La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Cedan el paso... por puro egoísmo

La crispación de la política capitalina no puede influir en el comportamiento del público en las calles durante la Semana Santa La tertulia con Víctor García Rayo

Público en la calle.

Público en la calle. / Antonio Pizarro (Sevilla)

Sea amable por su propio bien. Son mucho más llevaderas las multitudes de esta Semana Santa de barro y alta velocidad si se aplica la cortesía que si se despeña por la crispación. Hay demasiada gente nerviosa y que se altera a las primeras de cambio. Pareciera que el ambiente político por momentos barriobajero de la política capitalina influye en las pautas de conducta. Una bulla se disuelve antes cuando la gente está alegre, serena, acaba de disfrutar viendo una buena cofradía y, por supuesto, el cansancio no ha hecho mella. Si le toca un crispado cerca ponga mucho empeño en estar tranquilo, hacerse el sueco si es necesario y no realizar ningún comentario que se pueda malinterpretar. Estos días laborables son, precisamente, los más tranquilos. Nada que ver con el Domingo de Ramos ni con el ciclo continuado del Jueves, la Madrugada y el Viernes. Estar en la calle en Semana Santa es un ejercicio de convivencia, que diría el político buenista. Y ciertamente lo es. En grupo nos comportamos de manera muy diferente a cuando estamos solos. Es evidente. No digamos cuando está el alcohol de por medio. Por eso se limita su venta a partir de las dos de la Madrugada, para intentar que no sea una Madrugona. Y cuando el espacio es limitado, cuando los metros cuadrados son escasos, el riesgo de crispación es como el del bebé que no ha dormido bien. Nos ponemos insoportables. Comienza el sentido patrimonialista de la baldosa donde está la silla o del lugar de la primera fila que se ha conseguido, como siempre, "hace tres horas". Porque todos estamos en el sitio desde hace muchas horas y eso nos permite cerrar el paso. No, por favor, que nos cargamos el invento. 

El problema es el comentario indebido que enciende la mecha de la pelea. La impertinencia pronunciada en el momento más inadecuado. El insulto o el desprecio manifestados cuando la aglomeración estaba a punto de desaparecer. Las cofradías hay que esperarlas con ilusión, verlas con serenidad y despedirse de ella paladeando los detalles. Por eso tantas veces se defiende que tres personas son ya una bulla para salir en Semana Santa. También es poco recomendable el consumo compulsivo de pipas mientras pasa el cortejo porque nueve de cada diez veces todas las cáscaras se quedan en el suelo. Aunque bien mirado, a lo mejor la ingesta sin mesura de frutos secos es una forma de encauzar la ansiedad y así se logra la tranquilidad de cierto personal. Y en el fondo se trata de que convivamos, estemos serenos, sepamos guardar la calma en la bulla y no nos crispemos a la mínima. En Semana Santa hay que hacer como con las vacaciones: tener las expectativas muy bajas. Y dejarse llevar. 

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