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Juan Antonio Solís
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Estaba verdaderamente feliz por tener ya un sucesor designado, dice que vivirá escondido, consagrado a sus tareas personales y a disposición del nuevo arzobispo si lo requiere para las ceremonias de confirmación, según el ejemplo referido por él mismo. Monseñor Asenjo tiene todas las papeletas de ser un Ratzinger hispalense, al que no verán en entrevistas, ni valorando el pontificado de Francisco, ni en las redes sociales. Discreción, máxima discreción.
Qué poquito tiene que ver cuanto vivimos el sábado, con el anuncio del nuevo arzobispo de Sevilla, con lo que sufrimos cada día con las guerritas de poder de la política. Aquí no sueltan los cargos ni con agua caliente, no saludan con júbilo a un sucesor ni a tiros, ninguno por supuesto se esconde, sino que procura reclutar un ejército para hacer la vida imposible al nuevo, y se aprovecha cualquier entrevista para chinchar al que está. La propia dimisión de Ratzinger engrandeció a la Iglesia y dejó minúsculas a las instituciones de la sociedad actual. No sólo por su marcha, sino por cómo vive desde entonces. Don Juan José ya se ha mudado dentro del mismo Palacio Arzobispal para que vayan preparando las dependencias de monseñor Saiz. Todo con una naturalidad que, insistimos, contrasta con los espectáculos que sufrimos con demasiada frecuencia cuando se produce el relevo en un puesto. Recuerdo como anécdota simplona pero ilustrativa que un actual alto cargo de la Junta se llevó las banderas oficiales de cierto despacho ante la sorpresa de los trabajadores: "Es que son mías".
Estamos seguros de que Asenjo vivirá no escondido, pero sí con una discreción vaticana. Se queda con nosotros, lo que supondrá una novedad para los sevillanos vivos, que no se han cruzado con un arzobispo emérito por la calle de forma cotidiana en muchos años. Seremos como los romanos con los papas. Y además con un cardenal en Madrid, prueba de que por fortuna cada vez vivimos más y con mejor calidad de vida. Anda que pronto íbamos a ver a un político dimisionario aludir a su sucesor con tanto cariño.
¡Hasta explicó don Juan José la causa del repique de campanas de la Giralda! Quizás se acostumbren a verlo a pie por las calles de la ciudad o en el coche eléctrico que le han regalado, siempre atendido por su secretario. Si la Iglesia los cuenta por siglos, a pesar de sus fallos, es precisamente porque tiene a personajes como Ratzinger y Asenjo. Un analista cursi de las tertulias diría que están desapegados del poder. Sencillamente es que son hombres de Iglesia. Otro mundo.
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