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En pleno corazón de Madrid acaba de abrir un restaurante clandestino que evoca noches de hace un siglo, entre terciopelos, fotos y una atmósfera de aire musical que lo convierten en un local asiático diferente. Un rincón estratégico para disfrutar de largas noches en una ambientación retro muy seductora. Lleva sólo un mes abierto.
Para llegar a Maison Macao, en la calle Preciados (desde Callao, el fragmento que va paralelo a Gran Vía), hay que atravesar una taberna castiza en la planta baja. En principio nada parece indicar que subiendo las escaleras cambia el mundo y el ambiente para encontrar esta nueva propuesta del grupo de Javier Chen, un amplio restaurante clandestino en el que el curry puede ser con carrillera o unos torreznos con especias a modo de sushi en una fusión que une lo de allá con lo de aquí.
El menú lo ha trabajado el chef Andrés Marigal, estrella Michelin, con el chef ejecutivo del grupo, Jorge Rodríguez Cotrina.
El ceviche y los tiraditos de lubina y de atún traen credenciales de la cocina nikkei adaptadas a esta versión donde Asia se acuna en las señas de identidad madrileñas. Macao es una cadena de locales con una experiencia de 30 años en distintos puntos de la capital y este restaurante secreto en pleno meollo comercial es un paso más en el concepto de elegancia desenfadada de estos restaurantes.
Entrelazando aliños, salsas y especias, aún queda mucho por delante para esta renovación de sabores como propone en su carta Maison Macao, con una bodega donde los vinos españoles, gallegos y riojanos sobre todo, están llamados a maridar con acierto los menús de inspiración asiática. Una globalización a bocados.
En la propuesta de este clandestino se conjugan sabores españoles con ingredientes y recetas de procedencia cantonesa, coreana, de Tailandia y de India en una inmersión con sentido. Es el ejemplo de las siumai (empanadillas) de secreto ibérico, el hakao de gambas, los crepes de pato asado y los nigiris de vieira.
Sabores tradicionales con texturas diferentes para paladear y compartir con amigos, en pareja, en degustaciones en concepto tan nuestro como las tapas. Ideas divertidas que no renuncian a una cocina con sentido. Incluso en sus postres, con la tarta tres leches o la tarta de queso. En el distendido ambiente clandestino la experiencia se saborea aún más.
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