Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

Briatores

LA muerte de John Forsythe durante el puente de Semana Santa hizo pasar aún más de largo el nombre de aquel Blake Carrington de mandíbula enfadada y arrugas justas que presidía uno de aquellos seriales yanqui de lujo de los 80, Dinastía, que profetizó la invasión de los culebrones y que, por cierto, aquí en España, hace ya casi un cuarto de siglo, inauguró la franja matinal junto al pionero mexicano Los ricos también lloran. A Forsythe, tan olvidado como olvidable, lo conocimos como un maduro galán en sus decorados dignos de la sección de muebles de Galerías Preciados. Este primo de J.R., con un brillo un tanto trasnochado ya en los mismos 80, tomaba pastillas para darle a sus canas un tono azulado (eso decían, hay pastillas para todo, como en Glee. No se la pierdan, plis) y dormía con sus manos enfangadas en cremas para seguir siendo un eterno Briatore californiano. A Forsythe le recuerdan en su país por su breve show de entrevistas y numeritos pero, sobre todo, por la voz de Charlie en Los ángeles de Charlie. Como aquí lo doblaban no le pillamos nunca de oídas. Nos quedábamos mejor con la estampa de Farrah Fawcett. El patriarca de los Carrington pasó a mejor vida, junto a Dinastía, que guarda el polvo en los anaqueles de un pasado televisivo que, confiemos, nunca volverá. Como las hombreras imposibles y los joyones de mentirillas y sombreros espantosos que lucía Joan Collins en aquella serie de tortuga perezosa.

Este largo fin de semana también fue el del centenario de la Gran Vía, que hasta tuvo su balancín en La noria. Rescataron a Alfredo Amestoy, que no renunció a ninguna pregunta tonta o maliciosa, y nos volvió a demostrar que por sus dotes de comunicación nunca pasa el tiempo. Amestoy es un galán de la persuasión y, por fortuna, los negocios tipo Dinastía los prefirió probar en la vida real y no en una serie acartonada.

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