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DE POCO UN TODO

Enrique / García-Máiquez

Elogio de la trampa

COMO si fueran pocas las trampas que tenemos encima, hay que gastar cuidado con las que el Gobierno nos pone por lo bajo para que no hablemos de economía, se dice. He oído argumentado con una perfecta seriedad que el novio de la duquesa de Alba es un montaje socialista para distraernos del cataclismo. Como la nariz de Letizia, el hijo virtual de Aznar, la eutanasia de Chaves, el aborto de Bibiana y la memoria selectiva de Garzón.

Yo no pongo ni quito trampa, pero tanta suspicacia por todas partes me tiene muy medroso y desconfiado. Tanto que me temo que los que gritan "trampa, trampa" nos están colando otra de matute. Quisieran los señores de la oposición que no discutamos más que de la crisis, que, por otra parte, va cogiendo una envergadura que no hay quien la tape. Para una vez que han conseguido centrarse (en la crisis), les molesta que la eutanasia y el aborto les distraigan del vuelo de mosca que dibujan las cotizaciones del Íbex.

Ignoran que las trampas son, por su propia naturaleza taimada, el punto más débil del contrario y no conocen la historia del que siempre conseguía escapar porque caía de cabeza en todas las emboscadas. Para predicar con el ejemplo, yo estoy dispuesto a enredarme en las trampas verdaderas o fingidas que hagan falta. De hecho, igual que una vez le agradecí de corazón a Bibiana Aído que con su hilarante ocurrencia de los miembros y las miembras ridiculizara el idiolecto llamado no sexista, ahora estoy dispuesto a apreciar en parte su ampliación abortera.

Para empezar porque, a pesar de las malas ideas, es irrelevante. En España ya aborta quien quiere. La ley actual es muy permisiva y más aún con los criterios con los que se aplica. Pero sobre todo su iniciativa deja claro el talante del Gobierno. Repasemos los hechos: había una despenalización por supuestos del aborto que se retorcía en clamoroso fraude de ley por las florecientes clínicas abortistas. Entonces el Gobierno no quería tocar la ley. De pronto, algún juez trató de salvaguardar la legalidad en algún caso extremo. Y corriendo acude el Gobierno en bloque y emprende esta reforma para amparar a los que forzaban la ley, fíjense, no al Derecho ni a los niños que esa ley tenía que haber protegido y que aun así eran abortados. Cómo se retratan. Uno diría que es el Gobierno el que ha caído en su trampa.

Trampa que quizá nos salve a nosotros. En España mueren triturados miles de fetos al año y aquí nos preocupamos sólo por el IPC. Si gracias a la maniobra de la miembra nos preguntamos a dónde hemos llegado y lo discutimos y somos valientes, habremos recuperado por fin algo de dignidad.

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