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¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Especulaciones japoandaluzas

Fernando Rodríguez-Izquierdo es considerado como el patriarca de la traducción al español de haikus

Fernando Rodríguez-Izquierdo, en su domicilio.

Fernando Rodríguez-Izquierdo, en su domicilio. / DS

EN la Enciclopedia universal y erudita de sevillanos secretos tiene una entrada destacada Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala (Sevilla, 1937), maestro de filólogos y caballero de la Orden del Sol Naciente, una de las condecoraciones más hermosas que puede lucir un pecho. Don Fernando es considerado como el patriarca de la traducción al español del japonés, con especial hincapié en los haikus, esos brevísimos poemas que algunos han querido ver como el trasunto nipón de nuestras soleares. El otro día revisité su traducción de Sueño de la libélula, publicado por la meritoria editorial Satori (especializada en japonerías) y obra de Natsume Soseki, poeta de la era Meiji. Nada más abrir sus páginas me saltó, cual rana en un estanque de lotos, este sorprendente haiku: “Mientras cabalgo/ mi caballo defeca/ sobre las flores silvestres”. Uno espera que los haikus nos hablen del junco mecido por la brisa, la luna descansando sobre la nieve o la garza cortando la nube, pero no de las aguas mayores de un jamelgo, por muy samurái que sea su jinete. Pareciera como si Soseki hubiese tenido un arrebato punk, un momento de gamberrismo escatológico, y quisiese mofarse de esa naturaleza zen que habita en los haikus. Este haiku bien podría ser una estampa rociera y, de hecho, a la mente se nos vino una vez más el recuerdo de Paco Muñiz, aquel párroco de Villamanrique de la Condesa y maestro de vida que cantaba a las garzas, la espesura del monte y la luz del pinar. En lo profundo del alma del hombre siempre duerme un animista que canta a la condición sagrada de la naturaleza, incluso en sus detalles más cotidianos y vulgares, como el de un caballo estercolando el campo. Los haikus de Soseki y la guitarra de Paco Muñiz son expresiones del mismo afán, y si los protestantes del norte inventaron el excursionismo fue porque, a fuerza de frío y abstracto monoteísmo, no tenían templos sintoístas ni ermitas marianas a las que peregrinar por caminos de los hoy llamados rurales.

Probablemente estas especulaciones japoandaluzas resulten un tanto ociosas, y bien se podrían achacar a desvaríos provocados por el calor o a que ya han empezado a florecer las sóforas, también llamadas acacias del Japón. Sé que escribir del tiempo y de las florecillas del parque es innoble oficio de poetisos y cronistas locales, pero cada uno tiene que tomar su cruz y llevarla con la mayor dignidad posible. Y como contribución al milenario género poético del maestro Soseki y muestra de nuestra pasión nipona, ahí va un haiku macarrónico y sevillano de cosecha propia: “La ciudad burbujea/ caen los gorriones./ La chicharra ríe en la sófora florecida”. No olviden hidratarse.

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