Continúan repicando los campanarios de la vieja Iberia por el recital bético en el Camp Nou, pero ya toca hablar de otra cosa, que lo bueno si breve, muchas veces bueno según el rico refranero castellano. Y como, además, hasta lo de Zagreb mañana tenemos sequía futbolera, pues se me ocurre divagar sobre cómo Sergio Ramos se ha adueñado de los once metros en ese Real Madrid liberado de la dictadura de Cristiano a balón parado.

Y la pregunta es si seguirá Sergio pateando penaltis como los pateaba el mítico checo Antonin Panenka. Eso de amagar para tirar al sitio donde estaba el portero una fracción de segundo antes tiene muchos riesgos, una infinidad de riesgos, ya que la tarugada llega si al portero le da por no moverse. De ahora en adelante, no habrá un portero que se mueva antes de que golpee Sergio, me decía un iniciado que sabe lo que dice porque, entre otras cosas, jugaba de cine, pero...

Tiene que pregonar el panenkazo el tirador para que un portero no se mueva. Quiero recordar y recuerdo que en la semana previa a la final de la primera Copa del Rey, Iriondo, obsesionado con el infalible Dani, al final de la sesión de entrenamiento ordenaba que Rogelio tirase penales sobre Esnaola. Como Dani, le decía Iriondo al coriano, éste hacía la correspondiente paradiña, Esnaola se iba a un palo de forma refleja y hasta el jueves no logró aguantar quieto hasta el golpeo.

Sergio, técnicamente perfecto, difícilmente va a marrar un penalti a no ser que opte por aquello que una vez hizo ante Neuer para que todavía anden buscando el balón por todos los rincones de Rafael Salgado o como el cañonazo al larguero norte de Nervión. Es complicado que ese prodigio de autodominio mental caiga en el error de regalarle el balón al portero desde los once metros, que hay que ver el tiempo que se ha llevado Sergio rumiando la dictadura de Cristiano.