Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

Ábalos y su Luca Brasi cabalgan juntos

Por un caso similar al de Koldo, pero desde el ámbito privado, en el PP se cargaron al denunciante a pesar de ser su presidente El Gobierno de Juanma Moreno desaira al Parlamento El PSOE 'sumea'

José Luis Ábalos

José Luis Ábalos

COMO Luca Brasi, el matón de Vito Coeleone en El Padrino, Koldo García era inmenso, grandullón, había sido portero del prostíbulo Rosalex en Pamplona, guardaespaldas de socialistas en los años más duros de ETA, chófer, asesor y satélite del ministro José Luis Ábalos, tanto que lo mismo valía para pagar la cuenta que para representarle en los consejos de administración de Renfe y de Puertos del Estado. Si un colaborador tan íntimo te sale corrupto por hechos acometidos en el mismo ámbito donde tú lo has introducido, la dimisión por culpa in vigilando es obligada.

Pero otro factor le obligaba: el PSOE de Pedro Sánchez no puede permitirse ningún caso de corrupción porque la causa de la moción de censura contra Rajoy fue la sentencia de Gürtel. Su legitimidad bautismal. Todo lo de Koldo necesita ser arrancado de raíz y Ábalos lo sabe, pero le ha pesado más el aforamiento que seguirá teniendo mientras siga sentando en el Congreso, el salario de dos o tres años de diputado y la confianza de que el proceso judicial le será benévolo.

Sánchez podrá caer por la amnistía, por su sometimiento a los independentistas y por su tacticismo frívolo, pero no por la corrupción. Con un caso similar a de Koldo, aunque cometido desde el ámbito privado, en el PP echaron al denunciante, a pesar de que era su presidente, y elevaron a la denunciada a mártir. A otra dirigente popular que ha tenido al corrupto en su casa, Ángeles Muñoz, alcaldesa de Marbella, la han mantenido en el puesto, a pesar de que su hijastro va a ser juzgado por algo tan terrible como narcotráfico. Sánchez no se puede permitir eso. Ni nadie debería.

Como su Luca Brasi, Ábalos también tenía algo de siniestro, las causas de su destitución como ministro de Transportes aún sigue en la oscuridad. Y a pesar de que dimitió como secretario de Organización en señal de desacuerdo y preso de la misma soberbia de estos días, Sánchez lo rescató en 2023 para las elecciones generales.

Su inteligencia política está fuera de dudas, sólo había que escucharle estos últimos meses en los platós donde colaboraba mientras se redimía para reconocerle su discurso, pero nunca pudo quitarse de arriba ese áurea negra que le daba un aspecto tan siniestro. Su negativa a dejar el escaño y a aceptar la decisión de un partido del que se ha sido el número dos demuestran que Ábalos hace tiempo que se había ido.

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