Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

BUSCAR UN ESPEJO

Ensimismarse anula la razón, sea en el ámbito más reducido de una familia o en el más que amplio de un país

Una de las escenas más exquisitamente desopilantes de la ya legendaria serie Downton Abbey es aquella en la que la inefable condesa viuda –interpretada por una impagable y excepcional Maggie Smith– le comenta a su nuera Cora que tiene muchas ganas de ver a su madre, porque estar con ella es un recordatorio de las virtudes de los ingleses. Extrañado, Matthew, el esposo de su nieta, Lady Mary, le pregunta: “¿Pero no es americana?”, a lo que Lady Violet, con un gesto displicente, contesta de modo lacónico y contundente: “Por eso”.

Cuando no somos capaces de ponderar nuestra realidad, sea personal o colectiva; incluso, a veces, de comprenderla, o de reconocer nuestras propias virtudes –o defectos–, no hay nada mejor que buscar un espejo en qué mirarse. Y es indiferente que se trate de un individuo o de un grupo humano mayor o menor, pues ensimismarse anula la razón, sea en el ámbito más reducido de una familia o en el más que amplio de un país. Por eso, porque siempre hay que mirar hacia afuera, no hay método más eficaz para analizar la realidad que la comparación. Crítica, analítica y sincera. Asumamos que casi nada es absoluto. Y además, que todo es mejorable y empeorable. O, cuando menos, susceptible de evolucionar en cualquier dirección, deseada o no. No hay límites para la excelencia ni para la mezquindad. Para evaluar la pobreza o riqueza de alguien hay que establecer respecto a quien. E igual ocurre con cualquier aptitud, actitud o realidad humana. Hasta la bondad y la maldad son graduables cuando ponemos en relación las actitudes de unos y otros. No se trata de conformarse con el socorrido, “otros están peor”, como en aquellos versos que Calderón pone en labios de Rosaura en La vida es sueño y que muchos aprendimos en nuestros años escolares. Quizá los recuerden: “Cuentan de un sabio que un día / tan pobre y mísero estaba, / que sólo se sustentaba / de unas hierbas que cogía. / ¿Habrá otro, entre sí decía, / más pobre y triste que yo?; / y cuando el rostro volvió / halló la respuesta, viendo / que otro sabio iba cogiendo / las hierbas que él arrojó”.

Debemos ser conscientes de qué somos, cómo estamos –o nos sentimos– e incluso qué parecemos ante quienes nos rodean y no dejarnos engañar por presunciones o imágenes distorsionadas que sólo pretenden consolarnos, sin servir de acicate para cambiar nuestra realidad, incluso aunque nos satisfaga. Porque todo es siempre mejorable.

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