
La ventana
Luis Carlos Peris
La pesadilla de guardia
La cosa va de cruzar los dedos en el deseo de que la racha que sufrimos vire o pare de una vez. Un amigo más que se nos va y que llena de dolor nuestros adentros. Coetáneo de un servidor, día arriba o día abajo, compaginaba su arte de pintor con una bonhomía fuera de serie. Qué hubiéramos querido sus amigos más que una bonhomía como la de Antonino Parrilla, pintor destacado de una Sevilla fantástica y que contaba sus amigos por legiones. Antonino empezó a perderle el gusto a la vida cuando, como del rayo, perdió a su hija Marina en la flor de su vida y a la que dedicaría el cartel de las Fiestas de Primavera. Currista a carta cabal y siempre con el Nano de Jerez de la mano, Antonino se rompía la camisa con el flamenco que se da en el cuarto de cabales a la par que deja un gran vacío en cuantos lo disfrutamos.
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