Vísperas de gozo, de mucho gozo y de una tremenda carga de ilusión las que vive el bético. Al magnífico día a día que disfruta por la deriva que ha tomado su club, ahora se halla en la antesala de un retorno tan deseado como demorado en el tiempo. Vuelve el Betis a montarse en un avión rumbo a la aventura de reaparecer de corto en competición continental y mira a El Pireo como una especie de tierra prometida mucho tiempo esperada.

El estadio Georgios Karaiskakis, inaugurado en junio de 2004 y considerado como uno de los más modernos de Europa, se ofrece a confirmar la regeneración de este Betis que, por siempre y para siempre, es y será Real Betis Balompié. En la noche de los tiempos se pierde la circulación bética por Europa, que está pronto a cumplirse un lustro de la noche fatídica en que Calderón le dijo a Nono que fuese uno de los lanzadores para la más dramática muerte súbita.

Será pasado mañana cuando el Betis que tan bien afina Quique Setién vuelva a Europa y lo hará por la otra punta. Lo hará por donde el Viejo Continente se hace más viejo que en ningún otro lugar, por el mismísimo punto de partida de nuestra civilización, aunque El Pireo sea como una especie de verso suelto en el apartado helénico. 20 de septiembre para los anales de una historia a sangre y fuego por una religión que sigue, afortunadamente, con el manque pierda por bandera.

Y qué bien sabe el manque pierda cuando los tiempos dicen que hay más triunfos que derrotas. A la hora que vive el Betis más organizado de cuantos hemos conocido le estalla en la cara una ola tremendamente expansiva de felicidad. Ya está el Betis en Atenas, ese Betis que se sacudió las penurias para poder ir por el mundo con la cabeza alta y cara de felicidad. Que ya lo ha dicho su presidente, que o estás en Europa o no existes y llevaba el Betis tanto tiempo en la sombra...