el “circo” por antonomasia, en la acepción más clásica del término, escenario de los festejos y espectáculos taurinos. Su curvatura es el trasdós público del ruedo y sus círculos concéntricos interiores de callejones, barreras, tendidos y galerías hasta cerrarse el edificio, hermético, en la fachada. Y así se constata en el relato que nos dan los documentos de cómo, allá por el año de 1841, comenzó a tomar forma esta calle, espejo viario del circo del que años después, en 1859, adoptó también el nombre. Santiago Montoto lo exponía con certeza en 1940 en su obra Las calles de Sevilla: “Circo… por correr esta vía alrededor de la Plaza de Toros y tener, en parte, su forma redonda. Se conoció con los nombres de Circunferencia de la Plaza de Toros y Carnicerías, este último por alusión a las del Circo”.

La obra de fábrica de la plaza de toros se encuentra ya avanzada al entrar en el Ochocientos, edificada sobre los terrenos del paraje del Baratillo cuya posesión había cedido en 1737 el Cabildo de la Ciudad a la Real Maestranza de Caballería de Sevilla con la finalidad expresa de construir una plaza “de material” para sustituir a las de madera instaladas en el mismo lugar desde años antes. Dentro de las medidas máximas señaladas para la cesión se había erigido una edificación de forma circular algo ovalada, con cuadras y otras piezas insertas en su perímetro, pero aún rodeada de amplios espacios abiertos baldíos. Así se refleja en el plano de José Herrera Dávila de 1832, manifestando una situación que cambiará de manera sustancial en el decenio siguiente. Una vez aseguradas las vecinas márgenes del río con la construcción de malecones desde comienzos de la centuria y ante el aumento del tráfico portuario, de la actividad y la población, la ocupación de este privilegiado sector frontero se acelera. Y es entonces cuando se configura esta evocadora calle, al urbanizarse y lotearse los terrenos públicos, de titularidad municipal, adyacentes al coso taurino.

El proceso se inicia con la petición de don Juan Murphy, hombre de negocios de la activa comunidad de estirpe irlandesa de Sevilla, para que se le enajenen unos terrenos entre la plaza de toros y la salida para el puente de Triana desde la puerta del Arenal, petición que presenta el interesado el 14 de mayo de 1841 con el siguiente tenor:

“Dn. Juan Murphy, vecino y del Comercio de esta Ciudad a V.E. con la debida consideración hace presente; que hallandose dispuesto a invertir parte de su capital en beneficio de las artes é industrias del pais, y en el suyo propio, aprovechando para ello de terrenos valdios, que al paso que aumenten la población la den lustre y belleza; desearia se le cediese por VE bajo el valor que se justiprecie, el terreno que hai desde la esquina de la parte interior del malecón a la derecha de la puerta del Principe de la plaza de toros hasta la otra esquina de la salida del mismo malecon al paseo formando un triangulo con la primeras casas del Baratillo y dejando una calle desde esta hasta la citada puerta del principe de la plaza de Toros.

V.E. aprovecharia de este modo el valor de este terreno, que totalmente improductible en la actualidad, solo sirve en las noches de asilo a hombres y mugeres de depravadas costumbres, obligandose el que espone á edificar los edificios que tiene proyectado en un termino prudencial, en lo que no solo ganaria el aspecto publico de esta hermosa ciudad si nó la moral que sufre con los actos que en aquel sitio se perpetuan…”.

El 11 de junio siguiente la Comisión de Hacienda del Ayuntamiento acuerda que proceda la petición y que se “se dé orden al Arquitecto mayor” para que reconozca, mida y aprecie los terrenos, proporcionando la oportuna certificación con un plano, volviendo a insistirse en que se haga “dejando una calle desde (las casas) hasta la citada Puerta del Príncipe”. Tan solo unos días después, a 29 de junio, Ángel de Ayala, Arquitecto Mayor del Ayuntamiento, facilita la certificación solicitada. Levanta un croquis de la configuración urbana del citado terreno estableciendo que la calle curvilínea a construir ha de “ser paralela a la de la pared foral de dicha plaza (fachada exterior de la Maestranza), y dejando una latitud de 25 pies (6,96 m, en medidas de pie castellano, anchura coincidente con la actual calle Circo) queda una calle bastante espaciosa para aquel sitio”. La superficie de los terrenos es de 5.816 varas con un valor estimado de 43.620 reales. Quedaba así planteada la futura calle Circo.

Finalmente, según la documentación del expediente, los terrenos enajenados son adjudicados por el justiprecio establecido –pagados en monedas de oro o plata, pues no estaban los tiempos para papel moneda–, a don Lucas Beck, “del comercio de esta ciudad” y también de origen irlandés, casado con una pariente del escritor José María Blanco White.

Pero el trazado de la nueva vía aún tardaría en materializarse. El último escrito del expediente es una comunicación del Ayuntamiento dirigida al señor Beck, fechada el 6 de mayo de 1843. Manifiesta la “extrañeza” ante “el olvido” por parte del adjudicatario de cumplir con la obligación de haber ejecutado las obras en el plazo establecido (1842), conminándole de modo persuasivo, a “que sin más tardanza dé principio á la ejecucion de la obra que ha de quedar concluida dentro del presente año evitandose asi el disgusto que tendria si lo que no espero fuese desatendido esta invitacion”. La advertencia debió ser atendida: el plano de Sevilla de 1848, también de José Herrera Dávila, recoge la nueva configuración urbanística con la calle Circo y la manzana triangular adyacente recién edificada.

Aquí termina el relato de la formación de una vía pública única de Sevilla, la calle Circo. El proceso de privatización que tuvo lugar después es otra historia. Así lo recoge Collantes de Terán en el Diccionario Histórico de las Calles de Sevilla, editado por el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía en 1993: “Cuando en este siglo (XX) se construye la manzana de la calle Adriano el acceso a ella se hará a través de un paso abovedado y quedará privatizada por medio de una cancela”. ¿Una calle pública privatizada por medio de una cancela? Se nos antoja insólito. Invitamos al Ayuntamiento de Sevilla, administración competente de velar por el dominio público urbano, y a los ciudadanos inquietos y curiosos a consultar los títulos de propiedad de esta calle. Apuesto a que se llevarán una sorpresa.

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