Quien gobierna con niños amanece humillado

La legislatura entra en zona de riesgo aunque quizás no sea irreversible, pero consolida la idea de que apoyarse en Junts es imposible e inconveniente para España

La portavoz de Junts en el Congreso, Miriam Nogueras, durante una sesión plenaria.

La portavoz de Junts en el Congreso, Miriam Nogueras, durante una sesión plenaria. / Fernando Sánchez (EP)

UNA apuesta tan arriesgada y discutible como la de Pedro Sánchez al aceptar una legislatura en la cuerda floja tiene consecuencias. Con mucha suerte y los astros alineados tendría el premio de cuatro zozobrantes años de Gobierno. Lo único que no tiene es marcha atrás. Si se ha aceptado tratar de gobernar cuatro años apoyados por dos partidos independentistas (Junts y ERC), uno abertzale (Bildu), dos formaciones nacionalistas (PNV y BNG) y un compendio de partidos y grupúsculos de izquierda integrados en Sumar, no se puede pretender que las disputas con ellos sean con florete ni que el diálogo sea digno de la Escuela de Atenas. Y aun así, tienen suerte porque solo Junts –con Caballo loco al frente, que fue quien acabó con el Séptimo de caballería, aunque el de Bruselas no posee la dignidad del sioux– pone en aprietos serios al PSOE.

Tras el rechazo de Junts a la ley de amnistía, una decisión que encaja perfectamente en el cuadro esquizofrénico de cómo perciben el mundo y su desconocimiento de los límites de la realidad, el PSOE no puede esgrimir que es el resultado de una supuesta heroicidad institucional al plantarse frente a las peticiones de los junteros. No es creíble. No siempre funciona travestir la necesidad de virtud. El rechazo es el resultado de caminar de la mano con un partido que no merece confianza alguna, que se mueve bajo la única palanca del odio a lo que supone y representa España y que se organiza en torno a un líder fugado de la Justicia española y sus propios intereses, que son perfectamente descriptibles.

Zona de riesgo, reversible pero terrible

En cualquier caso, el round no ha terminado. El lenguaje del presidente del Gobierno sigue siendo conciliador, aunque cada vez será menos eficaz. Los socialistas ya no pueden desdecirse. No pueden dar marcha atrás e incorporar al texto el blindaje para los delitos de terrorismo y alta traición, como exige Junts, porque el propio Gobierno admite que pondría en riesgo la constitucionalidad de la ley. Estación termini. Pero Junts no tiene otra que salir del atolladero en el que se ha metido: su negativa no tiene recompensa alguna. Sabemos que operan fuera de la razón y la lógica política homologable, pero es más dudosa su vocación suicida.

Nunca hay que descartar, no obstante, con que Junts esté dispuesto a que todo salte por los aires. Puigdemont, un hombre extraordinariamente dotado para crear problemas sin solución, y que ya sólo busca su propia protección, reclama una amnistía “integral, completa y sin exclusiones” frente a lo que llama “golpistas de la toga” y las “trampas” propias de “la picaresca española”. Lo dice el rey de los pícaros. Habla de que los jueces pretenden “subvertir la legalidad constitucional” quien está procesado por malversación agravada y desobediencia; por terrorismo –por discutible que sea, la imputación existe– y por traición en relación con sus enredos con Putin, quien habría estado encantado de desestabilizar a la UE apoyado en el procés.

El horror de escuchar a este tipo dando lecciones de ética e institucionalidad movería a la risa si no fuera dramática su capacidad de influir en la marcha del país.

Instrucción 'ad hominem'

¿Realmente se puede seguir negociando con un partido y un líder de esa calaña? La evidente instrucción ad hominem de algunos jueces sólo puede verse frenada por la propia ley, mientras no ocurra, lo que hagan sigue formando parte de sus atribuciones. El fiscal del caso Tsunami Democratic (ese oxímoron hijo de la creatividad indepe) ya ha dicho que considera “totalmente injustificada e inmotivada” la exposición razonada que ha enviado al TS el juez García Castellón imputando por terrorismo a Puigdemont y Rovira. Por cierto, que este PSOE y su presidente están esforzándose más en defender que los independentistas no cometieron actos de terrorismo que lo que se esforzaron en defender a sus compañeros andaluces en el caso de los ERE.

En cualquier caso, la legislatura ha entrado en zona de riesgo absoluto, aunque probablemente aún no sea irreversible.

¡Viva la gente!

El asunto es que Junts lo apuesta todo a la casilla de su líder. No va más. Pero aparentemente sin medir las consecuencias. O demostrando que no están capacitados para otra cosa que no sea el maximalismo frentista y unilateral. El fin de la legislatura, con un PSOE sin un discurso electoral posible, arrojaría un nuevo ciclo electoral con el PP y Vox reverdecidos y un camión lleno de argumentos políticos incontestables. Ir a las urnas así, con un fracaso cantado por navegar en un barco que tenía vías de agua desde que zarpó, y sin un buen paquete de logros sociales, sería demoledor para la izquierda. El PSOE necesitaría otro líder, salvo que Pedro Sánchez sea aficionado a las inmolaciones. Nadie le va a comprar al PSOE el buenismo del ministro Bolaños. Es insostenible defender a estas alturas que lo que mueve al Ejecutivo es hacer el bien, mirar a los ojos del otro para cimentar el reencuentro entre ciudadanos y terminar cantando todos de la mano el ¡Viva la gente! en Las ramblas.

El doble riesgo

Por eso Pedro Sánchez no tiene intención alguna de disolver las cámaras por más desprecios que le inflijan ni trampas que le pongan. De hecho, los presupuestos de 2023 están técnicamente prorrogados desde el 27 de diciembre de 2023, lo que podría permitir al Gobierno jugar el año con esas cuentas y centrarse en los de 2025, a la espera de que las aguas se calmen y la coyuntura pudiera permitirlo. Suceda lo que suceda con la amnistía, gana tiempo, siempre que no pongan en riesgo los fondos europeos.

Muchos socialistas bien intencionados aun entendiendo los riesgos de la operación, han defendido que si el PSOE no hubiera gobernado esta legislatura posiblemente el partido hubiera entrado en una fase de supervivencia muy complicada. Puede ser. Pero las consecuencias de un muy probable final abrupto serían las mismas pero con más plomo en las alas. Antes de entrar en el círculo vicioso de Puigdemont el PSOE tuvo una oportunidad. Si hubiera rechazado un pacto de esas características se habría quedado sin Gobierno, pero con opciones electorales. Salir trasquilados de ésta los puede dejar sin Gobierno anticipadamente y sin opciones en las urnas. Hubiera sido bonito traer del ronzal a Puigdemont y los suyos hacia la constitucionalidad y la convivencia, pero eso es una fantasía demostradamente imposible, jalonada de desprecios y humillaciones que un partido como el PSOE no debería permitirse. La supervivencia política de una mala idea y de su líder es el único leitmotiv del PSOE entrando en febrero de 2024. Todo lo demás es coartada, narrativa almibarada y literatura de ficción.

"Un país acomplejado de superioridad"

Posiblemente Junts se avenga a algún tipo de acuerdo respecto a la amnistía. Y seguramente se terminará por agrietar, posiblemente pierda votos y el aprecio de muchos catalanes que, implicados o no directamente, no compartirán la estrategia de Puigdemont. Pero es que eso al resto de españoles nos va a dar igual. Lo que nos preocupa es que el país pueda conducirse de un modo razonable. Eso, hoy, con estos socios, es imposible.

En medio del berenjenal, el asesoramiento del turbio Gonzalo Boye, el Rasputín jurídico de Puigdemont, condenado a 14 años por colaborar con ETA en el secuestro del empresario Emiliano Revilla o acusado de blanqueo de capitales del narco gallego Sito Miñanco. Y otra que no engaña a nadie y define perfectamente la situación es Laura Borrás –otra condenada: cuatro años y medio de cárcel y 13 de inhabilitación por falsedad en documento oficial y prevaricación– quien con la capacidad intelectual que la adorna ha admitido que prefiere una ley de amnistía inconstitucional a “dejar a gente abandonada”. Como si no fuera una contradicción in terminis una ley inconstitucional, como si ese camino llevara a algún lado. Bueno, sí que conduce a un sitio: al lugar en el que por salvar el culo a Puigdemont evita que cientos de afectados puedan verse libres de sus condenas y delitos. Con estos mimbres se hace este canasto. Antoni Puigverd ha definido perfectamente la Cataluña actual: “Somos un país ahogado por la retórica, dopado de mitología, acomplejado de superioridad”.

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