ESTÁN haciéndose bien las cosas y lo más probable es que la campaña próxima tenga más brillo que la anterior. En realidad mejorar la anterior no es, precisamente, una hazaña, pero a la depresión sobrevenida por la marcha de Jesús Navas ha sucedido un tiempo de fichajes que está teniendo efectos terapéuticos. La depresión pasó al olvido y el anuncio de un fichaje casi diario está surtiendo efecto de cara al optimismo más deseable.

Creo que el mayor plus ilusionante proviene de los fichajes de dos sudamericanos, el argentino Nicolás Pareja y el colombiano Carlos Bacca. Son dos fichajes con muy buena pinta, como la tiene Marko Marin, al que su condición de cedido por un Chelsea que quiere revalorizarlo en el Sevilla le graba una fecha de caducidad como sevillista que juega en contra de su efecto para ilusionar. De Rusescu, nadie sabe ni contesta, muy distinto al interés que despierta Vitolo.

Y junto a esto, una renovación que tiene imagen de fichaje, de gran fichaje. Se trata de Fazio, un jugadorazo que, en demasiadas ocasiones, ha tenido ante sí dos frentes que doblegar, el delantero rival y la hinchada propia. Y ha hecho perfectamente el Sevilla amarrando los servicios de este argentino alto y que lo mismo sirve para restar en área propia que para sumar en la ajena. O sea, que igual achica agua en defensa que va al abordaje; un gigantón surrealistamente criticado.

Se me puede rebatir con un argumento tan real como el de que es lento. Claro que es lento, pero si el pavo real cantara sería perfecto. Particularmente estoy convencido de que entre todos esos fichajes que hizo el Sevilla para, con el dinero recibido por Navas, remozar el equipo está Fazio en lugar destacado, muy destacado. Lo que cuesta asimilar es que tres fichajes de sólo el curso pasado no hayan podido ir a Costa Ballena. Por lo demás, la esperanza en el trabajo bien hecho. Casi nada.