La tribuna económica

Rogelio / Velasco

Crisis, cajas y participaciones en empresas

DESDE hace décadas, las cajas de ahorro han mantenido paquetes significativos de acciones de grandes empresas. Casi todas las que cotizan en Bolsa han estado participadas por algunas o varias cajas de ahorro.

Los motivos han sido variados. Notables excedentes de tesorería que se colocaban cómoda y rápidamente en el capital de las empresas; ausencia de capacidad técnica para invertir fuera del mercado hipotecario y de pequeños préstamos personales; entrada en alianzas estratégicas para impedir la compra no deseada de terceros; incorporación interesada de directivos en los consejos de administración de las empresas en las que invertían.

En fin, en otros casos, han servido, y continúan haciéndolo, para satisfacer objetivos estratégicos nacionalistas, como es el caso de Caixabank con algunas participaciones industriales, especialmente la mantenida en Telefónica, que está provocando, entre otras cosas, el crecimiento del centro de I+D de Barcelona a costa del de Madrid.

La crisis está provocando una recomposición del papel de las cajas y de las participaciones que detentan, en algunos casos con carácter irreversible. Desde hacía unos años, la Comunidad de Madrid venía preparando la privatización del Canal de Isabel II, esperando la participación activa de Caja Madrid para que, en torno a la empresa de aguas, se formara un potente grupo de servicios con capacidad para competir y expandirse internacionalmente. La catástrofe pilotada por Miguel Blesa (ex presidente de la entidad madrileña) ha enterrado el proyecto definitivamente.

La presión de Bruselas para que las cajas rescatadas se deshagan de sus participaciones industriales ha provocado ya la primera venta: las acciones de Bankia en Iberia han sido colocadas en el mercado (y El Corte Inglés lo ha imitado). Adicionalmente, la antigua caja de ahorros tiene que desprenderse de sus participaciones en Iberdrola, Mapfre e Indra. Estas dos últimas, compañías que están mostrando un excepcional comportamiento en los mercados internacionales. Hasta Caixabank, con una situación financiera más solvente, siente la presión del mercado e intenta que se arregle cuanto antes la disputa entre Repsol e YPF para que se recupere una parte de la inversión.

Una colaboración entre cajas y empresas llevada a cabo de forma inteligente y profesional (y hay que subrayar las dos) hace posible acuerdos a largo plazo que impulsen el desarrollo de empresas industriales y de servicios que generen grandes beneficios en el territorio. La ausencia de presión del mercado de capitales sobre las antiguas cajas, dada su peculiar estructura societaria, facilitaba notablemente este tipo de acuerdos.

La crisis ha deshecho buena parte del antiguo entramado y sólo Caixabank -a gran escala y por los motivos señalados- mantiene participaciones industriales significativas. Ahora y en el futuro, las empresas industriales y de servicios españolas estarán más expuestas a opas no deseadas, que depararían como consecuencia la desaparición del centro de decisión de nuestro país.

Es sólo cuestión de tiempo que veamos a empresas norteamericanas, alemanas y chinas realizando adquisiciones de grandes empresas españolas internacionalizadas y a bajo precio.

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